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Cuando tu PADRE se vuelve tu HIJO
Un viaje de FE a través de l a d emencia de mi madre
By KEN ABRAHAM Grupo Nelson
Copyright © 2012Ken Abraham
All rights reserved.
ISBN: 978-1-60255-874-8
Excerpt
CHAPTER 1
Los hombre s de t raje s blancos
¿Cómo es posible perder a un ser amado mientras este vive, mientras está sentado frente a usted, hablando con usted, sonriéndole; y sin embargo, la persona a quien ha conocido y amado durante tantos años se ha ido? Usted observa las peculiaridades y las rarezas sutiles que están sucediendo con más frecuencia cada vez; no obstante, ignora la verdad: que no está lidiando con la obstinación ni las ofensas involuntarias de un anciano, está lidiando con una enfermedad devastadora y posee pocas herramientas con que pelear.
* * *
Otras personas observaron cambios en mi mamá antes que yo. Dave Saunders, un amigo que asiste a la misma iglesia que mi familia, observó que mamá caminaba arrastrando los pies por el atrio, hacia el santuario principal. "¿Le sucedió algo a tu madre?".
—No, ¿a qué te refieres?
—Parece estar moviéndose más lentamente que cuando asistieron la última vez —observó Dave.
—Sí, cada vez va más lento — admití. Yo no había notado realmente la diferencia, ya que era un proceso gradual; pero quienes no habían estado cerca de mamá podían reconocer que ella había cambiado. Ese fue el primer indicio de que algo no andaba bien.
El comportamiento de mamá debió haber despertado mis sospechas, después de la décimo tercera llamada (en una sola mañana), pero yo ignoraba su verdadera afección. En realidad ella no necesitaba nada, simplemente deseaba saludar, lo cual hizo en las primeras tres llamadas, aunque no recordaba haber hecho ninguna de ellas. Las llamadas restantes eran más de lo mismo, todas grabadas en mi correo de voz.
—Ken, soy mamá. Solo deseaba decirte que tuve un buen desayuno. Tocino y huevos, pan tostado y ciruelas. Muchas ciruelas.
—Ah, eso es genial, mamá. Me da gusto que estés comiendo bien.
La segunda llamada era idéntica a la primera; y la décimo primera, la décimo segunda y la décimo tercera llamadas tenían un ligero cambio. Mis hermanos me lo habían advertido, pero yo resistía firmemente la idea de que mi madre, quien en el 2007 tenía ochenta y cinco años, ya no estuviera tan mentalmente ágil como siempre. Ah, seguro, ya había visto los signos, pero había decidido interpretarlos como meras manías para hacer las cosas. Yo no viví cerca de mamá durante más de veinte años, de manera que sus manías y deslices me parecían más graciosas que irritantes.
Había observado una ligera paranoia cuando ella venía de Orlando a visitarnos, pero siempre percibía su inquietud como simples temores, reales e imaginados, de una persona anciana que se encontraba en un ambiente extraño.
Una noche, alrededor de la medianoche, ella me llamó. "Ken, hay un hombre en la entrada de vehículos".
—¿Cómo? — estaba medio dormido— . No, mamá, no hay nadie ahí. Vuélvete a dormir.
—¡No voy a dormir con un hombre mirando por tus ventanas!
—Mamá ...
No estoy seguro quién de los dos estaba más exasperado, si mamá o yo. Ella insistió que alguien estaba juzgando la casa afuera en el camino de entrada de vehículos. "¡Ahí está!", dijo inquieta.
—Mamá, no hay nadie ahí — dije enfáticamente, mientras me ponía las gafas para poder ver más claramente, simplemente para asegurarme.
—Mira, ahí está — dijo mamá nerviosamente— . Se está moviendo; ya está allá, ¡justo frente a la entrada de vehículos!
Me acerqué más a la ventana y me froté los ojos, mientras miraba en la oscuridad de nuevo. No veía nada en la entrada, aunque percibí la brisa que soplaba en las copas de los árboles, creando sombras inusuales en el suelo. Solamente había una cosa por hacer. Me volteé y la tomé de la mano. "Ven, mamá. Vamos allá abajo".
Ahora, no crea que soy una especie de Rambo, listo para darle una lección a la gente al instante. No, normalmente yo no busco problemas. Pero no estaba preocupado, pude ver claramente desde las ventanas frontales que no había problemas en la entrada. Había una farola a por lo menos diez pies de la entrada de nuestro estacionamiento, la cual iluminaba el área lo suficiente como para mostrar que no había nadie ahí. Pero mamá estaba convencida de que un hombre estaba parado junto a nuestro buzón, de manera que yo estaba resuelto a comprobarle que solamente era su imaginación. "Ven — dije—Vamos a bajar".
—¡No! — gritó— . Él es peligroso. Posiblemente tenga un arma o un garrote, o algo.
—Mamá, no hay nadie ahí, te lo voy a demostrar. Confía en mí. Ven conmigo. — La jalé hacia la puerta delantera.
A regañadientes, mi madre me siguió hacia la puerta y bajó las escaleras que llevan a nuestra entrada de vehículos. Ella caminó lentamente por donde yo la llevaba, atravesando de mala gana todo el largo del camino, aproximadamente cien pies. Cuando finalmente llegamos a la parte frontal de nuestra propiedad coloqué mi brazo en su hombro y extendí mi mano, apuntando hacia toda dirección. "¿Qué ves, mamá?".
—Nada.
—¿Y allá?
—No, no hay nada allá.
—Y, ¿qué tal por allá?
—Ken, yo lo vi. Había un hombre aquí abajo y estaba mirando hacia tu casa.
Entonces, la brisa sopló a través de los árboles, causando que las hojas proyectaran una sombra espeluznante en la entrada de vehículos. Deseando apaciguarla, no obstante esperando calmar sus temores, dije: "Posiblemente eso sea lo que viste, mamá. Las hojas susurran en el viento. ¿Ves que el árbol proyecta una sombra en el buzón? Puedo comprender que posiblemente pensaste haber visto a alguien, pero deseo que comprendas que no hay nada que temer".
Ella se quedó mirando el árbol y luego las sombras sobre los tabiques de la entrada de vehículos. "Sí, posiblemente eso sea lo que vi", admitió ella.
"Sí, probablemente sea eso. Vayamos adentro a dormir". Me sentí bien. La había convencido amable pero firmemente que sus temores eran infundados. Mi emoción duró solamente algunos segundos. Mientras andábamos por el camino de entrada, escuché un balbuceo: "Podría estar escondiéndose en algún lugar detrás de los arbustos o posiblemente corrió hacia el bosque".
No valía la pena discutirlo.
Ese fue el primero de varios accidentes similares. La mayoría de los cuales fueron inofensivas, como que mamá nos despertara a medianoche, preocupada de que había hombres de trajes blancos en nuestro jardín. Una vez se alteró tanto que comenzó a llorar. "No estoy mintiendo, Ken. Hay hombres allá afuera, por lo menos seis o siete, y llevan uniformes blancos. ¡Yo los vi!".
Ver el dolor en sus ojos, casi me derrumba. "Te creo, mamá — dije, abrazándola— . Creo que viste algo; pero mira, no hay nada allá".
Noches después, me encontraba trabajando en mi oficina, cuando escuché que me llamó desde la habitación de huéspedes. "¡Ken! Ven rápidamente. Están alumbrando con sus luces en mi ventana". Yo salté de mi silla y corrí por las escaleras hacia donde mamá estaba parada en la oscuridad, con su camisón, tiesa del miedo. "Ahí — ella señaló hacia la ventana— . ¿Ahora me crees? Mira allá".
Miré hacia las persianas venecianas que cubrían la ventana y claramente no había luces ahí. "No veo nada, mamá".
—¡Justo ahí! — ella gritó discretamente— . ¿No puedes ver la luz de allá? Se está moviendo hacia arriba y abajo por las persianas.
Miré de nuevo, a la nada.
—No hay nada ahí, mamá. Ni luces, nada.
—Ken, solo mira. — Ella sonaba exasperada.
Me acerqué a las persianas, las abrí y cerré, levanté las persianas para poder mirar por la ventana. Nada. "No hay nada ahí, mamá".
—¡Pero yo lo vi!
—Creo que viste algo, mamá. Posiblemente tus ojos estén funcionando mal o se te estén desarrollando cataratas de nuevo, como cuando eras joven. Pero no hay luces y no hay nadie en el jardín. Puedo verlo por la farola que brilla en el jardín, de verdad, no hay nadie allá.
Mamá regresó a la cama y yo a trabajar, regodeándome de mi pequeña victoria: había convencido a mamá de que lo que ella estaba viendo, no existía. Yo no tenía idea de que es casi imposible convencer a una persona con demencia de que tiene razón o que está equivocada; la única esperanza para suavizar la situación es cambiar la conversación. Pero en ese tiempo, yo no tenía idea de que mamá padecía demencia.
Aprendimos de la manera difícil que ya no era seguro dejarla sola. Una noche, durante su visita, mi esposa, Lisa, y yo debíamos asistir a una boda y a una recepción formal. Aunque a menudo llevábamos a mamá a los eventos de la iglesia, bodas, graduaciones, baby showers y a otras celebraciones, esta invitación no la incluía a ella, de manera que sentimos que sería inapropiado llevarla con nosotros. Incluso consideramos no asistir, porque no deseábamos dejar sola a mi madre.
—Ah, estaré bien — ella nos aseguró—. No me da miedo estar sola un rato. Eh, yo vivo sola en Florida. Ustedes váyanse y diviértanse.
—De acuerdo, está bien — dije, teniendo visiones de hombres de trajes blancos bailando en su mente—. Vamos a asistir a la boda, pero no nos tardaremos. Regresaremos a las ocho en punto. Llámame a mi celular si tienes problemas o si necesitas algo.
La boda duró un poco más de lo estimado y, aunque permanecimos poco tiempo en la recepción, resultó ser lo suficiente para que nuestra casa estuviera rodeada de hombres con uniformes blancos. Poco después de las 8:00 p.m., Lisa y yo nos marchamos de la recepción y nos dirigimos a casa. En el camino conversamos felizmente acerca de la hermosa boda y la recepción, y yo me olvidé completamente de revisar mis mensajes del celular. Estábamos a solo quince minutos de casa, de manera que ni siquiera pensé en volver a encender el celular. Hasta que nos detuvimos en la entrada de vehículos. Cuando vi el parpadeo de las luces rojas del techo de la patrulla que se encontraba en nuestra entrada, mi corazón casi se detiene.
Me detuve detrás de la patrulla, salí de nuestro vehículo, a donde me interceptaron dos oficiales de policía. "¿Señor Abraham?".
—Sí, señor.
—Señor Abraham, yo soy el oficial Thomas y él es el oficial Jones. Su madre nos llamó reportando que había intrusos en su casa. Respondimos a la llamada inmediatamente y buscamos en todas las habitaciones de su casa. No hay intrusos y nada parece haber sido perturbado.
Nada con excepción de mamá, pensé. "Gracias, caballeros. De verdad les gradezco que nos cuiden. Mi mamá se ha puesto nerviosa en estos días".
—Usted es escritor, ¿verdad? — preguntó el oficial Thomas.
—Sí, señor, soy escritor.
—Sí, su mamá nos llevó a su oficina. Usted tiene una gran biblioteca. Y su nombre está escrito en muchos libros.
—Eh ... ah, sí, mi mamá debe estar orgullosa de mí.
—Ella lo está —el oficial Jones se metió en la conversación— . Ella nos mostró cada uno de los libros que ha escrito.
—¿Lo hizo? — En ese tiempo había escrito más de setenta libros.
—Ah sí, lo hizo.
—Bien, ah, gracias de nuevo, oficiales. Me apena que ella los haya molestado.
—Oh, no se preocupe, señor Abraham. Fue un placer conocerlo — Los oficiales de policía se despidieron y se dirigieron hacia su coche.
—Ah, sí, un placer conocerlos. — Forcé una sonrisa mientras despedía a los oficiales y movía mi coche, para que pudieran rodearme.
Una vez dentro de la casa confronté a mi mamá. "¡Mamá! ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué llamaste a la policía?".
Mamá se puso inmediatamente a la defensiva. "Yo no llamé a la policía. Llamé al 9-1-1".
—¡Aquí, eso es llamarle a la policía!
—Bien, había hombres afuera en el jardín y me asusté.
—¡Mamá!
—Y aquellos policías, lo primero que me preguntaron cuando llegaron a la veranda y yo respondí al timbre fue: "Señora, ¿toma medicamentos?". Ellos no preguntaron acerca de los merodeadores, no me preguntaron si estaba lastimada. Todo lo que preguntaron fue si tomaba medicamentos. ¿Qué les interesa si tomo medicamentos o no? No es su asunto.
—Posiblemente no, mamá — dije—. Pero es su deber hacerlo cuando la gente llama por falsas alarmas, cuando no hay una amenaza real de peligro.
—Yo no llamé a la policía. Llamé al 9-1-1.
—¡Correcto! ¡Y no lo vuelvas a hacer mientras estés en nuestra casa, a menos que la casa se esté incendiando!
Mamá se fue a la cama refunfuñando y nosotros no escuchamos de ella el resto de la noche.
A pesar de los periódicos incidentes de los hombres de atuendos blancos que merodeaban en nuestro jardín, yo no pensaba que las alucinaciones de mamá fueran algo más que un chiste familiar, una anomalía, algo de lo que nos reiríamos después de la cena de Acción de Gracias, cuando les contáramos a mis hermanos y a sus familiares. Yo no sabía entonces lo que supe después: que estábamos lidiando con signos iniciales de demencia.
CHAPTER 2
Reconocer a l enemigo
"¿Demencia? ¿Qué rayos es la demencia?", le pregunté a mi esposa Lisa, luego de regresar de la primera cita médica de mi madre, en Tennessee.
Yo nunca le había puesto mucha atención a la demencia y mi ignorancia ahora es lamentable. Confieso que ni siquiera sabía qué era la demencia y, francamente, tenía poca motivación de aprender al respecto. Por alguna razón, el término mismo era incluso repulsivo. Todas estas enfermedades "nuevas" me desconcertaban. ¿Alzheimer? ¿Qué, Ronald Reagan no padeció de eso durante los últimos años de su vida? ¿Enfermedad de Parkinson? Billy Graham y Michael J. Fox la han padecido, ¿no? ¿Y la ELA o enfermedad de Lou Gehrig? Lo único que yo sabía de ella era que asumía que Lou Gehrig había sido una de sus víctimas.
Es posible que hayas escuchado el término demencia ser utilizado en una manera peyorativa, como si la persona descrita con ese padecimiento fuera de alguna suerte extraña, peligrosa o pervertida (posiblemente un retroceso hacia la época en que la demencia se asociaba con las etapas finales de la sífilis). La demencia no representa nada por el estilo y tampoco significa "loco". El término demencia deriva de las palabras latinas "fuera" y "mente", y esta sea probablemente la definición más simple de demencia: la persona con la enfermedad que ha sufrido una pérdida o una disfunción de sus capacidades mentales. Una parte de la mente se ha ido y no regresará.
La demencia puede sacudir a cualquiera, ricos o pobres, a pesar de su raza, entorno o educación. Las personas brillantes y torpes pueden ser atacadas, las personalidades alegres o graciosas, personas de familias "malas" y de familias "buenas", de todo tipo. No hay razón para avergonzarse si alguien de tu familia ha desarrollado la enfermedad.
La demencia toma varias formas, la más común es la enfermedad de Alzheimer, que es irreversible y para la cual no hay cura disponible en la actualidad. La demencia vascular es el segundo tipo más ampliamente mencionado de la enfermedad, la cual también es irreversible; pero no parece progresar tan rápidamente y existe disponible algún tipo de ayuda para que la persona y su familia puedan lidiar mejor con la enfermedad. Aunque al final son similares, la enfermedad de Alzheimer parece progresar en descenso, mientras que la demencia vascular progresa en etapas, en las que el paciente a menudo permanece en una etapa durante un tiempo, antes de decaer repentinamente y permanecer por alguna razón en esta, hasta que algo provoca un declive evidente. Algunas veces, el paciente con demencia vascular incluso puede aparentar estar mejorando temporalmente, funcionando casi normalmente. Pero entonces algo sucede, una caída, una discusión con un familiar o algún otro incidente, y el paciente con demencia vascular descenderá varias etapas.
La causa de estas enfermedades ha sido ampliamente debatida, pero la comunidad médica no ha llegado a un acuerdo definitivo. En el caso de mi madre, los médicos creían que una serie de accidentes isquémicos transitorios (AIT), conocidos comúnmente como mini ataques cerebrales, habían terminado con la facultad de su memoria a corto plazo. Aunque ella era capaz de recordar vívidamente eventos que habían sucedido décadas atrás, los mini ataques habían destruido gran parte del tejido cerebral y habían afectado su memoria a corto plazo, así como otras funciones intelectuales, al punto en que a menudo se le dificultaba recordar lo que había desayunado. Es verdad que un ligero olvido es normal a medida que envejecemos, pero una pérdida de memoria tal, normalmente no interfiere con nuestra vida diaria. Muchas personas ancianas se desarrollan activamente hasta los setenta, ochenta o noventa años. Billy Graham predicaba poderosos mensajes hasta bien entrado en los ochenta años; el astronauta Buzz Aldrin continuaba tomando vuelos parabólicos cerca de los ochenta años y apareció en el programa de televisión Dancing With the Stars [Bailando con las estrellas] a los ochenta años; el senador Bob Dole fue severamente herido en la Segunda Guerra Mundial, pero continuó estando activo en la escena política estadounidense a los ochenta años. Mi mamá todavía conducía su auto en el congestionado tráfico de Orlando a principios de sus años ochenta.
(Continues...)
Excerpted from Cuando tu PADRE se vuelve tu HIJO by KEN ABRAHAM. Copyright © 2012 by Ken Abraham. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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