Los hermanos Álvarez Quintero cultivaron un teatro local con gran éxito, y ambientaron sus comedias dentro de la tradición andaluza. Las obras de los hermanos Quintero renuevan la tradición del sainete, del entremés, y la comedia de costumbres, marcada por el sentimentalismo y la comicidad.
Los hermanos Álvarez Quintero cultivaron un teatro local con gran éxito, y ambientaron sus comedias dentro de la tradición andaluza. Las obras de los hermanos Quintero renuevan la tradición del sainete, del entremés, y la comedia de costumbres, marcada por el sentimentalismo y la comicidad.
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Los hermanos Álvarez Quintero cultivaron un teatro local con gran éxito, y ambientaron sus comedias dentro de la tradición andaluza. Las obras de los hermanos Quintero renuevan la tradición del sainete, del entremés, y la comedia de costumbres, marcada por el sentimentalismo y la comicidad.
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Doña Clarines y Mañana de Sol
By Serafín Álvarez Quintero, Joaquín Álvarez Quintero
Red Ediciones
Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.All rights reserved.
ISBN: 978-84-9953-060-4
CHAPTER 1
ACTO PRIMERO
Estancia preferida de doña Clarines en el piso principal de su casa de Guadalema, ciudad castellana. A la derecha del actor, en primer término, la puerta de las habitaciones de la señora. Inmediata a esa puerta, de frente al público, vetusta galería de cristales, con zócalo de madera tallada que da al jardín, y la cual, avanzando hasta el medio de la escena, cierra en ángulo recto con la pared del foro. — Una puerta a la izquierda del actor y al foro otra. Lo mismo éstas dos que la de las habitaciones de doña Clarines son de cristales y tienen mediopuntos. — En el suelo, que es de losas encarnadas, y en primer término de la izquierda, una mirilla de madera para ver desde arriba la gente que llega al portal, y cerca de ella, también en el suelo, una argolla atada al extremo del cordel que sirve para abrir el portón sin tener que bajar escaleras. — Muebles antiguos, pero ricos y bien cuidados. Algunos retratos al óleo, de familia, decoran las paredes. Es de noche. Una lámpara que fué primero de petróleo, luego de gas y ahora es de luz eléctrica, alumbra la estancia. La luz de la Luna platea las copas de los árboles del jardín, que asoman tras los cristales de la galería.
La escena está Sola. Dentro, lejos, en el piso bajo, óyese ladrar a Leal, el perro de doña Clarines, anunciando que alguien llega a la puerta. Por la del foro aparece Tata, vieja desdentada y ruinosa, pero activa y despierta, pies y manos de doña Clarines y su admiradora incondicional.
Tata ¡Calla, Leal, calla! Con este perro no hemos menester campanilla. ¡Calla ya, escandaloso! Calla el perro. Tata se asoma a la mirilla. ¿Quién es? ¡Ah! Don Basilio con el amigote que esperábamos. Haga el Señor que no tengamos toros y cañas con el tal amigote. Tira del cordel para abrir.
Sale Escopeta por la puerta de la derecha. Escopeta es un mozo andaluz, criado reciente de la casa. En la mano trae una botella de la botica, llena de agua al parecer.
Escopeta Pos, señó, güeno está. Oiga usté, Tata.
Tata ¿Qué hay con Tata?
Escopeta Las señoras de Guadalema, ¿son todas como doña Clarines?
Tata ¡Qué disparate! Lo que quisieran las señoras de Guadalema era saberla descalzar. ¡Aaaaah! ¡Doña Clarines! Doña Clarines no hay más que una ...
Escopeta Más vale. Porque si no, era cosa de pitá otra vez pa mi tierra y dejá a Guadalema y a toa Castiya na más que pa vení cuando hubiera festejos.
Tata ¿Pues?
Escopeta ¿Er criao que estuvo en la casa antes que yo, duró mucho ar servisio de la señora?
Tata Seis días escasamente. Era muy casquivano y muy gandul.
Escopeta ¿Y er de antes?
Tata El de antes no duró sino tres. Aquel era muy poquita cosa. Se asustaba de todo.
Escopeta ¡Es que se asusta er Sí Campeadó! ¿Usté sabe los mandaos que esta señora quié que uno le yeve a to er mundo?
Tata ¿No he de saberlo? ¡Aaaaah! Y que o se dicen las razones como ella las da, ce por be, o por la puerta se va a la calle. ¡Es mucha señora!
Escopeta ¿Pos sabe usté lo que se me ocurre? Que en lugá de un criao debía tené un piquete de infantería.
Tata Poco murmurar, ¿eh?
Escopeta No es murmurá, señora; es que ahora me ha mandao que me yegue a la botica con esta boteyita que traje pa la señorita Marsela, y que le diga ar boticario: «De parte de doña Clarines, que no es esto lo que eya ha pedío; que agua der poso ya tiene eya bastante en su casa, y que se vaya usté a robá a Despeñaperros.»
Tata Riéndose. ¡Aaaaah! Oyéndola estoy.
Escopeta ¡Y yo estoy oyendo ar boticario!
Tata Pues así lo ha de decir usted si no quiere perder la casa.
Escopeta ¿No le daría iguá por escrito?
Tata Ande, ande a su obligación y déjese de más discursos.
Escopeta ¿Qué se le va a hasé? Vamos a que me tire un mortero er tío ese. Peó fuera no verlo. Se marcha por la puerta del foro hacia la izquierda, canturreando y contoneándose.
Tata ¡Ay! Muy zaragatero eres tú para hacer los huesos duros en esta casa.
Por la misma puerta que se ha ido Escopeta, salen Don Basilio y Luján. Don Basilio, hermano de doña Clarines, es un señor de ojos vivos y cabeza inquieta, señal de poco peso. Viste con desaliño. Luján, antiguo amigo suyo, es hombre de pesquis, un tanto socarrón y de espíritu reposado y tranquilo. Viene en traza de haber caminado a caballo unas leguas. La edad de uno y otro anda alrededor del medio siglo.
Don Basilio Pasa, Isidoro.
Luján Buenas noches.
Tata Buenas las tenga usted, señor mío.
Don Basilio ¿Y mi hermana, Tata?
Tata También son ganas de preguntar lo que sabe usted de memoria: en sus habitaciones.
Don Basilio A Luján. ¿Quieres verla?
Luján Si no ha de servirle de molestia, con mucho gusto. Mirando un cuadro. ¿Este retrato es de tu padre?
Don Basilio Sí; ése es papá. Papá recién casado. Como yo lo conocí mucho después, no puedo apreciar si se parece. ¡Je! A Tata, mientras Luján ve los otros cuadros y observa el jardín. Bueno, tú, llégate y dile a doña Clarines que aquí está ya mi amigo el señor Luján, que desea saludarla.
Tata Bajo a don Basilio. ¡Va a Soltar una descarga de fusilería!
Don Basilio Lo mismo, a Tata. ¡Ya lo sé! Pero si no es ahora será luego más tarde!
Tata Ah, bien, bien. Por mí no ha de quedar. — Con permiso, buen caballero. Vase por la puerta de la derecha.
Luján ¿Quién es esta vieja escamona?
Don Basilio ¡Tata! La tradición, como quien dice. Nos ha visto nacer a todos. Ya la infeliz no es más que una de tantas ruinas en este viejo caserón de los Olivenzas. ¡Pobre caserón! Por mucho que lo cuido, y lo revoco, y lo aderezo, se viene abajo, como la familia.
Luján ¡Pues tú no te conservas mal!
Don Basilio ¿Y me lo dices tú, que estás hecho un pollo?
Luján Sí lo estoy, sí. Para la edad que tengo ... Pero eso no quita ... Desde que reSolví que nada me importase nada, en vista de que lo contrario me afectaba al hígado, marcho como unas perlas.
Don Basilio Es verdad. Quince años hacía que no te echaba la vista encima y, lo que es en lo exterior, apenas si han dejado huellas.
Luján Me las arranca mi mujer.
Don Basilio ¡Ah, carape! Secretos del hogar.
Luján Sí. Tú, en cambio, te las tiñes. Ya lo he visto.
Don Basilio Secretos del tocador.
Luján ¡Secreto a voces!
Don Basilio Chico, hay que defenderse. No me resigno a la vejez de la cabeza, cuando tengo el corazón entrando en quintas. Pero siéntate, galopín.
Luján Obedeciéndolo. Cansadillo estoy. Mi caballejo tiene un trotecillo que desbarata. En mal hora se le ocurrió a don Rodrigo ponerse neurasténico, y a su familia llamarme a mí a consulta. Me he vuelto poltrón. No me gusta salir de mi casa.
Don Basilio ¿Y querías irte a parar a un fonducho? ¡Ca, hombre, ca! Los días que estés en Guadalema, en mi casa vives.
Luján Dios te lo pague. La comida de las fondas me aterra. Las camas me espantan. Sobre todo en cuanto empieza Mayo. En fin, que te agradezco muy de veras tu hospitalidad.
Don Basilio No se hable más de ello. ¿Qué tal te va en ese poblacho?
Luján Tan bien como en otra parte cualquiera. Todo está en todo. Estoy decidido a vivir a gusto.
Don Basilio ¿Te quedan gajes, además de la titular?
Luján No faltan. El pueblo es rico, la gente no es de la peor ... me quieren ...
Don Basilio ¿Hay muchos enfermos?
Luján Muchos: pero los voy matando a casi todos.
Don Basilio ¿Entonces cómo te quieren tanto?
Luján Porque elijo bien. ¿A quién no le sobra un pariente?
Don Basilio ¡Ja, ja, ja! Veo que también conservas aquellas tus salidas chuscas de mozo. Reparando en Tata, que se acerca. Ahora verás.
Luján ¿Cómo?
Don Basilio Que ahora verás.
Sale Tata Tata Aquí estoy ya de vuelta. Encarándose con Luján. Bueno, señor: es costumbre de la señora que sus servidores demos los recados a todas las personas de la misma forma que ella los da.
Luján Bien. Me parece muy bien.
Don Basilio ¿Tú le has dicho? ...
Tata Yo le he dicho que había llegado y que tenía gusto en saludarla su amigo de usted el forastero.
Don Basilio ¿Y qué te ha contestado ella?
Tata Que dime con quien andas, te diré quién eres. Que está en el oratorio, y que no sale porque no quiere ver visiones. Y que mañana con la luz del Sol tendrá usted mejor vista. Con permiso. Se va por la puerta del foro hacia la derecha.
Luján la mira fijamente, un poco estupefacto, sin dar crédito a lo que oye. Don Basilio traga alguna saliva. Pausa.
Luján ¿Qué es esto, Basilio?
Don Basilio Isidoro, abrázame.
Luján Basilio, ¿qué es esto?
Don Basilio Abrázame, Isidoro.
Luján ¿Por qué no?
Don Basilio Eres el rigor de las desdichas.
Luján En los cuarenta y nueve años que tengo, no me ha ocurrido cosa igual. ¿Quieres explicarme? ...
Don Basilio ¡Ay, querido Isidoro! No solo has venido a Guadalema a que te fría la sangre la familia de don Rodrigo, sino a cumplir al lado mío, en el caserón de los Olivenzas, un alto deber profesional.
Luján ¡Carape! como dices tú.
Don Basilio Mi hermana Clarines ... Barrenándose con un dedo la sien. Mi hermana Clarines ha perdido el juicio.
Luján ¿Qué me cuentas?
Don Basilio Lo que oyes, Isidoro; lo que oyes. Sufrió, en una edad crítica de su vida, una conmoción moral extraordinaria, espantosa ...
Luján Algo recuerdo que me escribiste ...
Don Basilio Pues de aquella fecha arranca el mal. La sonrisa se fué de sus labios, se le pusieron blancos los cabellos, su carácter se desquició, se envenenó su espíritu, dió en mil manías y aberraciones, y un día tras otro, para no cansarte, ha llegado a tal punto, que creo un deber de conciencia, ya que estás aquí, consultar el caso contigo.
Luján ¡Diablo, diablo!
Don Basilio ¿Comprendes ahora que me tiña las canas?
Luján Hombre, no: comprendo que te salgan. Que te las tiñas no lo comprendo, francamente.
Don Basilio Bien, bien: no divaguemos. Esta desgracia que yo te anuncio con el temor de que tu ciencia pueda llevarme a la certidumbre, es una verdad axiomática en toda Guadalema: «Doña Clarines está loca; doña Clarines está como un cencerro; que la aten; que la encierren ...» Éste es el rumor público: esto es lo que oyes dondequiera que de ella se habla.
Luján ¿Qué vida lleva ella?
Don Basilio La más extraña que puedes imaginarte. O en sus habitaciones misteriosamente encerrada — ¡ni a mí me deja entrar! — y haciendo no sabemos qué, o sentada en este butacón, devorando las horas en silencio. Si habla, es para reñir y desatinar; si alguien viene a verla, seguro está que ella no lo insulte y lo haga salir a espetaperros por las escaleras. A excepción de Tata, la vieja, que desde niña la conoce y la quiere, no hay criado alguno que pueda resistirla ocho días seguidos. Ninguno para en esta casa. ¡Y cuidado que se les paga con largueza! ¡Pues ninguno para! Todos se van jurando y perjurando que es loca.
Luján ¿Y quién le administra sus bienes? ¿Quién lleva el cargo de su hacienda?
Don Basilio ¡Ella misma! Y éste es mi gran temor, Lujanito. Yo creo que nos está arruinando. Y digo nos, porque, claro es, yo ... desde que ... por los azares de mi vida, me quedé sin blanca de lo mío, vivo naturalmente al lado de ella. Figúrate si su ruina me interesará como cosa propia.
Luján Ya, ya me lo figuro. ¿Es pródiga tu hermana?
Don Basilio A quien le pide, jamás le da un céntimo: me consta de un modo indudable. Pero temporadas hay en que su mano no se cansa de dar dinero; que no parece sino que tiene el prurito de quedarse con el día y la noche.
Luján Pues eso ya es más serio.
Don Basilio ¿Crees que no lo sé? ¡Si yo no hago un sueño de dos horas! Porque es que nos va el bienestar, la tranquilidad de la vida, en estos años en que se empieza a bajar la cuesta ... Te digo que hay para no dormir.
Luján Ciertamente.
Don Basilio Y aún queda el rabo por deSollar, amigo Isidoro.
Luján ¿Sí? ¿Cuál es el rabo?
Don Basilio Mi hermano Juan, viudo con una hija de diez y ocho años, ha muerto en Madrid hace tres meses.
Luján ¿Que ha muerto Juan?
Don Basilio Hace tres meses murió el pobre. ¿Extrañarás no verme de luto?
Luján Sí.
Don Basilio ¡Cosas de Clarines! ¡Dice que el luto es una vanidad del dolor y que no se pone luto por nadie!
Luján ¿Y tú piensas lo mismo que ella?
Don Basilio ¿Yo qué he de pensar?
Luján ¿Entonces cómo no vas de negro?
Don Basilio ¡Por no hacer más patente su chifladura! ... ¡Y porque no me da una peseta para el traje! ...
Luján Ya.
Don Basilio Pero concluyamos con mi cuento. Mi hermano Juan — Dios lo tenga en su gloria, — ha hecho al morir el disparate — asómbrate, Isidoro — de confiarle su hija y sus bienes a esta desventurada doña Clarines. ¿Qué tal? ¿Debo yo permanecer ocioso? ¿Eh? Mi responsabilidad moral ante los hechos, es enorme. El pobre Juan seguramente desconocía el estado de perturbación de nuestra hermana. ¿No es deber mío ponerme al lado de esa niña?
Luján Claro.
Don Basilio ¿Verdad que sí? Por eso, ya que la providencia te envía, me atrevo a suplicarte que observes detenidamente, concienzudamente, científicamente a la infeliz Clarines, y si por desgracia tú confirmas mis secretos temores ... algo habrá que hacer, ¿no te parece? ¡algo habrá que hacer! ... Yo hablaría con mi sobrinita, que es muy razonable ... y ... ¡qué carape! de acuerdo contigo le buscaríamos al caso la mejor Solución. Así como así, mi vida es un tanto aburridilla, y el administrar los cuatro cuartos de la muchacha me serviría de entretenimiento. ¿Qué me dices tú?
Luján Con gran sorna. Yo, querido Basilio, hace ya tiempo que procuro no darles a las cosas sino solo el valor que tienen. Determinar qué valor tienen es lo primero. Hay que vivir en la realidad de la vida.
Don Basilio Quiere eso significar ...
Luján Quiere esto significar que acepto la delicada comisión que me encomiendas, y que empiezo a atar cabos desde este momento.
Don Basilio Pero ¿lo tomarás con interés?
Luján Con todo el interés que merece. Declarándote que, para mí, pocas cosas logran ya tener ninguno. Porque es un hecho, Basilio amigo: el planeta se enfría, y este tinglado va a durar poco.
Don Basilio Sí, pero ... ¿A qué viene? ...
Luján Viene ...
Don Basilio Calla ahora.
Por la puerta de la izquierda salen los ojos de Marcela, y luego Marcela, la sobrina de doña Clarines. Viste de negro. Su hablar es comedido y prudente.
Marcela Buenas noches.
Don Basilio Aquí la tienes. Ésta es Marcelita. Mi amigo Luján ...
Marcela Ya, ya me he figurado ... Tanto gusto ... Acabo de darle los últimos toques a su alcoba de usted.
Luján Mil gracias. No podía yo sospechar que manos tan lindas ...
Marcela Calle usted, por Dios.
Don Basilio Chico, eres el mismo de antaño. Este perillán es muy galante.
Luján ¡Bah!
Marcela Cualquiera falta que usted note allá, cualquier cosa que necesite, me lo dice a mí.
Don Basilio Sí, mejor es: porque si se lo dices a Tata, Tata va con el cuento a doña Clarines y tenemos gresca.
Marcela Eso, no; a doña Clarines no hace falta que le digan las cosas para saberlas ella. Tiene un poder de adivinación que a mí me da susto.
Don Basilio A Luján. ¿Eh?
Marcela Es natural, después de todo: en Soledad constante, no para de discurrir aquella cabeza, y alambicando alambicando, siempre va a dar con la verdad. ¿Usted ha entrado a saludarla?
Luján Ha habido un pequeño inconveniente.
Marcela Pues a estas horas, sin haberlo visto, esté usted seguro de que sabe doña Clarines cómo es usted.
Don Basilio Te advierto, Marcelita, que ha dicho que no lo recibe porque no quiere ver visiones.
Marcela ¿Sí?
Luján Así mismo.
Marcela Sus cosas ... Usted me dispense ... yo no sabía ... Si yo adivinara como ella ...
Luján No le preocupe a usted. Me importa poco parecerle visión a la tía, si a la sobrina no se lo parezco.
Marcela A la sobrina de ninguna manera.
Luján Entonces ... Sobre que doña Clarines fundó su juicio en el antiquísimo proverbio de: «Dime con quien andas, te diré quién eres» ...
Marcela ¡Ja, ja, ja!
Don Basilio Total: que la visión soy yo. Ven a tu alcoba, cepíllate un poco, y vamos a dar una vuelta por la ciudad. La noche convida. ¿Tú ya no vuelves a casa de don Rodrigo?
Luján Hasta mañana, no.
Marcela ¿Qué es lo que tiene ese caballero?
(Continues...)
Excerpted from Doña Clarines y Mañana de Sol by Serafín Álvarez Quintero, Joaquín Álvarez Quintero. Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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Table of Contents
Contents
CRÉDITOS, 4,PRESENTACIÓN, 7,
COMEDIA EN DOS ACTOS, 9,
PERSONAJES, 10,
ACTO PRIMERO, 11,
ACTO SEGUNDO, 56,
LIBROS A LA CARTA, 101,