Al pueblo y congreso norteamericanos

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by Apolinario Mabini
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Overview

El presente texto es una misiva dirigida a los Estados Unidos en la que se reflexiona sobre las relaciones entre Filipinas y el naciente imperio americano.

Product Details

ISBN-13: 9788498975949
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #213
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 46
File size: 987 KB
Language: Spanish

About the Author

Apolinario Mabini (1864-1903). Filipinas.


Llamado el "Sublime paralítico" es uno de los próceres de la revolución filipina, autor de la constitución de la primera república (entre 1898 y 1899). Nació en Talaga, y era hijo de Inocencio Mabini y Dionisia Maranan, ambos de origen humilde.


En 1892 entró en una logia masónica, adoptando el nombre de Katabay y se trasladó a una escuela dirigida por el famoso pedagogo, padre Valerio Malabanan. En 1893 formó parte del grupo que intentó reactivar la Liga Filipina. Continuó sus estudios en el instituto San Juan de Letrán donde recibió sus títulos de Bachiller de Artes y Profesor de Latín y en la Universidad de Santo Tomás, donde recibió su diploma en leyes en 1894.


En 1896, enfermó parece que de poliomielitis, lo que provocó la parálisis de sus piernas. Al inicio de la revolución de ese año, las autoridades españolas lo arrestaron, sospechando que estaba implicado en los disturbios.


En abril de 1898 escribió un análisis sobre el futuro de Filipinas en el caso en que España fuera derrotada en la Guerra hispanoamericana y las Filipinas fueran cedidas a los Estados Unidos. Este análisis llegó a manos de la junta de gobierno en el exilio dirigida por Agoncillo en Hong Kong, y de allí se recomendó que el general Emilio Aguinaldo lo tomara como consejero. Debido a su enfermedad, Mabini debió ser transportado en hamaca desde los Baños, donde estaba de reposo, hasta Kawit. Aguinaldo, tras percatarse de la condición física de Mabini, pensó que no le sería útil, pero en breve se percató de su valor, convirtiéndolo en su asesor más cercano.

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Al Pueblo y Congreso Norteamericanos


By Apolinario Mabini

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9897-594-9



CHAPTER 1

COPIA DE LA CARTA DEL GENERAL WHEELER DIRIGIDO AL SEÑOR MABINI


Manila, LuzÓn, P. I., December 25th. 1899.

HONORABLE SEÑOR APOLINARIO MABINI, MANILA, P. I.

DEAR SEÑOR:

I enclose a list of questions which you were kind enough to inform me you would be pleased to answer.

I shall be happy to receive your answers as those of a man of weight whose opinions are most worthy of consideration.

It will oblige me to have your answers as all as possible, as your statements will be very valuable.

With very high regard,

Yours very truly.

«JOSEPH WHEELER.»

CHAPTER 2

CONTESTACIÓN DEL SEÑOR MABINI AL GENERAL.


Manila, I. F., 25 de Diciembre de 1899.
GENERAL JOSEPH WHEELER, DEL EJÉRCITO AMERICANO DE ESTAS ISLAS.
PRESENTE.


GENERAL:

Tengo el honor y la satisfacción de remitir a su Excelencia la contestación a sus preguntas con una ligera exposición al Congreso de los Estados Unidos, las cuales solo tienen valor por la sinceridad con que están expresadas. Tenga pues la bondad de excusarme, si por mi poca habilidad y escaso saber no he sabido dar una forma más clara a mi pensamiento.

Me he tomado la libertad, general, de hablar con toda franqueza, convencido de que tanto su Excelencia como sus dignos compañeros de armas desean y procuran el engrandecimiento de su pueblo por encima de los intereses y conveniencias de clase o partido, y de que, conocida la verdad, se evitarían a tiempo equivocaciones lamentables. Además me lo imponen lo que debo a mí mismo y el deseo de cooperar al logro de una solución satisfactoria para ambas partes, que ponga término a esta guerra entre dos pueblos que deben estar ligados, por eterna amistad, para servir a la causa de la civilización y de la humanidad.

Soy de su Excelencia, con la mayor consideración y respeto, su más obediente servidor.

APOLINARIO MABINI.

CHAPTER 3

PREGUNTAS Y RESPUESTAS


General ¿Es posible que no haya revolución?

Mabini Es posible.

General Si es posible ¿cómo?

Mabini Satisfaciendo las aspiraciones del pueblo.

General ¿Qué causas han producido la revolución?

Mabini Pueden condensarse en esta sola: la necesidad de un gobierno que asegure a los filipinos la libertad de pensamiento, conciencia y asociación, la inmunidad en su persona, casa y correspondencia, la igualdad en la participación de los cargos y beneficios públicos, el respeto a las leyes y a la propiedad y el desarrollo de la prosperidad del país por los medios que suministran los adelantos modernos.

General ¿Estarán contentos todos los tagalos que esté de presidente Aguinaldo?

Mabini Los filipinos (no los tagalos solo) estarán contentos de un presidente que ellos elijan del modo que se estipule con el Congreso americano. Hoy reconocen a Aguinaldo, porque este personifica sus aspiraciones; pero cuando vean en él o mala fe o incapacidad, reconocerán a otro que acredite ser más digno.

General ¿Todos los pueblos estarán contentos?

Mabini Ya esté dicho en la anterior pregunta.

General ¿Posee el señor Aguinaldo bastante fuerza para arreglar las Islas?

Mabini La posee mientras esté de su parte el pueblo.

General ¿De donde vendrá dinero para el Gobierno?

Mabini Para los primeros gastos que requiere la instalación de un Gobierno permanente y estable, se contratará un empréstito exterior en cantidad bastante, en la forma y con las garantías que se convengan previamente con el Congreso de los Estados Unidos. Para las necesidades ordinarias de administración y para la amortización de la deuda pública, se establecerán con la equidad aquellas contribuciones que sean llevaderas para el pueblo.

General ¿Y las Islas del Sur?

Mabini Se atienen a la actitud que adopte Luzón.

General ¿Gusta la guerra a la gente de estas Islas?

Mabini No, tanto que durante los 300 años de la dominación española no se registra otra ninguna, sino la que ha empezado desde el año 1896. Se ha visto precisada a sostener la presente, para defender derechos que cree sagrados y naturales a todo pueblo.

General ¿Quiere la gente un buen gobierno de los Estados Unidos?

Mabini Cuando se convenza de la imposibilidad de obtener por ahora un Gobierno propio que a su entender es el mejor, aceptará provisionalmente el que le impongan los EE.UU.; pero Únicamente para que le sirva de medio para llegar más o menos tarde a la consecución del Gobierno propio porque así lo exige el progreso que es ley de todos los pueblos. Cuando el pueblo americano se oponga a esta ley, no tardará en llegar la época de su decadencia y ruina.

General ¿Quiere mucho la gente el progreso, ferrocarril, etc., etc.?

Mabini Una de las causas de la revolución es la aspiración a la vida del progreso que la mayor facilidad de comunicación con otros países hoy día ha hecho nacer en el corazón de los filipinos, no obstante los esfuerzos del gobierno español por neutralizar esta influencia.

General ¿La manera de gobernar de España es lo que quiere?

Mabini La opinión sensata del país detesta la administración española por los vicios inveterados que lleva consigo; así es que, cuando Aguinaldo quiso aconsejarse de algunos que han querido resucitar el sistema español, manifestando poca energía para reprimir los antiguos abusos empezó el retraimiento de los filipinos honrados y se ha visto mucha desanimación en el pueblo.

25 diciembre 1899

CHAPTER 4

LIGERAS CONSIDERACIONES PARA EL CONGRESO NORTEAMERICANO


El Congreso Norteamericano se encuentra hoy en una situación sumamente delicada y difãcil, por cuanto del acierto de sus decisiones pende el porvenir de los pueblos. El problema filipino mantiene la incertidumbre y la oscuridad tanto en el futuro de Filipinas, como también en el de los Estados Unidos de América.

La prolongación de la guerra en Filipinas traería consigo, aparte de los innumerables dispendios en hombres y dinero, el descrédito de los EE.UU. ante las demás naciones. El gobierno de Washington pudo conseguir la cesión de las Filipinas por medio del tratado de París, con el tácito consentimiento de las Potencias, porque estas esperan que el gobierno de los EE.UU. mantendrá mejor la paz y el respeto a las leyes y a la propiedad.

Sobre esta base, el gobierno de Washington desoyó las pretensiones de los filipinos de establecer y asegurar mediante formal convenio un gobierno más adecuado a sus costumbres y necesidades, pretendiendo ahogar sus legítimas aspiraciones por medio de la fuerza, bajo el pretexto de que los naturales, por carecer de capacidad para un Gobierno propio, no podrãan garantizar la paz y el orden y los intereses extranjeros.

Ahora bien, ¿puede el pueblo americano asegurar que los filipinos son incapaces para gobernar? Si lo fueran realmente podría el gobierno de Washington establecer la paz e imponer el gobierno que quiera conceder a Filipinas; pero, si son capaces, tenga la completa seguridad de que los filipinos no dejarán de luchar por sus ideales. Y conste que, prolongándose la lucha, los extranjeros clamarán por la poca seguridad de sus intereses y es muy probable que se decidan a intervenir, dando lugar a un conflicto que ocasione la ruina, no solo de Filipinas, sino también de los EE.UU.

Si el problema filipino se solucionare por medio de una transacción con los filipinos, estarían más garantidas la paz, las libertades individuales y la propiedad, y los americanos compartirían con los filipinos la responsabilidad ante la civilización y la historia; pero si el pueblo americano intentare la paz por la fuerza, para establecer un gobierno conforme con sus deseos propios, y no con los del pueblo filipino, para él sería toda la responsabilidad del fracaso.

Gobernar es estudiar las necesidades e interpretar los deseos del pueblo, para remediar aquellas y satisfacer estas. Si los naturales que conocen las necesidades, costumbres y aspiraciones del pueblo son incapaces para gobernar, ¿los americanos, que han tenido muy poco contacto con los filipinos, serán más capaces para gobernar Filipinas?

Medite bien el Congreso: es necesario un buen Gobierno en Filipinas, no por el bien de los filipinos, sino porque lo demandan el buen honor y prestigio del pueblo americano.

Ahora ¿Cuál será este buen gobierno? No me atrevo a fijarlo, porque no represento el Gobierno revolucionario y he prometido no comunicarme con los jefes y prohombres filipinos.

La Comisión americana que ha venido hace poco a Filipinas no conoce al país ni puede conocerlo en tan corto tiempo. Cuando los españoles no han conocido a los filipinos durante 300 años, temo que la Comisión americana no haya aprendido mucho en 300 días de estancia en Filipinas.

Han estado únicamente en los pueblos ocupados por las fuerzas americanas hablando con los hombres que no fijan otra norma para sus actos, sino la conveniencia personal, encerrando la patria dentro del estrecho círculo de sus relaciones e intereses; los cuales por su conducta carecen de influencia en el país. Si han hablado con algunos filipinos honrados, estos no se han expansionado por miedo de que los americanos les perjudiquen, como era frecuente en tiempo de la dominación española.

Al consignar estos apuntes, he hecho caso omiso de mis conveniencias personales; pues estoy si fuera necesario para acreditar mi convencimiento y mi fe; dispuesto a todo género de sacrificios, además creo corresponder mejor al buen trato que he recibido y sigo recibiendo de las autoridadesamericanas, manifestándoles la verdad desnuda sin contemplaciones de ninguna especie, para evitar equivocaciones irreparables.

25 diciembre 1899. Apolinario MABINI.

CHAPTER 5

EL MENSAJE DEL PRESIDENTE MC-KINLEY


No podemos resistir al deseo de escribir dos palabras acerca del mensaje anual leído en ambas Cámaras del Congreso el día 5 diciembre último, en la parte que a Filipinas concierne. Estamos convencidos de que todo esfuerzo que tienda a interpretar sinceramente los sentimientos del pueblo filipino, para la más acertada solución del problema, constituye un servicio no solo a Filipinas sino también a los Estados Unidos de América.

Pero no olvidaremos nuestra situación especial: no abusaremos de una libertad debida a la generosidad de nuestros enemigos políticos. Hablaremos, no como un mal llamado insurrecto, sino como un americanista que no ha dejado de ser filipino; hablaremos como un hombre racional que atiende, no solo a las conveniencias del cuerpo, sino también a las del espíritu; nos haremos eco fiel de la opinión publica menos dispuesta a la guerra, sin predicar los ideales que hemos sostenido y seguimos sosteniendo a impulsos de nuestras propias convicciones.

Así no discutiremos la bondad y justicia del tratado de París; no demostraremos tampoco que la compra-venta de Colonias, practicada por las naciones civilizadas como un acto lícito, es, como continuación al por mayor del antiguo tráfico de esclavos, contraria al derecho natural, único fundamento y razón suficiente de la justicia de todas las leyes humanas. Solo haremos notar que el tratado de París lejos de aportar a América, como algunos esperan tal vez, un inmenso mercado para sus productos y vasto campo de explotación para sus Capitales, lo que ha hecho es enlazar fuertemente con el vínculo de la solidaridad los sonrientes destinos de América con el porvenir precario e incierto de Filipinas. De hoy más los americanos tendrán no poca parte en las alegrías, tristezas, miserias y desdichas de los filipinos. ¿Sabrán los americanos apreciar con criterio desapasionado esta mancomunidad de suerte y sobrellevar la pesada carga que les toca, con el espãritu digno de su raza y de sus tradiciones, parodiando al presidente McKinley?

El presidente hace mención de un manifiesto que mandó publicar a la conclusión del Tratado de París anunciando a los filipinos que «los americanos no habían venido en son de invasores y conquistadores, sino como amigos para proteger a los naturales en sus casas, ocupaciones y derechos personales y religiosos». Acerca de este particular encontramos necesaria una explicación. ¿Se ha preguntado alguna vez al gobierno de los EE.UU. si existían, no ya el sagrado del domicilio filipino ni la libertad para el trabajo, sino cualquiera de los derechos personales y religiosos? Debemos advertir que nuestra casa, honor, hacienda y libertades o derechos personales estaban, en tiempo de la dominación española, a merced de las facultades discrecionales y omnímodas del Gobernador general español en Filipinas; y por consiguiente no existían, como tampoco existen ahora. ¿Han venido para establecerles? Entonces debieran declararlos y regularlos previamente. ¿Se trata de los derechos que todo hombre tiene por naturaleza con anterioridad a toda ley humana? Miren lo que han hecho y continúan haciendo con los filipinos, compárenlo con los principios proclamados en la declaración de la Independencia de los EE.UU. y si no se dejan llevar de la pasión, comprenderán que ellos mismos han provocado la desconfianza en el ánimo de los filipinos. Por otra parte, decir que los americanos no han venido como conquistadores, es confesar paladinamente que el Tratado de París y la soberanía americana en Filipinas, a menos que sean reconocidos espontáneamente por los filipinos, solo descansan en la RAZÓN DE LA FUERZA que las Potencias suelen bautizar con el nombre raro de DERECHO DE CONQUISTA.

Pasa luego el Mensaje a decir que siniestras ambiciones de unos pocos jefes filipinos crearon, a la llegada de la Comisión americana en estas playas, una situación llena de embarazos para los americanos y de fatales consecuencias para los filipinos; cuando el más caracterizado de esos jefes, al principio de su vuelta de Hong Kong, solo aspiraba a la liberación de las Islas de la dominación española. Nada diremos del primer extremo, porque de reputarlo, decir podrían que escribimos en pro de los revolucionarios; solo indicaremos de paso que el informe de la Comisión deja mucho que desear en punto a imparcialidad, porque ha estado constantemente sometida al influjo de la excitación producida por la ruptura de hostilidades. Admitiendo como cierto el segundo extremo, preguntaremos: el pueblo filipino, al cansarse del yugo español ¿no podía tener otro objeto sino el de someterse a otro yugo, o aspiraba al mejoramiento de su condición? Aun suponiendo al pueblo filipino en estado de barbarie destituido de toda cultura, no podríamos negarle la inclinación natural a una vida mejor, que encontramos hasta en los irracionales. Por otra parte es de suponer que el pueblo americano desea de veras el mejoramiento de los filipinos y no pretenderá imponerles un yugo tan duro como el anterior, limitándose a acallar sus aspiraciones con promesas melifluas, porque es de suponer tambiÉn que no querrá renunciar al derecho de levantar su frente ante la civilización y la historia, ni renegar de su pasado y tradiciones, ni desmentir abiertamente las razones de humanidad alegadas ante el mundo, para justificar su guerra contra España y el deseo de quedarse a toda costa con las Islas Filipinas.

Como hablamos, no para hacer propaganda de nuestros ideales, sino para informar al pueblo americano de los verdaderos deseos del pueblo filipino, prestando un servicio a la causa de la paz, vamos a relatar brevemente los antecedentes de la revolución Filipina, pues por ellos comprenderemos los medios de mejoramiento que pueden ofrecerse a los filipinos. La muerte de tres sacerdotes filipinos Burgos, Gómez y Zamora produjo un cambio en los sentimientos del pueblo. El padre José Burgos era muy popular, porque defendía los derechos del clero filipino; de aquí el que su muerte haya sido sentida hondamente y haya provocado una protesta general de indignación. Es verdad que esta protesta no salía del seno del hogar y de la confianza, porque las autoridades españolas tenían reservadas para esta clase de resabios cruelísimas penas; pero, por lo mismo que no podía desahogarse, creció más y más.

Más tarde algunos jóvenes filipinos fueron a España, no solo para adquirir mayores conocimientos, sino para exponer al pueblo español las verdaderas necesidades del pueblo filipino, que las autoridades españolas aconsejadas por las Corporaciones religiosas procuraban ocultar y reprimir, en vez de atender. Al efecto fundaron un periódico sostenido por el pueblo y pidieron la regulación de las facultades del gobernador general; la representación filipina en el cuerpo legislativo español; la libertad de imprenta, de cultos y de asociación; la prohibición de expedientes gobernativos en que se condenaba a uno sin ser oído, o se violaban el domicilio y la correspondencia por simples denuncias reservadas a las autoridades gobernativas; la secularización de las Parroquias, la equiparación de los filipinos a los españoles en todos los derechos políticos y civiles y en la participación en los empleos públicos, ya que aquellos solos casi soportaban las cargas públicas; muchos auxilios y pocas trabas a la agricultura, industria y comercio: en una palabra, la promulgación en Filipinas de la constitución española y la asimilación completa de las mismas a cualquiera provincia de la Península española.


(Continues...)

Excerpted from Al Pueblo y Congreso Norteamericanos by Apolinario Mabini. Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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Table of Contents

Contents

CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 7,
COPIA DE LA CARTA DEL GENERAL WHEELER DIRIGIDO AL SEÑOR MABINI, 9,
CONTESTACIÓN DEL SEÑOR MABINI AL GENERAL., 10,
PREGUNTAS Y RESPUESTAS, 11,
LIGERAS CONSIDERACIONES PARA EL CONGRESO NORTEAMERICANO, 15,
EL MENSAJE DEL PRESIDENTE MC-KINLEY, 17,
CARTA DEL MISMO A LOS REPRESENTANTES EN MANILA DE LOS PRINCIPALES PERIÓDICOS DE AMÉRICA, 25,
LIBROS A LA CARTA, 29,

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