Un hombre que siempre se había considerado a sí mismo inteligente y capaz, muere al final de una larga vida y se encuentra del Otro lado, esperando una entrevista con Dios. Parecía no existir el tiempo en aquella habitación llena de luz en la que se encontraba sentado solo. No había techo, ni paredes ni piso, y él trataba de adecuarse a su nueva circunstancia y esperaba con ansiedad el encuentro que se aproximaba. "Qué me preguntará Dios?" se preguntaba. "Nunca fui un gran pensador. Qué haré si me pregunta sobre el significado de la vida? No sabré qué decir. En todo caso podría decirle la verdad: estuve demasiado ocupado siendo exitoso para pensar sobre ese tipo de cosas. Después de todo mis logros han sido admirables, aun Dios debería poder ver eso!"
Con gran concentración, trató de recordar todaslas cosas maravillosas que había logrado durante su vida, de modo de estar listo para hablar con Dios.
De repente Dios apareció delante de él y se sentó en la otra silla vacía. "Es muy bueno verte," comenzó a decir Dios. "Así que, dime, cómo te parece que te fue?"
El hombre suspiró profundamente aliviado al oír que la pregunta que Dios le estaba haciendo era la pregunta que estaba seguro de poder responder. Sintiéndose seguro, comenzó: "Bien, me imaginé que podrías preguntarme eso, así que he hecho una pequeña lista de mis logros. Quería poseer mi propio negocio y convertirme en alguien económicamente exitoso, y lo hice. Quería tener un buen matrimonio, y permanecí casado hasta que se terminó mi vida: cincuenta y dos años! Quería enviar a mis dos hijos a la universidad, y lo logré. Quería poseer una casa lujosa, y la tuve. Quería aprender a jugar al golf y pasar los noventa años, y eso hice. Quería comprarme un barco, y lo hice. Oh, no debería olvidarme de esto: quería donar dinero a causas nobles con regularidad, y lo hice." El hombre se sentía totalmente satisfecho consigo mismo, oyendo su propia lista. Seguramente Dios estaría impresionado.
"De modo que, en conclusión," declaró, "diría, sin intención de sonar inmodesto o nada de eso, que me fue muy bien, teniendo en cuenta que logré la mayoría de las cosas que me propuse hacer. Pero, por supuesto, dado que tú eres Dios, ya sabías todas estas cosas."
Dios sonrió con bondad, "En verdad, estás equivocado."
"Equivocado?" preguntó el hombre. "No comprendo."
"Estás equivocado," repitió Dios, "Porque no estuve prestando mucha atención a los objetivos que lograbas."
El hombre estaba desconcertado. "No estuviste atento? Pero yo pensé . . . "
"Lo sé," interrumpió Dios. "Todos piensan que cuanto más exitosa fue su vida, mejor fue. Pero no es esa la forma en que las cosas se miden aquí arriba. No presté atención a todas las veces en que conseguiste lo que esperabas y deseabas, porque eso no me hubiera mostrado mucho lo que estabas aprendiendo en tu vida en la tierra. Estuve observándote más cuidadosamente durante todos esos momentos difíciles en que te encontraste con lo inesperado, con cosas que no habías planeado o que no querías que sucediesen. Ya ves, es la forma en que manejas esas cosas lo que refleja el crecimiento y la sabiduría de tu alma."
El hombre estaba anonadado. Había estado totalmente equivocado! Él había pasado toda su vida tratando de hacer todo bien. "Cómo podría yo saber qué lecciones aprendí de los momentos difíciles de la vida?" se preguntó presa de pánico. "A mí ni siquiera me gustó nunca admitir que tenía problemas. Qué se supone que le debo decir a Dios ahora?"
Por un momento se quedó sin palabras, pero siendo incapaz de disfrutar de las derrotas, pronto fue invadido por una segunda oleada de energía. 'No te quedes ahí sentado!' se dijo a sí mismo con severidad. 'Nunca perdiste una negociación en la Tierra. Inténtalo nuevamente!' Recurriendo a toda su confianza en sí mismo, comenzó de nuevo:
"Bien, si soy enteramente sincero, Dios, sólo estaba tratando de ser correcto. Realmente --y no lo tomes como algo personal-- mi vida fue un infierno! Cuántas dificultades, qué decepciones, qué pruebas y padecimientos! Déjame que te cuente cuando mi suegra se mudó con nosotros por unos meses. Y después vino la época en que tuve dos cálculos renales, al mismo tiempo! Y mi hijo menor sólo me dio problemas. Y mi esposa, no me hagas empezar con mi esposa o estaré aquí una eternidad . . . "
"Tómate tu tiempo," respondió Dios. "No tengo apuro . . . "
De una u otra forma, todos somos como el hombre de mi pequeña fábula. Hacemos todo lo posible para que las cosas salgan bien. Hacemos listas, nos fijamos objetivos, estudiamos, nos entrenamos, aprendemos, nos comprometemos en nuestras relaciones y con nuestros sueños, nos organizamos, rezamos, juramos y resolvemos problemas, deseando experimentar la felicidad y éxito que imaginamos para nosotros. Y sin embargo, inevitablemente, todos nos encontramos en algún momento con que, a pesar de lo tenazmente que hemos trabajado, de cuán bien nos hemos preparado, cuán profundamente hayamos amado, las cosas no resultan como pensamos que serían. No importa cuánto nos esforcemos, no podemos hacer planes para lo inesperado.
Ya sea que estas sorpresas difíciles lleguen en forma de pequeños contratiempos, impactos terribles o despertares graduales y dolorosos, el resultado es el mismo: terminamos enfrentados cara a cara a momentos pasmosos de revelaciones poco gratas cuando nos damos cuenta para nuestra gran consternación que estamos viviendo una vida que no se parece a la que queríamos. Y a diferencia del hombre de la historia, usualmente no somos tan rápidos y ágiles para responder a lo inesperado. Lo que sucede con más frecuencia es que quedamos sacudidos, desorientados y buscando desesperadamente respuestas.