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Lo Que Vi / What I've Seen SPA
Experiencias de un periodista alrededor del mundo
By Jorge Ramos HarperCollins Publishers, Inc.
Copyright © 2006 Jorge Ramos
All right reserved. ISBN: 0061130427
Capítulo Uno
Diario de Una Guerra Innecesaria
Ciudad de Kuwait, marzo 25, 2003. RRRIIINNNGGG. Puta madre! Otra vez esa pinche alarma. RRRIIINNNGGG. Cuándo carajos se va a apagar?! RRRIIINNNGGG. Era imposible dormir en Kuwait por más de tres o cuatro horas seguidas. En toda la ciudad había un sistema de alarmas que anunciaba la probable llegada de un misil iraquí. Los kuwaitíes se habían curado de espantos durante la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 y no se habían preparado por más de una década en caso de otro ataque de Saddam Hussein.
Cada vez que sonaba una alarma en Kuwait, todo se paraba. En la televisión y en la radio se anunciaba que el país estaba en alerta por el disparo de cohetes iraquíes. Recuerdo perfectamente cómo, por televisión, aparecía el dibujo de una alarma dando vueltas interminablemente hasta que pasaba el peligro.
Como si esto fuera poco, los empleados del hotel Safir iban a tocar de puerta en puerta para que todos los huéspedes bajaran al sótano convertido en refugio antiaéreo. Mi cuarto quedaba en un noveno piso y, la verdad, yo nunca bajé al refugio. Quizás fue una imprudencia, tal vez una estupidez, pero yo pensaba que meencontraba bien protegido en mi cuarto. Por qué? Porque, según mis cálculos, la ventana de mi cuarto estaba en la dirección opuesta a Irak y, por lo tanto, cualquier ataque daría en la otra fachada del hotel.
Durante más de una semana viví en el error. En una de esas pláticas interminables con mis compañeros de Univision, les conté mi teoría. Y a los pocos minutos regresó el camarógrafo cubano, Jorge Soliño, con una brújula para demostrar que mis cálculos estaban totalmente equivocados. Se fue al balcón de mi cuarto y la brújula claramente apuntó hacia el Norte en dirección a Irak. Resulta que nuestro hotel quedaba en una pequeña bahía y mi cuarto, contrario a lo que yo creía en un principio, estaba exactamente en la trayectoria probable de cualquier cohete iraquí.
La siguiente vez que escuché la alarma me dejó paralizado dentro de la cama y, para mi fortuna, no pasó nada. Pero luego tuve una terrible pesadilla en la que un misil iraquí entraba directamente por mi ventana para estrellarse en el baño del cuarto. Me levanté con fuertes palpitaciones. "Mi cuarto", confesé más tarde entre broma y miedo, "queda exactamente frente al palacio de Saddam Hussein en Bagdad".
Regresaba a Kuwait después de doce años. En 1991 me tocó entrar detrás de las tropas estadounidenses que liberaron a Kuwait de la invasión iraquí. Lo curioso del caso es que el hotel Safir en que me estaba alojando en esta ocasión era contiguo al hotel Intercontinental que, durante la invasión, había sido utilizado como centro de comando del ejército de ocupación iraquí. El hotel Intercontinental estaba abandonado desde 1991. Ahí ocurrieron verdaderas historias de horror en contra de ciudadanos kuwaitíes: asesinatos, torturas, violaciones. El plan era destruir dicho hotel y construir uno totalmente nuevo, que no hubiera sido afectado por la guerra y que borrara una de las más claras y violentas señales de la presencia iraquí en Kuwait. Pero por ahora, el Intercontinental seguía ahí.
No pude aguantar la curiosidad de regresar al hotel que yo tanto recordaba de hacía una docena de años. Burlando la vigilancia de un distraído guardia, me metí--junto con mis compañeros de Univision--al hotel y parecía una verdadera casa de fantasmas. Sin luz, sin aire acondicionado, con los vidrios rotos y todos los muebles destruidos, fuimos subiendo, piso por piso, para rescatar esos terribles momentos de mi memoria.
En el segundo o tercer piso abrí uno de los cuartos y vi un closet similar al que utilizó como guarida una mujer durante los seis meses de ocupación iraquí. Aún recuerdo esa entrevista que realicé hace doce años. Cuando la mujer salió del closet, sin miedo, estaba tan feliz que me regaló un jugo de frutas. Era imposible no pensar que estos mismos cuartos y pasillos fueron utilizados para torturar a civiles kuwaitíes y luego asesinarlos. El hotel olía a cerrado y a muerte. La piscina estaba vacía y llena de fracturas.
Tras la invasión de Irak a Kuwait 605 personas fueron secuestradas. Entre ellas había una joven de veintiséis años de edad llamada Samira. Su madre, Banja Marrfei, creía que aún estaba con vida cuando la fui a visitar en una zona residencial de la ciudad de Kuwait.
Tal era su convicción de que su hija no había muerto que el cuarto de Samira estaba intacto, exactamente igual que en el momento en que ella desapareció. El cubrecamas azul empezaba a deshilacharse, pero mantenía vivas las esperanzas de una madre que se resistía a aceptar lo inevitable. Samira tenía varios perfumes preferidos y la madre, cuidadosamente, se acercaba a ellos de vez en vez para recordar cómo olía su hija.
Luego de la ocupación iraquí, Samira se rehusó a quedarse en casa, como le había pedido su madre. Joven e idealista, Samira esperaba poder ayudar a los kuwaitíes heridos durante la invasión. Samira pensaba, equivocadamente, que su condición de mujer le confería cierta protección ante los invasores. No fue así. La última vez que su madre la vio en casa fue el sábado 10 de noviembre de 1990 a las cinco y media de la tarde. Cuando me lo cuenta, Banja va hacia la puerta por donde partió su hija con la misma angustia que esa funesta tarde. Esa noche Samira ya no regresó a dormir.
Su madre, desde luego, la buscó por todos lados. Nadie supo darle una respuesta. Sin embargo, a principios del año siguiente, Banja supo a través de un amigo de su hija que Samira se encontraba encarcelada en Kuwait. Armada de valor, Banja fue a la cárcel y pudo volver a ver a su hija el 19 de enero de 1991. Fue la última vez. Poco después una coalición de ejércitos, liderada por Estados Unidos, comienza la guerra contra Saddam Hussein.
Continues...
Excerpted from Lo Que Vi / What I've Seen SPA by Jorge Ramos Copyright © 2006 by Jorge Ramos. Excerpted by permission.
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