Tratado de las supersticiones y costumbres gentílicas

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Impresionante viaje por el norte de México en el siglo XVI en el que el autor se acerca a las costumbres nativas.

Product Details

ISBN-13: 9788498169607
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #346
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 200
File size: 979 KB
Language: Spanish

About the Author

Hernando Ruiz de Alarcón (1581-1639), México.
El abuelo de Hernando tuvo problemas con el Santo Oficio por ser judío converso y por haber convivido con una joven india. Se dice que el proceso inquisitorial fue abortado debido a la intervención de Hernán Cazalla. El sentimiento de pertenecer a una familia de herejes aparece en una denuncia contra Gaspar Ruiz de Alarcón (hermano de Hernando y del dramaturgo Pedro Ruiz de Alarcón).
Asimismo el mismo Hernando Ruiz de Alarcón presentó una denuncia ante el Tribunal del Santo Oficio, contra aquéllos que con granos de maíz, o mediante la ingestión de las semillas de la planta llamada "ololiuqui", se entregan a la adivinación en una obsesión, propia de la época, de lavar su sangre judía luchando contra las "supersticiones gentílicas".
Para escribir su libro, Alarcón recorrió el golfo de California y alcanzó el río Colorado. Tuvo contacto con los aborígenes de la zona y compiló abundante información sobre sus prácticas y costumbres guerreras, religiosas e incluso sexuales que aparecieron en el Tratado de las costumbres gentílicas, publicado en 1629.

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Tratado de Las Supersticiones y Costumbres Gentílicas Que Hoy Viven Entre Los Indios Naturales De Esta Nueva España


By Hernando Ruiz De Alarcón

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9816-960-7



CHAPTER 1

TRATADO I. PREÁMBULO


Capítulo I. Del fundamento de las idolatrías. De la adoración y culto de diferentes cosas en especial del fuego

De los brujos nahuales y como puede ser.

Es tanta la ignorancia o simplicidad de casi todos los indios, y no digo de todos, porque no he corrido toda la tierra, pero poca diferencia debe de haber; que según se entiende todos son facilísimos en persuadirse lo que les quisieren dar a creer. Así que por su ignorancia tenían, y tienen tan varios Dioses, y modos de adoración tan diferentes, que venido a averiguar el fundamento, y lo que son todos hallamos tan poco de que echan mano como si quisiésemos apretar en el puño el humo o el viento.

Lo cierto es que las más o casi todas las adoraciones actuales, o acciones idolátricas, que ahora hallamos, y a lo que podemos juzgar, son las mismas que acostumbraban sus antepasados, tienen su raíz y fundamento formal en tener ellos fe que las nubes son Ángeles y dioses, capaces de adoración, y lo mismo juzgan de los vientos, por lo cual creen que en todas las partes de la tierra habitan como en las lomas, montes, valles, y quebradas. Lo mismo creen de los ríos, lagunas, y manantiales, pues a todo lo dicho ofrecen cera y incienso, y a lo que más veneración dan y casi todos tienen por dios, es el fuego como se vera en el tratado de la idolatría.

Es de advertir que casi todas las veces que se mueven a ofrecer sacrificio a sus imaginados dioses, nace de mandarlo, y ordenarlo así algunos sátrapas, medico, sortilegio o adivino, de los otros indios, fundándose los más de ellos en sus sortilegios, o en lo que se les antoja desatinados de la bebida de lo que llaman ololiuhqui, o Pezote, o Tabaco, como se declara en su lugar.

Para más claridad entraré en este tratado por lo que hacían con el hombre desde el punto que nacía prosiguiendo con él hasta su fin y muerte. Es con tanto exceso la veneración y honra que todos los indios hacen al fuego, que al punto que nacen se enredan en esta superstición.

Pónenlo en el aposento de la parida, y allí lo van fomentando, sin que del se saque una brasa hasta el cuarto día, porque creen que si antes sacasen del fuego algunas brasas, le nacerían al recién nacido algunas nubes en los ojos. Y los indios sacaban al cuarto día del aposento al recién nacido, y juntamente al fuego, y dábanle con el cuatro vueltas a la cabeza. No he alcanzado a saber que hoy se haga esto.

Pues cuando le daban las cuatro vueltas a la cabeza, dándole dos de un lado y dos del otro, le ponían el nombre que había de tener, el cual era conforme al del dios en que nacía, según que el demonio pretende que sus secuaces imiten en su servicio el modo de los Cristianos en el de Dios nuestro Señor.

Este nombre tomarían de unos Calendarios, que he hallada en los deste género que tienen repartidos en los días los nombres de animales, como son: Ocelotl, Tigre; Cuauhtli, Águila; Cuetzpalli. Caimán; Coatl, Culebra; y de otras cosas inanimadas como, atl, calli: Agua, Casa.

De lo cual he colegido que se dedicaban al animal que el demonio les señalaba para que fuesen lo que llaman nahualli, corno diré abajo, y desta manera quedaba el niño como bautizado en su modo, teniendo aquello por nombre. Otros diferenciaban en que esta imitación del bautismo la hacían con agua, lavando la cabeza al niño al cuarto día y poniéndole su nombre.

Toda esta obra del fuego y agua la encomendaban al sabio que lo tenía por oficio, que de ordinario entre ellos tienen nombre Y oficio, de médicos, los cuales siempre son embusteros, ceremoniáticos, y que pretenden persuadir que son consumados en el saber, pues dan a entender que conocen lo ausente, y previenen lo de venidero, lo cual podrá ser se lo revele el demonio, que puede por ciencia, y conjetura prevenir muchos futuros.

Y porque he dicho del nahualli, diré luego lo que siento, según lo que colijo de lo que he visto y experimentado.

Anme referido personas fidedignas, que estando con un indio, empezó, a dar voces diciendo: «Ay que me matan, que me corren, que me matan», y preguntándole ¿qué decía? Respondió: «los Vaqueros de tal estancia me matan», y que saliendo al cano fueron al ejido de la estancia referida, y hallaron que los Vaqueros della, habían corrido y muerto un zorro, o Raposa, y volviendo a ver al indio, lo hallaron muerto. Y si bien me acuerdo con los mismos golpes y heridas que tenía el zorro.

Lo mismo me afirmaron haber sucedido con otro indio y un caimán, que el indio sin que nadie lo ofendiese, comenzó a quejarse que le mataban en el río, yendo al río hallaron en el un caimán muerto y luego, al indio muerto, de la misma manera.

Como pueda suceder esto diré abajo. Pero cuando estos dos casos no nos hagan mucha fuerza, por no ser las personas que los refirieron mayores de toda excepción, contare otros con testigos que no padecen tacha.

El padre maestro fray Andrés Jiménez, de la orden de Santo Domingo, me refirió, que estando dos padres de su religión en una celda, cerca de la noche, entro por una ventana un murciélago, mayor mucho que los ordinarios, y que los dos religiosos anduvieron con el murciélago a las vueltas, tirándole los sombreros y otras cosas, hasta que se les escapó y se fue.

Y que otro día había venido a la portería de aquel convento una india vieja, y que llamando a uno de los dos religiosos, le dijo que por que la había maltratado tanto, que la había querido matar. Y respondiéndole el religioso si estaba loca, que ¿dónde, o cómo podía ser aquello? Respondió ella preguntando, si ¿era verdad que la noche antes, él y otro religioso habían maltratado, y tirado muchos golpes a un murciélago que había entrado en la celda por una ventana?

Y diciéndole el religioso ser así, dijo la india: «pues el murciélago era yo, y quede muy cansada». Oyendo esto el religioso con admiración quiso llamar al compañero para que conociese la india, y para detenerla le dijo se esperase, que entraba a sacarle alguna limosna. Entro, y volviendo con el compañero, ni hallo a la india, ni pudo saber quien fuese.

A este tono he sabido otros muchos casos, que por no alargarme y cansar con cosas de un género y recibidas por indubitables en esta tierra, contaré muy pocos dellos.

Antonio Marques, español digno de crédito, y que sabe bien la lengua mexicana, me refirió, que habiendo el oído contar un caso deste género, que le había sucedido en la costa de Acapulco a un Simón Gómez, español, dudaba de la verdad del suceso, pero encontrando con el dicho Simón Gómez le preguntó si era verdad lo que del se había referido. A este respondió el dicho Simón Gómez que la verdad era.

Que estando pescando en el río de Cachutepech, que es cerca de Acapulco, de dos hijos que tenía consigo, el uno se subió sobre un pedrisco, que estaba dentro del río, donde salió un caimán y empezó a dar vueltas al pedriscón, como que pretendía coger al muchacho, el cual amedrentado dio voces al padre, el cual viendo lo que pasaba pidió al otro hijo el arcabuz, y tiró al caimán y lo mató. Y al tiempo que en su casa se oyó la respuesta del arcabuz una india vieja que estaba allí tejiendo entre otras, cayo diciendo: «Simón Gómez me ha muerto». Lo cual oyeron muy bien todas las demás que allí estaban hilando y tejiendo, y la mujer del dicho Simón Gómez.

Divulgose el suceso en el pueblo, con que los deudos de la india muerta como ignorantes y ciegos, se querellaron del dicho Simón Gómez ante el alcalde mayor de Acapulco, y fue preso por la dicha querella.

Averiguose la verdad, y con esto que ausente Simón Gómez, la india dijo que él la mataba, y él confesó haber muerto al caimán. Viendo el alcalde mayor la mala prueba de la querella, soltó al dicho Simón Gómez, que cuando lo refería acababa de salir de la prisión.

Lo mismo me testificó el padre Andrés Girón, sacerdote que sabe bien la lengua mexicana, Ministro amigo de indios, y digno de todo crédito, y que al presente reside y administra en la comarca de las minas de Tasco.

Dijo pues el dicho Sacerdote que yendo él con otros, junto a la ciudad de Guatemala a oír misa a un pueblo, habían de pasar un río cerca del pueblo, y viendo en el un caimán, uno de los compañeros le tiró un arcabuzazo con dos balas con que lo mató, entrándole una bala por un ojo y otra en la quijada con que de camino se rompió la boca, y con esto lo arrastraron, y sacándolo del río, lo chamuscaron con la espadaña que allí hallaron seca, y prosiguieron su camino a oír Misa y llegando a la iglesia del pueblo hallaron en ella un gran ruido y alboroto, porque una india que entre las demás estaba en la doctrina se había caído muerta, al tiempo que ellos habían tirado el caimán en el río, sin prevenir otro achaque ni accidente.

Llegaron pues los forasteros a la india, y hallaron en ella las heridas que las dos balas del arcabuz habían hecho en el caimán, tenía la india, un ojo quebrado y la boca rasgada; para más certificarse le quitaron el huipil y halláronle todas las espaldas chamuscadas, que era la parte que al caimán habían chamuscado con chamisa o espadaña.

Con esto todos los del pueblo dijeron que la dicha india siempre había sido tenida por bruja nahualli. Y visto el suceso, se probó ser verdad lo que della siempre se había entendido, y que el demonio le pagó en su moneda con el último de los males, haciéndole experimentar en el cuerpo el fuego que para su alma le estaba aparejado para siempre en el infierno.

Del modo referido he oído muchos casos, y así suponiendo ser ciertos, aunque exquisitos, y fuera de lo que se sabe de otras naciones y gentes acostumbradas a tener pacto con el demonio, examinaremos como pueda ser esto, advirtiendo primero la astucia de Satanás que la ejecuta en este género de gente, de manera que una vez cautivos deste pecado, parece imposible la enmienda, porque lo niegan protervamente, aunque estén acusados y convencidos hasta que mueren impenitentes.

Lo mismo es de los hechiceros que llaman Texoxqui o Teyollòcuani o tetlachihuiani, que casi es una misma cosa, jamás confiesan, aunque haya información contra ellos, como del un género y el otro la habido ante mí en diferentes provincias y nunca he podido hacer que lo confiesen para sacarlo a luz enteramente, aunque en el fuero secular se probó a unos indios del pueblo de Coyuca, provincias de Acapulco, que con unas cenizas que habían puesto un palmo debajo de tierra en una ermita del dicho pueblo, cerca de un Altar donde regaban de ordinario los de aquel barrio, habían muerto mucho brevísimamente de una furiosa enfermedad, y estas cenizas confesaron haberlas recibido de unos búhos o cuclillos que las habían traído en las uñas muchas lenguas de allí envueltas en unos trapos, pareciéndoles a ellos, que también estaban en figura de búhos cuando, las recibieron.

Yo juzgo que en esto último se engañaron por lo que tengo referido arriba. Esta causa por remisión del alcalde mayor de Acapulco, sentenció el Dr.Joan Cano, catedrático meritísimo de Prima de leyes en esta ciudad de México condenando a muerte a algunos de los agresores.

De todos los casos que he tenido noticia deste género de brujos nahualles que son diferentes de lo que son las brujas de España.

Lo primero: Colijo que cuando el niño nace, el demonio por el pacto expreso o tácito que sus padres tienen con él, le dedica o sujeta al animal, que el dicho niño ha de tener por nahual, que es como decir por dueño de su natividad y señor de sus acciones, o lo que los gentiles llamaban hado, y en virtud deste pacto queda el niño sujeto a todos los peligros y trabajos que padeciere el animal hasta la muerte.

Y al contrario hace el demonio que el animal obedezca siempre al mandado del niño, o bien el mismo demonio, usando del animal como de instrumento lo ejecuta. Y desta manera se excusan las imposibles pensadas transformaciones y otras dificultades.

Esto infiero de muchos casos deste género, como dije arriba en que amenazando alguno destos indios, tenido por nahualli a otro indio o español, ha sucedido el tal indio o español amenazado tener después reyerta en el río con algún caimán,o en el cano con algún otro animal, y saliendo della el animal herido, o lastimado, han hallado después al indio, que hizo la amenaza, con las mismas heridas que el caimán o animal saco de la reyerta, estando el tal indio ausente al tiempo della y ocupado en otros ejercicios.

Esto es lo que deste género, he podido alcanzar, y no he hallado ministro ni otra persona que me dé más razón, ni otra mejor salida a estos casos, y así lo dejo aquí.

Advirtiendo primero que tengo por sin duda, que el tal niño por quien los padres hicieron el pacto con el demonio, después que llega a uso de razón reitera el pacto, o lo ratifica tacita o expresamente, porque sin esta condición no es creíble que el demonio tenga tanta potestad, especialmente contra bautizado.

Lo otro advierto la denominación y significación del nombre nahualli, que puede derribarse de una de tres raíces que significan: la primera, mandar; la segunda, hablar con imperio; la tercera, ocultarse o rebozarse. Y aunque hay conveniencias para que se acomoden las dos primeras significaciones, me cuadra más la tercera que es del verbo nahualtia que es esconderse cubriéndose con algo, que viene a ser lo mismo que rebozarse, y así, nahualli dirá rebozado, o disfrazado debajo de la apariencia del tal animal, como ellos comúnmente lo creen.


Capítulo II. De las idolatrías y abusiones y observación de cosas a que atribuyen divinidad, especialmente el ololiuhqui, piciete y el peyote

Para lo que toca a idolatrías, aunque las más tienen principio y raíz en los curanderos y sortilegios, como también se ha visto en las provincias del Perú, en este reino, se hallan otras aunque no muchas, que son como por ley establecidas, y se guardan al presente.

Lo que yo he podido saber, es como en el Perú llaman huacas los lugares donde adoran y las cosas que adoran indistintamente.

Acá los indios por las tales Huacas tienen los cerros o manantiales, ríos, fuentes, o lagunas donde ponen sus ofrendas en días señalados, como son el de san Juan, el de san Miguel, y otros así, con fe y creencia de que de aquellas aguas, fuentes o cerros, tienen su principio sus buenos sucesos, su salud o enfermedades; si acaso las tales aguas, fuentes o cerros, o el ololiuhqui están con ellos enojados, aunque sea sin haberles dado ocasión.

Las sobredichas cosas tienen y adoran por dios, y el ololuhqui es un género de semilla como lantejas, que la produce un género de hiedra desta tierra, y bebida esta semilla priva del juicio, porque es muy vehemente; y por este medio comunican al demonio, porque les suele hablar cuando están privados del juicio con la dicha bebida, y engañarlos con diferentes apariencias, y ellos lo atribuyen a la deidad que dicen está en la dicha semilla llamada ololiuhqui o cuexpalli que es una misma cosa. Destas entrara adelantes.

También adoraban, y agora intocan los tales idólatras, como adelante diré, un dios que no conocían más de que le nombraban, y hoy le nombran Yoatl, tiytlacahuan, que se puede interpretar dios de las batallas, cuyos criados o esclavos somos, y dícenle Tlalticpaque, que quiere decir dueño o señor de la tierra.

En prueba de lo referido, he visto muchas cosas que no tienen evasión ni respuesta porque he hallado en los cerros muchas ofrendas de Copal, que es incienso desta tierra, y madejas de hilo y pañitos de lo que llaman Poton, mal hilado, y candelas y ramilletes, unas, muy antiguas y otras frescas.

Y el día de san Miguel deste año de 626, hallé en un cerro la ofrenda acabada de poner, y la huella fresca, del que la puso, y aunque la siguieron no la pudieron dar alcance porque la aspereza de la tierra no sufre mucha señal de huellas.

Estaba, pues, la ofrenda en un montón de piedras, apartado muy gran trecho de los caminos, y echa en el una covacha en que la ofrenda estaba guarecida del Sol y del agua. Y aunque después hice muchas diligencias en los pueblos comarcanos, nunca pude tener rastro del que puso la ofrenda.

Porque así los indios desta tierra como los del Perú ocultan esto diligentísimamente, a mi entender advertidos del demonio por lo que interesa. Aquí adviertan los ministros que los tales montones de piedra que los indios llaman Teolocholli, son sospechosos, porque de muchos dellos he sacado copal, candelas. ramilletes y otras cosas que ofrecen en días señalados como queda dicho.

Pero lo más ordinario resultan de los curanderos y sortilegios, así del maíz que son como los de las habas de España, como los de las manos, a quien llaman matlapouhqui, y a los del maíz Tlaolxiniani como diré adelante.

Suele haber en estos montones de piedra, y en los portillos y encrucijadas de los caminos algunos ídolos o piedras que tienen semejanza de rostros, y a estos va enderezado el intento del que ofrenda pretendiendo que les sea favorable la deidad que creen reside allí, o para que no les suceda mal en el viaje que hacen, o para tener cosecha, o para cosas semejantes, en especial los enfermos por consejo de sus sortilegios médicos que se lo aconsejan, y aún se lo mandan como lo han declarado ante mí, que llevan al río candelas de cera, y a veces por los enfermos va el medico, y echa las candelas en el río, o las lleva a los montes.


(Continues...)

Excerpted from Tratado de Las Supersticiones y Costumbres Gentílicas Que Hoy Viven Entre Los Indios Naturales De Esta Nueva España by Hernando Ruiz De Alarcón. Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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Table of Contents

Contents

CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 9,
AL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO MANSO DE ZÚÑIGA, 11,
PRÓLOGO, 15,
TRATADO I. PREÁMBULO, 17,
TRATADO II. SUPERSTICIONES Y CONJUROS, 57,
TRATADO III. SUPERSTICIONES DE LABRADORES Y SUS CONJUROS, 101,
TRATADO IV, 113,
TRATADO V. DE LOS SORTÍLEGOS Y SUPERSTICIONES DE LOS INDIOS EN MATERIA DE SUERTES, 125,
TRATADO VI. DE LOS MÉDICOS SUPERSTICIOSOS Y SUS EMBUSTES, 145,
NOTA, 192,
LIBROS A LA CARTA, 199,

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