Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento: Romanos
La serie de comentarios por Samuel Pérez Millos es un estudio del griego a lo largo del Nuevo Testamento de una forma metódica. Se trata de una gran colección técnica, analítica. Lingüística, exegética, práctica y didáctica complementada con temas doctrinales que precisan de mayor atención y detalle. Incluye texto interlineal completo, análisis detallado de palabras y preposiciones, exposición y aplicación..
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Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento: Romanos
La serie de comentarios por Samuel Pérez Millos es un estudio del griego a lo largo del Nuevo Testamento de una forma metódica. Se trata de una gran colección técnica, analítica. Lingüística, exegética, práctica y didáctica complementada con temas doctrinales que precisan de mayor atención y detalle. Incluye texto interlineal completo, análisis detallado de palabras y preposiciones, exposición y aplicación..
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La serie de comentarios por Samuel Pérez Millos es un estudio del griego a lo largo del Nuevo Testamento de una forma metódica. Se trata de una gran colección técnica, analítica. Lingüística, exegética, práctica y didáctica complementada con temas doctrinales que precisan de mayor atención y detalle. Incluye texto interlineal completo, análisis detallado de palabras y preposiciones, exposición y aplicación..

Product Details

ISBN-13: 9788482675534
Publisher: CLIE
Publication date: 06/10/2012
Series: Comentario exegético al texto griego del N. T.
Pages: 1132
Product dimensions: 6.20(w) x 9.40(h) x 2.20(d)
Language: Spanish
Age Range: 18 Years

Read an Excerpt

ROMANOS

COMENTARIO EXEGÉTICO AL TEXTO GRIEGO DEL NUEVO TESTAMENTO
By Samuel Pérez Millos

Zondervan

Copyright © 2011 Samuel Pérez Millos
All right reserved.

ISBN: 978-84-8267-553-4


Chapter One

EL EVANGELIO

Introducción general.

La Epístola a los Romanos es, sin duda, uno de los escritos bíblicos que mayor impacto han causado en el mundo cristiano a través de los siglos. Maestros, teólogos y comentaristas de todos los tiempos, han comentado total o parcialmente esta joya de la literatura bíblica. Algunos de ellos lo han hecho de tal forma que ha supuesto un cambio radical en las mismas bases de la fe y en la forma de vida de la Iglesia, como es el caso de los Reformadores. Martín Lutero (S. XVI), basó en ella la doctrina de la justificación por la fe, que había iniciado antes con el estudio de los Salmos. Otros reformadores, tales como Juan Calvino, Juan Knox y Felipe Melancton, despertaron a grandes verdades de la fe por la lectura de la Epístola. Este mismo escrito fue base para grandes avivamientos. El que correspondió a los tiempos de Wesley comenzó por la lectura y estudio de la Epístola a los Romanos. El gran evangelista Moody, pidió a William R. Newell que visitara las iglesias en Estados Unidos para enseñar la Epístola a los Romanos.

El escrito es verdaderamente necesario para el tiempo actual. La doctrina bíblica necesita ser conocida profundamente. La ética cristiana debe mantenerse en medio de un mundo que cuestiona los valores más elementales de la moral. La verdadera fe, que descansa en Dios y su obra, se enfrenta al sistema humanista del post-modernismo, respondiendo con la única e inalterable obra que Dios hizo a favor del hombre para reconducirlo a Él y darle en su gracia, por medio de la fe en Cristo, la esperanza cierta y la regeneración necesaria para el cambio de su propia condición que el sistema del mundo moderno no puede dar. El escritor de la Epístola, tiene en mente lo que él mismo llama "el evangelio", y explica que es el "poder de Dios para salvación a todo aquel que cree". Tal afirmación se desarrolla en el contenido teológico de la misma, en la magistral aportación de un caudal de verdades enlazadas y presentadas con la profundidad, el orden y la precisión que son propias de un maestro de maestros, como fue el apóstol. Sin embargo, todo el amplio cuerpo de doctrina, no queda en una mera exposición de verdades teológicas, sino que se trasladan a la vida cotidiana en lo que es la parte aplicativa de la Epístola. El poder de Dios que salva de la condenación eterna, es el mismo poder que santifica al cristiano para vivir una vida conforme al cambio operado en él por la obra de salvación. Vidas transformadas son el mejor comentario a la verdad doctrinal del evangelio que el apóstol trata en el escrito. Las vidas cambiadas por la transformación poderosa de Dios operando en el creyente, producen un impacto en la sociedad que hace comprensible, sin palabras, la verdad expresada por Pablo: "El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree".

La Epístola es también actual en la evangelización. El evangelio que el apóstol proclama desde ella responde a una exposición teológica de las verdades que son base del evangelio. La exposición y proclamación del mensaje de salvación requiere un conocimiento doctrinal profundo, si lo que se pretende es realmente predicar el evangelio del que Pablo escribe. Lamentablemente la exposición bíblica en la predicación del evangelio ha dado paso a simples discursos que carecen de lo más imprescindible, como es un contenido doctrinal sólido en su mensaje para que el oyente pueda tener base suficiente para creer con conocimiento de causa. La ausencia del contenido doctrinal en la evangelización actual es el resultado, en muchos casos, de un desconocimiento serio de las Escrituras y, en otros, es la adaptación a los sistemas que el postmodernismo ha generado en nuestra sociedad. De ahí, la necesidad de volver a hacer una relectura y comentario de la Epístola.

Roma.

La ciudad.

La ciudad de Roma surgió de los asentamientos de tribus latinas que habitaban las siete colinas, en la confluencia entre el río Tiber y la Vía Salaria, a unos veintiocho kilómetros del mar Tirreno. En el s. VIII a.C. los asentamientos se unificaron bajo el nombre de Roma Quadrata. Una antigua leyenda cuenta que la ciudad fue fundada por Rómulo el 21 de abril de 753 a.C., siendo el primero de los siete reyes de Roma.

La leyenda cuenta que después de la caída de Troya en Asia Menor, un grupo de troyanos, dirigidos por Eneas, se instaló en las riberas del Lacio. Eneas se casó con Lavina, hija de un rey de este país. Sus hijos, entre ellos Ascanio, fundaron Alba Longa. Rea Silvia, hija de Numitor, rey de Alba, tuvo dos gemelos, Rómulo y Remo, de su unión con el dios Marte. Debido a la persecución de su tío Amulio, que había expulsado a Numitor del trono de Alba, tuvo que abandonar a sus hijos en una cuna, que fue a la deriva por el Tíber hasta el pie del Palatino. Ante los gritos de los gemelos, una loba acudió a amamantarlos. Posteriormente fueron recogidos por pastores. Ya mayores, quisieron fundar una ciudad. Se disputaban el honor de esta fundación, y para solucionar la querella consultaron al vuelo de los pájaros, como los etruscos acostumbraban hacer. Rómulo fue el afortunado. También siguiendo el rito etrusco, trazó en el Palatino los límites de la ciudad. Enganchó una vaca y un buey blanco a un arado y señaló con un surco el lugar de los cimientos de las murallas. Remo, para burlarse de su hermano, traspasó el surco de un salto, por lo que Rómulo le mató.

La ciudad estado fue gobernada inicialmente por un rey elegido por un consejo de ancianos (senatus). En medio de la leyenda se dan los siguientes nombres a los reyes: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Lucio Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Lucio Tarquino el Soberbio, quien fe derrocado en el 509 a.C. cuando fue establecida la República Romana. En el período inicial de la República se establecerían las bases de lo que fueron luego las instituciones más características: El Senado, las Magistraturas y el Ejército.

Los romanos fueron sometiendo paulatinamente a todas las tribus habitantes de la península itálica. En un ambiente de continuas guerras, fue consolidándose el sistema romano. En la última mitad del s. III a.C., Roma se enfrentó a Cartago en las dos primeras Guerras Púnicas, conquistando Sicilia e Iberia, o Hispania. La gran expansión romana por el mediterráneo se produce en base a la derrota de Macedonia y a la Dinastía Seléucida en el s. II a.C. Esta expansión trajo profundos cambios en la sociedad romana. Este cambio originó continuas contiendas e incluso guerras civiles.

A los primeros ciudadanos romanos se les llamó patricios, por ser los padres de las familias que integraban la base de la sociedad. Los hijos de los patricios adquirían la condición de ciudadanos al cumplir los 17 años, pero continuaban sujetos a la patria-potestad del padre, hasta que éste moría.

Roma, como ciudad era la capital del imperio. Hacia mediados del s. III a.C. la actividad política se mantenía en el marco de la civitas de Roma. El territorio de la península itálica estaba dividido en ciudades que se dividían en distintos grados: colonias romanas, municipios, colonias de derecho latino, y ciudades aliadas. Cada ciudad estaba ligada a Roma por un tratado, tanto más duro cuanto más difícil hubiera resultado su conquista y vinculación. Sólo tenían derechos políticos los ciudadanos romanos y para ejercerlos era necesario estar en la propia Roma. El mundo de entonces se había organizado en una federación de ciudades que gravitaban alrededor de Roma y accedían progresivamente a la plenitud de derechos de la ciudadanía romana.

Por otra parte, la constante expansión del mundo romano hasta el s. II d.C. exigió que el pueblo romano delegara su poder soberano al emperador. Desde entonces Roma dejó de ser un estado romano para ser la capital del imperio. En el tiempo de los Antoninos (s. II d.C.), Roma se había convertido en una aglomeración de gentes que se estimaba en más de un millón de habitantes, en la que los pobres se amontonaban en edificios de varios pisos, mientras los ricos vivían en palacios. Los emperadores residían en el Palatino. La ciudad tenía una densa red de carreteras que la unía con los puntos más distantes del imperio y de las ciudades que estaban en su trayectoria. El puerto de Ostia, en la desembocadura del Tíber, servía como núcleo en las relaciones marítimas y garantizaba el abastecimiento a la ciudad de las más diversas mercaderías. El abastecimiento de agua se hacía por medio de acueductos, algunos verdaderas obras de ingeniería, que traían los recursos hídricos de los montes Apeninos. La guardia pretoriana acantonada en el Esquilino, hacía funciones policiales vigilando la ciudad e impidiendo aglomeraciones y garantizando los suministros y el orden en ella.

Las clases sociales en la república se agrupaban inicialmente en: Cives, ciudadanos; patricci, los patricios y plebeii, los plebeyos. A estos, sin categoría civil, se unían los non civies, constituidos por los liberti, esclavos liberados y los servi, siervos. En tiempos de Augusto, los esclavos aumentaron en forma considerable. Se dice que algunas familias llegaron a tener más de quinientos esclavos y que en la ciudad no había menos de doscientos cincuenta mil. Por influencia de los estoicos y especialmente de los cristianos, el trato a los esclavos se va haciendo cada vez más humano. Los emperadores Adriano y Antonio legislaron sobre el maltrato a los esclavos. Los esclavos procedían, entre otros orígenes, de los prisioneros de guerra. Carecían de todo derecho legal y eran simplemente instrumentum vocale, literalmente herramienta que habla. Trabajaban de por vida haciendo los peores trabajos para el dueño al que pertenecían. El trato dependía absolutamente del carácter del amo. Los libertos, sin duda por el gran número de esclavos, aumentaron también, hasta el punto de que Augusto prohibió liberar a más de cien por testamento. En la ciudad había también los clientes, verdaderos parásitos sociales que vivían bajo la influencia de los poderosos a quienes se adherían. Estos solían ser extranjeros o refugiados pobres, sujetos al patronazgo de un patricio, el cual les brindaba ayuda económica, protección ante la ley, permitiéndoles participar de los actos religiosos a cambio de que lo acompañaran a la guerra y lo sirvieran en los trabajos que el patricio les solicitara. Los patricios eran la clase social más alta, equivalente a la nobleza. Eran descendientes de las primeras familias asentadas en Roma y constituyeron, desde el principio, el primer eslabón social. Eran las personas que poseían un mayor número de esclavos. Tenían la exclusiva de los cargos públicos y dirigían la ciudad de Roma y se sentían orgullosos de tener un número grande de clientes que los siguiera y sirviera.

La elite y la multitud se reunían juntos en el teatro, en el circo, en los combates del anfiteatro y en los grandes desfiles victoriosos, en los que el emperador, al frente de sus tropas, de los prisioneros y del botín conquistado, pasaba bajo un arco de triunfo decorado con bajorrelieves y con inscripciones, y ascendía por la vía Sacra hasta el Capitolio, para dar gracias Júpiter. La ciudad, junto con los emperadores, llegó a divinizarse llamándose Dea Roma, y proponiéndose a fundar la unidad sobre su propio culto: el de Roma y de Augusto. Sin embargo, cuando las conquistas terminaron (s. II d.C.) la ciudad sintió la presión de germanos y partos, replegándose al interior de la muralla de Aureliano, cuyo perímetro era de 18.837 m. lo que da idea de la dimensión que había alcanzado. En la segunda mitad del s. III, Roma dejó de ser residencia del emperador que buscaba una aproximación a las fronteras. Sin embargo, el declive de la ciudad se produce a partir de Constantino, quien asentó dos grandes golpes a Roma: Primero, proclamó el cristianismo como religión imperial, arruinado el culto de Roma y, en segundo lugar, fundó Constantinopla, donde fijó su residencia. Privada de la presencia imperial, la ciudad fue decayendo dentro del marco del Imperio de occidente, hasta el momento en que fue saqueada por los visigodos de Alarico, por los vándalos de Genserico, y por los suevos de Ricimer.

Mención especial merecen los judíos en Roma. Luego de la toma de Jerusalén (63 a.C.), Pompeyo envió a la ciudad un cierto número de judíos como prisioneros de guerra. Muchos de ellos fueron liberados, pero un número grande se quedó a vivir en la ciudad. La fuerza de ellos fue creciendo y, sobre todo, su influencia, de manera que Cicerón, en su discurso a favor de Valerio Flaco (59 a.C.), dice que debía hablar suavemente, para no sublevar a los judíos de Roma. En ese mismo discurso se dice que todos los años se mandaba oro desde Italia a Jerusalén. Los judíos residían preferentemente en el barrio del Trastévere. Julio Cesar los favoreció mucho. Hubo un momento en que las asociaciones que no pudieron justificar su procedencia fueron abolidas, pero los judíos pudieron seguir como estaban organizados como agrupación propia. Tanto los judíos como su religión, el judaísmo, tuvieron estado legal en Roma. La colonia judía era grande y cuando se solicitó la declaración de nulidad del testamento de Herodes I, se juntaron a los enviados más de ocho mil judíos. En tiempos de Tiberio, a causa de un escándalo financiero en el año 19 d.C. los judíos fueron expulsados de Roma, pero en el año 31 Tiberio dio instrucciones para no molestarlos más, de modo que volvieron en gran número a la ciudad. Algo semejante ocurrió con Claudio (41-54), quien confirmó primero los privilegios de los judíos para expulsarlos más tarde (Hch. 18:2). Cuando Pablo llegó a Roma (año 61) había un gran número de judíos, bien organizados, invitando Pablo a una reunión con él a los principales de ellos (Hch. 28:17), procurando alcanzarlos con el evangelio.

La iglesia.

Se desconoce quienes fueron los fundadores de la iglesia en la ciudad. Se puede afirmar que la iglesia estaba constituida desde mucho tiempo antes de la visita de Pablo. Según la tradición se fundó sobre el año 42. Se aprecia por la Epístola que Pablo no había estado en Roma cuando ya la iglesia estaba constituida (1:13; 15:23).

Una tradición antigua de Eusebio y tal vez de Hipólito, a la que se opone Ambrosiater, coloca a Pedro como fundador de la iglesia en Roma, pretendiendo que el apóstol estuvo en esa ciudad en tiempos de Claudio y que en ese tiempo fundó la iglesia. Sin embargo el libro de Hechos testifica de la presencia de Pedro en Palestina hasta después del concilio de Jerusalén (Hch. 15), así como Pablo (Gá. 2:1-10). Una evidencia más aparece en la Epístola, en la que Pablo no menciona el nombre de Pedro en la larga lista de treinta y cinco nombres de creyentes de la iglesia en Roma que aparece en la despedida del escrito (cap. 16). Sin duda, si Pedro fuese obispo en aquella iglesia, su nombre aparecería en los saludos. Pablo anhelaba predicar el evangelio en donde otros apóstoles no lo hubieran hecho (15:20), por lo que si Pedro hubiera estado antes, no sería consecuente con su propia afirmación. Sin embargo, frente al sector católico conservador que se esfuerza en mantener la fundación de la iglesia por Pedro, está el no menos equivocado del sector protestante que niega en absoluto que Pedro hubiera estado alguna vez en Roma, con una argumentación tan débil como la otra. La historia de la iglesia da fe de la presencia de Pedro en Roma en los años 60, desde donde debió haber escrito su Primera Epístola, en la que saluda a los lectores desde la iglesia en Babilonia (1 P. 5:13), nombre que debe entenderse como figurativamente aplicado a Roma. Con todo, esa fecha, es tardía para adjudicarle la fundación de la iglesia.

Posiblemente la iglesia fue fundada por creyentes judíos que procedentes de Roma, escucharon el mensaje del evangelio en Jerusalén, en el día de Pentecostés (Hch. 2), donde se mencionan a los romanos (Hch. 2:10). Tal vez ellos llevaron el evangelio a Roma y fundaron la iglesia. No cabe duda que algunos judíos expulsados de Roma por el emperador Claudio, eran creyentes, como Priscila y Aquila (Hch. 18:2). Otra posibilidad es que creyentes de Antioquia de Siria, iglesia que evidentemente tenía un ferviente celo evangelístico (Hch. 13:1), hubiesen alcanzado entre los gentiles a algún romano, o incluso que alguno de aquella iglesia se hubiera desplazado a Roma y hubiese predicado allí el evangelio, con el resultado de la formación de un primer núcleo de creyentes en aquella ciudad. Lo que es claro es que la evangelización no procede del trabajo de algún apóstol, sino de creyentes comunes que habían creído en Cristo en los primeros años de la predicación del evangelio.

(Continues...)



Excerpted from ROMANOS by Samuel Pérez Millos Copyright © 2011 by Samuel Pérez Millos. Excerpted by permission of Zondervan. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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