Una dama valiente y decidida.
Un hombre despiadado que intentará salirse con la suya.
Y un vizconde a quien toda precaución le parece poca para poner a salvo a la mujer que ama.
Tras la muerte de su esposo y temiendo que su hijastro atente contra ella, Elorah Pickford decide abandonar el que durante cinco largos años ha sido su hogar y renunciar a su parte de la herencia para conservar la vida. Poner distancia, comenzar de cero en un lugar en el que nadie la conozca, es su propósito. Su plan de fuga era perfecto y su determinación para llevarlo a cabo, formidable. Sin embargo, el frío, la nieve y el cansancio, supondrán un escollo insalvable.
A pesar de su fama de mujeriego e insensato, Henry Bloodworth, vizconde de Mansfield, no es insensible a las desgracias ajenas. Por eso, cuando aquella mujer se desploma sobre la acera, en plena noche, no duda en socorrerla. Descubrir que se trata de una atractiva viuda en apuros, despertará en él algo más que compasión. Seducirla, además de ayudarla, serán sus objetivos y para ello no dudará en acompañarla hasta el pequeño pueblo de Minstrel Valley.
Allí y por primera vez en su vida, Elorah sentirá que puede ser ella misma, que es libre para hacer lo que le plazca sin rendir cuentas a nadie. Esa determinación, el deseo de tener por fin el control, será un obstáculo para lord Mansfield y su juego de seducción.
Un juego que dejará de serlo cuando los sentimientos entren en acción y la vida de la atractiva viuda vuelva a estar en peligro.
Una dama valiente y decidida.
Un hombre despiadado que intentará salirse con la suya.
Y un vizconde a quien toda precaución le parece poca para poner a salvo a la mujer que ama.
Tras la muerte de su esposo y temiendo que su hijastro atente contra ella, Elorah Pickford decide abandonar el que durante cinco largos años ha sido su hogar y renunciar a su parte de la herencia para conservar la vida. Poner distancia, comenzar de cero en un lugar en el que nadie la conozca, es su propósito. Su plan de fuga era perfecto y su determinación para llevarlo a cabo, formidable. Sin embargo, el frío, la nieve y el cansancio, supondrán un escollo insalvable.
A pesar de su fama de mujeriego e insensato, Henry Bloodworth, vizconde de Mansfield, no es insensible a las desgracias ajenas. Por eso, cuando aquella mujer se desploma sobre la acera, en plena noche, no duda en socorrerla. Descubrir que se trata de una atractiva viuda en apuros, despertará en él algo más que compasión. Seducirla, además de ayudarla, serán sus objetivos y para ello no dudará en acompañarla hasta el pequeño pueblo de Minstrel Valley.
Allí y por primera vez en su vida, Elorah sentirá que puede ser ella misma, que es libre para hacer lo que le plazca sin rendir cuentas a nadie. Esa determinación, el deseo de tener por fin el control, será un obstáculo para lord Mansfield y su juego de seducción.
Un juego que dejará de serlo cuando los sentimientos entren en acción y la vida de la atractiva viuda vuelva a estar en peligro.

Claro de luna
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