Read an Excerpt
Who is This Man?
By John Ortberg
ZONDERVAN
Copyright © 2013 John Ortberg
All right reserved.
ISBN: 978-0-8297-6219-8
Chapter One
El hombre que no quiere desaparecer
El día después de la muerte de Jesús parecía que cualquier pequeña marca que él hubiera dejado en el mundo desaparecería rápidamente. En lugar de eso, su impacto en la historia humana no ha tenido parangón.
Después de su desaparición de la tierra comenzaron los días de su inusual influencia. Acerca de esa incidencia habla este libro. Analizado correctamente, este efecto sobre la historia pasada y actual llevará a que cualquier persona pensante (más allá de sus ideas religiosas en cuanto al cristianismo) se pregunte: «¿Quién es este hombre?».
Es posible que se nos escape de las listas históricas por muchas razones, tal vez la más obvia sea por la forma en que transcurrió su vida. Jesús no defendió ni ruidosa ni ostensiblemente su mover, como lo hubiera hecho un líder político o militar en pleno auge. Él no presentó un caso a través del que la historia pudiera juzgar la calidad superior de sus creencias en futuros libros. No empezó diciéndoles a sus discípulos: «Estas son las pruebas de mi divinidad; afírmenlas, y yo los aceptaré».
Por lo general, cuando alguien muere, el impacto que ejercía en el mundo de inmediato comienza a desaparecer. Mientras escribo esto, nuestro mundo se anoticia del fallecimiento del innovador digital Steve Jobs. Alguien escribió que hace diez años nuestro mundo tenía a Bob Hope, Johnny Cash y Steve Jobs; ahora ya no tenemos ni Jobs [trabajos, en inglés], ni Cash [efectivo] ni tampoco Hope [esperanza]. Pero Jesús invirtió esa trayectoria humana normal, como lo hizo con muchas otras. El impacto que produjo Jesús fue mayor cien años después de su muerte que durante su vida; incluso fue superior luego de quinientos años. Mil años más tarde su legado estableció el cimiento de gran parte de Europa. Dos mil años después tiene más seguidores, y en más lugares, que nunca.
El hecho de que el aporte que alguien hace perdure más allá de su vida, por lo general resulta evidente cuando muere. El día en que Alejandro Magno, César Augusto, Napoleón, Sócrates o Mahoma murieron, la reputación de cada uno era enorme. Cuando Jesús murió, su diminuto movimiento fracasado parecía claramente moribundo. Si existiera un premio «al éxito póstumo» otorgado el día de su muerte a los personajes más influyentes de la historia, Jesús habría quedado en último lugar.
Su vida y enseñanza simplemente atraían a las personas a seguirlo. Hizo historia empezando en un lugar humilde, con un espíritu de amor y aceptación, y dándole a cada persona espacio para que respondiera. Deliberadamente se colocó en la trayectoria de colisión con Roma donde podía ser aplastado como una cucaracha. Y lo destrozaron.
Sin embargo ...
La visión que Jesús tuvo de la vida continúa importunando y desafiando a la humanidad. Su influencia ha barrido la historia como cola de cometa, llevando su inspiración e influencia al arte, ciencia, gobierno, medicina y educación. Él les ha enseñado a los seres humanos acerca de la dignidad, compasión, perdón y esperanza.
Desde el día en que él vino, como señala G. K. Chesterton: «Nunca más ha sido suficiente decir que Dios está en el cielo y que todo anda bien en el mundo, ya que se rumorea que Dios ha dejado los cielos para enderezar la tierra».
* * *
Jesús es el personaje más conocido de la historia. Su impacto en el mundo es inmenso y no se trata de algo fortuito.
Grandes hombres han tratado de alcanzar la inmortalidad haciendo que le pusieran su nombre a alguna ciudad. El Mundo Antiguo estaba repleto de ciudades a las que Alejandro llamó Alejandría y César denominó Cesarea. Mientras Jesús vivió aquí, él no tuvo lugar en el que morar. Hasta el día de hoy yo vivo en el área de la Bahía de San Francisco, que lleva ese nombre debido a que un hombre llamado Francisco una vez siguió a este Jesús. La capital de nuestro estado se llama Sacramento, porque Jesús en una ocasión tuvo una comida con sus seguidores, la última cena, que llegó a ser conocida como un sacramento. No se puede mirar un mapa sin que algo allí nos recuerde a este hombre.
Los regímenes poderosos a menudo han tratado de establecer su importancia colocando las fechas del calendario en torno a su existencia. Los emperadores romanos fechaban los acontecimientos de acuerdo a los años de su reinado; y marcaban la historia pasada desde la misma fundación de Roma. La Revolución Francesa trató de iluminar a todos con un calendario que indicaba el reinado de la razón. Lo que fue la URSS señalaba el tiempo desde el derrocamiento del zar y la concesión teórica de poder al pueblo. Organizó la «Liga de ateos militantes» en la década de los veinte para eliminar la fe. La portada de una revista de 1929 muestra a dos trabajadores bajando a Jesús de una carretilla. Pero el líder de la liga, Yemelian Yaroslavsky, se frustraba por la obstinación de la fe. «El cristianismo es como un clavo», decía. «Mientras más duro lo golpea uno, más penetra».
La idea de que Jesús tratara de imponerle un calendario a alguien resulta irrisoria. Lucas registró cuidadosamente el comienzo de su ministerio según el calendario romano: «En el año quince del reinado de Tiberio César, Poncio Pilato gobernaba la provincia de Judea, Herodes era tetrarca en Galilea, su hermano Felipe en Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene». Jesús salió de entre las sombras a una vida pública en un abrir y cerrar de ojos (tal vez en tres años, tal vez en solo uno). Sin embargo hoy, cada vez que miramos un calendario o le ponemos fecha a un cheque, recordamos que, por lo menos cronológicamente, esta vida increíblemente breve, de alguna manera ha llegado a ser la línea divisoria de la historia.
Los famosos a menudo tratan de preservar su legado procurando que otros lleven su nombre. La Biblia menciona varios personajes llamados Herodes, e incluso Herodías, con la intención de que nos recordaran a Herodes el grande. El día después de la muerte de Jesús, nadie le puso su nombre a un recién nacido dentro del diminuto círculo de los que conocían su identidad. Sin embargo, hoy en día el nombre Nerón se usa, si acaso, para pizzerías, perros o casinos, en tanto que los nombres que están inscriptos en el libro de Jesús viven para siempre.
Cuando se quiere realizar una evaluación rápida y básica de salud mental, se procura establecer si la persona está orientada en estas tres dimensiones: si sabe quién es, dónde está, y qué día es. A mí me pusieron el nombre del amigo de Jesús, Juan; vivo en una región que lleva el nombre de Francisco, un amigo de Jesús; nací 1957 años después de Jesús. ¿Cómo puede mi sentido de orientación depender tanto de una sola vida?
Nadie sabe qué apariencia tenía Jesús. No tenemos pinturas ni esculturas. Ni siquiera contamos con alguna descripción física. Sin embargo, Jesús y sus seguidores llegaron a ser el tema más recurrente del arte en el mundo. Su imagen, establecida en el arte bizantino alrededor del año 400 d.C., es la más reconocida en la historia.
En el cine fue interpretado por varios actores: Frank Russell (1898), H. B. Warner, Jeffrey Hunter, Max von Sydow, Donald Sutherland, John Hurt, Willem Dafoe, Christian Bale, Jim Caviezel; y muchos otros más. Las canciones que se han cantado sobre él son demasiadas como para contarlas: desde el primer canto conocido, registrado por el apóstol Pablo en la carta a los Filipenses, hasta el disco de Justin Bieber «Under the Mistletoe» que salió la Navidad pasada.
Incluso en el campo de la salud mental, cuando los pacientes tienen grandes desórdenes de identidad imaginan que son Jesús. (El libro Three Christs of Ypsilanti de Milton Rokeach es clásico en este campo). ¿Acaso los budistas desquiciados se imaginan que son Buda?
Es en el nombre de Jesús que los desesperados oran, los agradecidos adoran, y los enfurecidos blasfeman. De bautismos, a bodas, pasando por las habitaciones de los enfermos y los funerales, es en el nombre de Jesús que las personas nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Desde la Edad del Oscurantismo hasta la posmodernidad, él es el hombre que no quiere desaparecer.
Pero no es solo eso ...
* * *
Jaroslav Pelikan, historiador de Yale, escribió: «Independientemente de lo que alguien pueda pensar personalmente o creer en cuanto a él, Jesús de Nazaret ha sido el personaje dominante en la historia de la cultura occidental por casi veinte siglos». Si fuera posible sacar de la historia con algún tipo de imán súper potente toda pizca de metal que llevara por lo menos un rastro de su nombre, ¿cuánto quedaría?
Vivimos en un mundo en el que el impacto de Jesús es inmenso aun cuando no se mencione su nombre. De alguna manera, nuestro desafío más grande al intentar dimensionar su influencia es que aceptamos el modo en que el mundo ha sido modelado por su presencia. G. K. Chesterton dijo que si uno quiere medir el impacto de su vida, «lo mejor, aparte de estar verdaderamente dentro de la cristiandad, es estar fuera de ella».
A los niños se los considera de manera diferente gracias a Jesús. El historiador O. M. Bakke escribió un estudio titulado When Children Became People: The Birth of Childhood in Early Christianity [Cuando los niños se convirtieron en personas: El nacimiento de la niñez en el cristianismo temprano] en el que registró que en el mundo antiguo a los niños, por lo general, no se les ponía el nombre sino hasta el octavo día. Hasta ese momento existía la posibilidad de matar al recién nacido o bien dejarlo a la intemperie para que se muriera; especialmente si tenía alguna deformidad o era del sexo no deseado. Esta costumbre cambió debido a un grupo de personas que recordaban que eran seguidoras de un hombre que dijo: «Dejen que los niños vengan a mí».
Jesús nunca se casó, pero la forma en que trató a las mujeres dio origen a una comunidad que tenía una atmósfera tan agradable que las mujeres se unieron a ella en números récord. De hecho, los oponentes denigraban a la iglesia cristiana precisamente por eso. Las enseñanzas de Jesús en cuanto a la sexualidad llevarían a la eliminación del doble estándar sexual que en efecto estaba codificado en la ley romana.
Jesús nunca escribió un libro. Sin embargo su llamado a amar a Dios con toda la mente conduciría a una comunidad, que sentía una gran reverencia por el aprendizaje, a preservar lo que quedaba de sus enseñanzas, ante la destrucción del mundo clásico en lo que a menudo se denomina la Edad del Oscurantismo. Con el tiempo, el movimiento que él comenzó daría lugar a que se establecieran bibliotecas y más tarde, daría inicio a asociaciones de aprendizaje. Con el tiempo Oxford, Cambridge, Harvard y Yale, y prácticamente todo el sistema de educación y erudición occidental surgirían debido a sus seguidores. La insistencia en la alfabetización universal brotaría a partir de la comprensión de que este Jesús era él mismo un maestro que veneraba la verdad, y a que animó a sus discípulos a procurar que todas las personas del mundo aprendieran.
Nunca ocupó un cargo ni dirigió un ejército. Dijo que su Reino «no procede de este mundo». Desde el comienzo hasta el final de su vida estuvo del otro lado de la ley. Pero aun así, el movimiento que él inició, a la larga, significaría el fin de la adoración al emperador. Sería citado en documentos como la Carta Magna, dando inicio a la tradición del derecho consuetudinario y al gobierno limitado que socavaría el poder del estado en lugar de reforzarlo como otras religiones del imperio habían hecho. A su movimiento le debemos que ingresaran en la historia expresiones como: «Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales, y que su Creador les ha otorgado ciertos derechos inalienables».
El Imperio Romano en el que nació Jesús pudo haber sido espléndido, pero también cruel, especialmente con los malformados, enfermos y esclavos. Este maestro había dicho: «Todo lo que hicieron ... aun por el más pequeño, lo hicieron por mí». Poco a poco emergió la idea de que el sufrimiento de cada individuo importaba y que los que podían ayudar debían hacerlo. Hospitales y todo tipo de esfuerzos de auxilio surgieron a partir de este movimiento; e incluso hasta hoy, a menudo, llevan nombres que lo recuerdan a él y sus enseñanzas.
La humildad, que el mundo antiguo desdeñaba, quedó entronada en una cruz, y con el tiempo se la defendió como virtud.
Se consideraba que los enemigos merecían que uno se vengara de ellos («ayuda a tus amigos y castiga a tus enemigos»); sin embargo, gracias a él, llegaron a ser vistos como dignos de amor. El perdón dejó de percibirse como debilidad y pasó a ser un acto de belleza moral.
Incluso hasta en la muerte es difícil escapar a la influencia que ejerció Jesús. La práctica de la sepultura en cementerios fue tomada de sus seguidores. La palabra cementerio procede de una palabra griega que significa «lugar para dormir». Expresaba la esperanza de la resurrección. Cuando se coloca una lápida, a menudo contiene la fecha de nacimiento y la fecha de la muerte separadas por un guión, de modo que la extensión de esa vida humana se mide por los años que la separan de la propia vida de Jesús. En muchos casos, si no se puede costear una lápida, se marca la tumba con una cruz, otro recordatorio de la muerte de Jesús. Hasta el día de hoy, si un caricaturista quiere hacer un dibujo para referirse a la vida venidera, basta con un simple bosquejo de San Pedro en las nubes junto a las llaves del reino. Más allá de lo que logró hacer o dejar de hacer con su existencia, la muerte no acabó con la influencia que ejerció Jesús. De muchas maneras, simplemente le dio inicio.
Él es el hombre que no se daría por vencido.
Pero no es solo eso ...
* * *
Jesús es alguien profundamente misterioso no únicamente por haber vivido hace mucho tiempo en un mundo extraño para nosotros. Jesús es misterioso debido a lo que sabemos de él y no a lo que no sabemos.
N. T. Wright observó que lo que conocemos en cuanto a él «es tan diferente de lo que sabemos con respecto a cualquier otro que nos vemos obligados a preguntarnos, como la gente evidentemente se preguntó en su momento: Entonces, ¿quién, es este? ¿Quién piensa él que es, y quién es en realidad?». En el umbral de su edad adulta, cuando empezó a explicar acerca de Dios, se nos dice que la gente se quedaba asombrada, y que sus propios padres quedaron atónitos (Lucas 2:47-48). Cuando comenzó a enseñar, a veces la gente se mostraba encantada y otras se enfurecía, pero siempre quedaba perpleja. Pilato no fue capaz de entenderlo, Herodes lo asedió con preguntas, y sus propios discípulos a menudo se encontraron tan confundidos como los demás. Wright señaló: «Los que lo escucharon decían cosas como: "Nunca hemos oído a nadie hablar de esta manera", y no solo se referían al tono de su voz o a la destreza para expresarse en público. Jesús desconcertó a la gente de ese entonces, y todavía nos desconcierta a nosotros».
El impacto de Jesús en la historia es como un rompecabezas. Al examinar su corta vida, descubrimos la misma cualidad desconcertante. Nadie sabía exactamente qué pensar de él.
Pero no se trata de un rompecabezas que se arma al azar, de modo absurdo y sin sentido.
Tratar de entender su vida es como intentar despertar de un sueño. Es como oír una respuesta, y al comprenderla, uno darse cuenta de que siempre la supo. Es como una luz en un camino desconocido que cuando uno la sigue lo lleva a casa.
Jesús es tan difícil de contener en la mano como la gelatina. Los reyes piensan que si invocan su nombre pueden apropiarse de su autoridad; pero Jesús, el libertador, continúa abriéndose paso. Cuando la gente apela a su autoridad para esclavizar a otros, un Guillermo Wilberforce o un Jonatán Blanchard encuentran en él un llamado a la libertad. Él inspira a León Tolstoi, que a su vez inspira a Mahatma Gandhi, que a su vez inspira a Martin Luther King. Él inspira a Desmond Tutu a soñar y orar por una Comisión de Verdad y Reconciliación.
El número de grupos que aduce estar «a favor de» Jesús es inagotable; para mencionar unos pocos: Judíos por Jesús, Musulmanes por Jesús, Exmasones por Jesús, Motociclistas por Jesús, Vaqueros por Jesús, Luchadores por Jesús, Payasos por Jesús, Títeres por Jesús, e incluso Ateos por Jesús.
Eugene Debs, dirigente laboral, lo consideró amigo del socialismo: «Jesucristo le pertenece a la clase trabajadora. Siempre he sentido que era mi amigo y camarada»; en tanto que Henry Ford dijo que el capitalismo era el idealismo cristiano. Los cuáqueros hallaron en él un mandato en favor del pacifismo («Cuando Cristo desarmó a Pedro, nos desarmó a todos»), en tanto que Constantino se convirtió a partir de la promesa de victoria en el campo de batalla a través de la cruz («Con esta señal vencerás»).
Notemos las personas a las que Jesús ha juntado: Jesse Jackson y Jerry Falwell; Jim Wallis y Jim Dobson; Anne Lamott y Thomas Kin de; Billy Graham, Billy Sunday, Bill Clinton y «Bill» Shakespeare; Bono, Bach y Bev Shea; Galileo, Isaac Newton y Johannes Kepler; Tomás de Aquino y Tomás de Kempis; T. S. Eliot, C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien; George Washington, Denzel Washington y George Washington Carver; Sojourner Truth y Robert E. Lee; Constantino y Carlomagno; Sarah Palin y Barack Obama; John Milton, Paul Bunyan, Mr. Rogers, Jimmy Carter y Pedro el Grande.
(Continues...)
Excerpted from Who is This Man? by John Ortberg Copyright © 2013 by John Ortberg. Excerpted by permission of ZONDERVAN. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.