Gran día cada día: Navegando los desafios de la vida con promesa y propósito

¿La ves? Está ahí, en el horizonte, a la par del sol de la mañana. Es una oportunidad y una elección. La oportunidad de hacer que este sea un gran día. Después de todo: “Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él”.

Pero ¿y esos días de embotellamientos, aeropuertos cerrados y amigos que se olvidan? Aunque la vida te cuelgue o te golpee, cada día está lleno de esperanza en la promesa y propósito de Dios. En Gran día cada día, Max Lucado desempaca los planos de Jesús para subir el nivel de cada uno de tus días y darle el máximo galardón: llenar tus días en la gracia de Jesús; encomendar tu día a Su vigilancia; aceptar Su dirección. Gracia. Vigilancia. Dirección. D-I-O-S. La receta perfecta para llenar tu día con la paz y el poder divino, y hacer un gran día cada día.

Nuevo título de Max Lucado, publicado anteriormente como Cada día merece una oportunidad.

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Gran día cada día: Navegando los desafios de la vida con promesa y propósito

¿La ves? Está ahí, en el horizonte, a la par del sol de la mañana. Es una oportunidad y una elección. La oportunidad de hacer que este sea un gran día. Después de todo: “Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él”.

Pero ¿y esos días de embotellamientos, aeropuertos cerrados y amigos que se olvidan? Aunque la vida te cuelgue o te golpee, cada día está lleno de esperanza en la promesa y propósito de Dios. En Gran día cada día, Max Lucado desempaca los planos de Jesús para subir el nivel de cada uno de tus días y darle el máximo galardón: llenar tus días en la gracia de Jesús; encomendar tu día a Su vigilancia; aceptar Su dirección. Gracia. Vigilancia. Dirección. D-I-O-S. La receta perfecta para llenar tu día con la paz y el poder divino, y hacer un gran día cada día.

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by Max Lucado
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by Max Lucado

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¿La ves? Está ahí, en el horizonte, a la par del sol de la mañana. Es una oportunidad y una elección. La oportunidad de hacer que este sea un gran día. Después de todo: “Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él”.

Pero ¿y esos días de embotellamientos, aeropuertos cerrados y amigos que se olvidan? Aunque la vida te cuelgue o te golpee, cada día está lleno de esperanza en la promesa y propósito de Dios. En Gran día cada día, Max Lucado desempaca los planos de Jesús para subir el nivel de cada uno de tus días y darle el máximo galardón: llenar tus días en la gracia de Jesús; encomendar tu día a Su vigilancia; aceptar Su dirección. Gracia. Vigilancia. Dirección. D-I-O-S. La receta perfecta para llenar tu día con la paz y el poder divino, y hacer un gran día cada día.

Nuevo título de Max Lucado, publicado anteriormente como Cada día merece una oportunidad.


Product Details

ISBN-13: 9781602557406
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 05/14/2012
Pages: 176
Product dimensions: 5.20(w) x 7.90(h) x 0.80(d)
Language: Spanish

About the Author

About The Author
Desde que entró en el ministerio en 1978, MAX LUCADO ha servido en iglesias de Miami, Florida; Río de Janeiro, Brasil; y San Antonio, Texas. Actualmente sirve como ministro de enseñanza de la Iglesia Oak Hills en San Antonio. Ha recibido el Premio Pinnacle 2021 de la ECPA por su destacada contribución a la industria editorial y la sociedad en general. Es el autor inspirador más vendido de Estados Unidos, con más de ciento cuarenta y cinco millones de productos impresos.

Siga su sitio web en librosdelucado.com

Read an Excerpt

GRAN DÍA CADA DÍA


By MAX LUCADO

Grupo Nelson

Copyright © 2012 Max Lucado
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-740-6


Chapter One

CADA DÍA MERECE UNA OPORTUNIDAD

Arena mullida para los pies, brisa fresca en la piel. Un delantal del Pacífico azul turquí precede a un azul más profundo. Las olas se ondulan y estrellan. Los pájaros modulan y trinan. Hay islas dormidas en el horizonte. Las palmeras se mecen en el aire.

Gocé cada instante de aquella mañana mientras escribía este libro. Qué manera más fácil de darle una oportunidad al día, medité, que empezarlo aquí mismo. Me recliné en la silla playera, entrecrucé mis dedos detrás de mi cabeza y cerré mis ojos.

Fue en ese momento que un pájaro eligió mi pecho para su práctica de tiro al blanco. Sin advertencia. Sin sirenas. Sin aviso. Una descarga silenciosa, nada más.

Levanté la mirada justo a tiempo para ver una gaviota que chocaba sus cinco plumas con sus amigotes en la rama. Qué asco. Me eché agua en la camisa tres veces y me pasé a una silla alejada de los árboles. Hice todo lo que pude para recobrar la magia de la mañana, pero no pude alejar mi mente de la incursión aérea.

Debió ser fácil. Las olas seguían rodando. Las nubes seguían flotando. El océano seguía azulado y la arena seguía blanca. Las islas continuaban su ensueño y el viento mantenía su murmullo. Pero yo no podía dejar de pensar en la granada de la gaviota.

Pájaro estúpido.

Los pájaros siempre encuentran la manera de arruinar las cosas, ¿no es así? Cuenta con ello: Algún pajarito se las arreglará para dejar caer su descarga silenciosa sobre cada día.

El tráfico se congestionará.

Los aeropuertos se cerrarán.

Los amigos olvidarán.

Los cónyuges se quejarán.

Tampoco hay que olvidar todas las largas filas que nos toca hacer. Las fechas límite que nos toca cumplir. Los cabellos que se convierten en canas y los que se caen para no volver a salir. Las palabras groseras y los piropos inapropiados. Las metas de rendimiento y productividad que parecen sacadas de un cuento de hadas. Las aerolíneas que pierden nuestro equipaje. Las arrugas que no se pueden disimular.

¿Y qué decir de aquellos días con sombras dobles? ¿Los días cuando alguna crisis consume entre llamas la esperanza como si fuera el zeppelín Hindenberg? Todos los días que no puedes salir de tu lecho de enfermo o tu silla de ruedas. Todos los días que te despiertas y acuestas en la misma celda o zona de guerra. Cuando la tierra del cementerio todavía no se ha asentado, cuando tienes la notificación de despido en tu bolsillo, cuando el otro lado de la cama sigue vacío ... ¿quién tiene un buen día en esos días?

La mayoría no lo tienen, pero ... ¿por qué no intentarlo? Esos días también representan una oportunidad. Una sazón. Un experimento. Una audición. Un tiro de larga distancia. ¿Acaso cada día no merece una oportunidad para ser un buen día?

Al fin de cuentas, «Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él» (Salmo 118.24). La primera palabra en el versículo nos deja desconcertados. ¿Este es el día que hizo el Señor? Tal vez los días festivos sean los días que el Señor ha hecho. Los días de bodas son los que el Señor ha hecho. Los domingos de Pascua, los sábados de súper ofertas, los días de vacaciones, los primeros días de la temporada de cacería, estos son los días que ha hecho el Señor. ¿Pero este día?

«Este es el día» incluye todos los días. Los días de divorcio, los días de exámenes finales, los días de cirugía, los días de pagar impuestos. Los días de mandar a la universidad a tu hija mayor.

Ese último le succionó todo el almidón a mi camisa. Me tomó por sorpresa. Empacamos las cosas de Jenna, las embutimos en su carro y dejamos atrás nuestra vida como la habíamos conocido en los últimos dieciocho años. Se cerró un capítulo. Un plato menos en la mesa, una voz que ya no se oyó en la casa, una hija que ya no durmió bajo nuestro techo. Ese día fue necesario y fue planeado. Pero me devastó.

Quedé vuelto añicos. Salí de la estación de gasolina con la manguera todavía en mi tanque y la arranqué de la bomba. También me perdí en el pueblito universitario que tenía un solo semáforo. Dimos vueltas; hice pucheros. Desempacamos; se me hizo un nudo en la garganta. Arreglamos su cuarto; hice planes maquiavélicos para secuestrar a mi propia hija y llevarla a su casa. Me sentía como una llanta desinflada. Luego vi el versículo. Algún ángel lo había pegado en la cartelera del dormitorio universitario.

Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él.

Me detuve a mirarlo y dejé que las palabras se posaran. Dios hizo este día, ordenó esta hora difícil, diseñó los detalles de este momento desgarrador. Él no está de vacaciones. Todavía tiene la batuta, está sentado en la cabina y ocupa el único trono del universo. Cada día sale directamente del taller de diseño de Dios. Incluido este.

Entonces, decidí darle una oportunidad al día, cambiar mi perspectiva e imitar la resolución del salmista: «Me gozaré y alegraré en él»,

Ojo, aquí hay otra palabrita que quisiéramos editar: en. ¿Tal vez podríamos cambiarla por después de? Con mucho gusto soportaremos este día y mañana será motivo de celebración. Me gozaré cuando este día se acabe.

¿Qué significa regocijarnos en él? Es la invitación de Dios que Pablo aceptó al regocijarse en sus prisiones, David al escribir salmos en el desierto, Jonás al orar en el vientre del pez, Pablo y Silas al cantar en la cárcel, Sadrac, Mesac y Abed-nego al permanecer fieles en medio del horno de fuego, Juan cuando vio el cielo en su exilio y Jesús cuando oró en su huerto de cruento dolor ... ¿Podríamos gozarnos justo en medio de este día?

Imagínate la diferencia si pudiéramos.

Suponte que estás hundido hasta el cuello en «un día terrible, horrible, espantoso, horroroso» y resuelves darle una oportunidad. Decides no ahogarlo en bebida, trabajo o preocupaciones sino más bien afrontarlo con tesón. Confías más. Te estresas menos. Amplificas la gratitud. Enmudeces la desazón. ¿Sabes qué pasa? Al rato, el día llegará a su final y te sorprenderá lo decente que fue.

De hecho, es tan decente, que uno resuelve darle al día siguiente la misma oportunidad para ser un éxito. Luego llega con sus altibajos y contrariedades, regalitos de pájaros y manchas en la camisa, pero al final del día, sin lugar a duda, ¡darle una oportunidad al día funciona! Y haces lo mismo al otro día y al siguiente. Los días se tornan en semanas, las semanas en meses y lo meses se convierten años repletos de buenos días.

Así es como se construye una buena vida. Un buen día a la vez.

Una hora es demasiado corta y un año demasiado largo. Los días son los episodios de la vida, los segmentos que Dios ha diseñado para el manejo de nuestra existencia.

Ochenta y cuatro mil latidos de corazón.

Una rotación completa de la tierra.

Un círculo completo del reloj solar.

Dos docenas de vueltas consecutivas del reloj de arena.

Un amanecer y un atardecer.

¡Un día para estrenar, nuevecito, impecable, inexplorado y listo para utilizar!

Un regalo de veinticuatro horas nunca antes vividas, disponibles para aprovechar al máximo.

Si logras encadenar un buen día con otro y otro, quedarás con el collar precioso de una buena vida.

Pero esto es lo que necesitas tener presente.

Ya no cuentas con el ayer. Se desvaneció mientras dormías. No existe. Te quedaría más fácil volver a juntar una bocanada de humo. No puedes cambiarlo, alterarlo ni mejorarlo. Las acciones mediocres no permiten una repetición de la jugada. La arena del reloj no se desliza hacia arriba. La segunda mano del reloj se niega a ir en sentido contrario. El calendario mensual se lee de izquierda a derecha, no de derecha a izquierda. Ayer ya pasó.

Todavía no tienes el mañana. A no ser que aceleres la órbita de la tierra o convenzas al sol de salir dos veces antes de ponerse una vez, no puedes vivir mañana hoy. No puedes gastar el dinero de mañana, celebrar los logros de mañana ni resolver los acertijos de mañana. Únicamente tienes hoy. Este es el día que ha hecho el Señor.

Vívelo. Debes estar presente en él para ganar. No agobies hoy con los pesares de ayer ni lo agries con los problemas de mañana. ¿Acaso no tendemos a hacer justamente eso?

Le hacemos a nuestro día lo que yo hice una vez que salí a montar una bicicleta. Mi amigo y yo emprendimos una excursión larga en el campo. A contados minutos de iniciar el viaje empecé a cansarme. A la media hora mis muslos estaban adoloridos y mis pulmones parecían los de una ballena desorientada en la playa. Apenas podía impulsar los pedales. Aunque no soy un competidor en el Tour de Francia tampoco soy un novato, pero ese día me sentí como uno. Después de cuarenta y cinco minutos tuve que bajarme de la bicicleta y recuperar el aliento. Ahí fue cuando mi compañero se dio cuenta del problema. ¡Los frenos estaban rozando con mi rueda trasera! El agarre del caucho contrarrestaba cada pedaleo, y el recorrido estaba destinado a ser espinoso.

¿No hacemos lo mismo? La culpa ejerce presión por un lado. El pavor se encarga del otro. Con razón vivimos tan cansados. Saboteamos nuestro día, lo programamos para el desastre acarreando los problemas de ayer y asumiendo las luchas de mañana. Remordimiento por el pasado, ansiedad por el futuro. No le estamos dando una oportunidad al día.

¿Qué podemos hacer al respecto? Esta es mi propuesta: Consultemos a Jesús. El Anciano de días tiene algo que decir sobre nuestros días. Aunque no emplea el término día con mucha frecuencia en las Escrituras, las contadas veces que lo usa nos proveen una fórmula estupenda para optimizar con excelencia el manejo de cada uno de nuestros días.

Satura tu día en Su gracia.

• «Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23.43).

Encomienda tu día a Su cuidado.

• «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy» (Lucas 11.3).

Acepta Su dirección.

• «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9.23).

Gracia. Cuidado. Dirección.

Satura tu día de Dios. Dale una oportunidad al día, y en tanto que lo haces, mantén un ojo abierto por si se aparece la gaviota con sonrisa pícara.

Chapter Two

MISERICORDIA PARA LOS DÍAS VERGONZOSOS

Lo que el ladrón ve. Paredes sucias, piso desaseado. Rayos de sol racionados que se escurren por entre unas grietas. Su celda siempre en la sombra. Su día más todavía. Las ratas corren entre los hoyos de las esquinas. Él haría lo mismo si pudiera.

Lo que el ladrón oye. Pies de soldados en el pasillo. El golpeteo de una puerta metálica. Un guarda con la compasión de una viuda negra. «¡Levántate! Te llegó la hora».

Lo que el ladrón ve. Rostros desafiantes a lo largo de un callejón empedrado. Hombres que escupen con asco, mujeres que miran con burla. Cuando el ladrón llega a la cresta de la colina, un soldado lo lanza al piso. Otro presiona su brazo contra una viga y lo aprieta con una rodilla. El ladrón ve al soldado agarrar el mazo y un clavo.

Lo que el ladrón oye. Martillazo. Traqueteo de un martillo. Traqueteo en la cabeza. Traqueteo en el corazón. Los soldados gruñen al levantar la cruz. La base hace un ruido sordo cuando se mete en el hoyo.

Lo que el ladrón siente. Dolor. Dolor que deja sin aire, dolor que detiene el pulso. Cada fibra de su ser, una hoguera.

Lo que el ladrón oye. Lamentos. Gemidos guturales. Muerte. Nada más. Su propia muerte. El Gólgota suena como un acorde menor. Ninguna canción de cuna que traiga esperanza. Ningún soneto de vida. Solamente los acordes nefastos de la muerte.

Dolor. Muerte. Él los ve y los oye. Pero entonces el ladrón ve y oye algo más: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23.34).

Una flauta resuena en un campo de batalla. Una nube lluviosa tapa el sol desértico. Una rosa florece en la colina de la muerte.

Jesús ora clavado a una cruz romana.

El ladrón reacciona. Afrenta. «Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él» (Mateo 27.44).

Habiendo sido lastimado, el ladrón lastima. Estando herido, hiere. Hasta el Lugar de la Calavera tiene jerarquía, y este ladrón rehúsa someterse. Se suma a los que se mofan: «A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz ... porque ha dicho: Soy Hijo de Dios» (Mateo 27.42-43).

Jesús no opta por las represalias. El ladrón ve, por primera vez aquel día, o quién sabe en cuántos días, bondad. No miradas duras ni palabras fuertes, sino paciencia y mansedumbre.

El ladrón se ablanda. Deja de burlarse de Cristo luego intenta detener a los que hacen mofa de Cristo y confiesa al malhechor en la otra cruz: «Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo» (Lucas 23.41). El ladrón percibe que está cerca de un hombre que va rumbo al cielo y pide una recomendación: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (23.42).

Y Jesús, quien daba y sigue dando vida eterna a los inmigrantes ilegales que invita a su oficina presidencial, emite una respuesta empapada de gracia: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (23.43).

El mal día del hombre malo se arregla con el regalo gratuito de un Dios generoso en misericordia.

¿Qué ve ahora el ladrón? Ve un hijo que encomienda su madre a un amigo y honra a un amigo con su madre (Juan 19.26-27). Ve al Dios que escribió el manual de la gracia. El Dios que invitó a Adán y Eva a salir de su escondite y a Moisés del desierto. El Dios que dispuso un lugar para David, aunque David se había equivocado con Betsabé. El Dios que no se dio por vencido con Elías aunque Elías se dio por vencido con Dios. Esto es lo que ve el ladrón.

¿Y qué es lo que oye? Oye lo que un Moisés fugitivo oyó en el desierto, lo que un Elías deprimido oyó en la soledad, lo que un David adúltero oyó tras su adulterio. Oye lo que ...

un Pedro tornadizo oyó después que el gallo cantó, los discípulos en la tormenta oyeron cuando el viento se calmó, la mujer adúltera oyó cuando sus acusadores se fueron, la samaritana con muchos maridos oyó antes que llegaran los discípulos, el empecinado y endurecido Saulo oyó tras el resplandor de Jesús, el paralítico oyó cuando sus amigos lo bajaron por el techo, el ciego oyó cuando Jesús lo encontró en la calle, los discípulos oirían en la playa muy temprano en la mañana.

El ladrón oye el lenguaje oficial de Cristo: Gracia. Inmerecida. Inesperada. Gracia. «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23.43).

Paraíso. El cielo intermedio. El hogar de los justos hasta el regreso de Cristo. Donde está el árbol de la vida. Donde están los santos. Donde está Dios. Y ahora el ladrón que había empezado su día en una celda romana, estará allí.

Con Jesús. «Hoy estarás conmigo». No hay entrada trasera. No hay demoras ni retrasos. En el paraíso no hay noche ni ciudadanos de segunda categoría. El ladrón entra por la puerta principal pisando la alfombra roja de Jesús.

Hoy. De inmediato. Sin purga en el purgatorio. Sin rehabilitación en el Hades. La gracia llega como un amanecer dorado que ilumina el día oscuro del ladrón. La colina de ejecución se convierte en un monte de transfiguración.

Tal vez te vendría bien un poco de eso mismo. Los errores de ayer son como el escuadrón romano de la muerte que te conduce al calvario de la vergüenza. Los rostros del pasado están alineados a lo largo del trecho. Hay voces que declaran tus delitos al pasar:

¡Nos descuidaste a tu padre y a mí!

¡Dejaste que el hábito acabara con tu juventud!

¡Prometiste que volverías!

Luego eres clavado en la cruz de tus errores. Errores tontos. ¿Qué ves? Muerte. ¿Qué sientes? Vergüenza. ¿Qué oyes?

Ah, esa es la cuestión. ¿Qué oyes? ¿Puedes oír a Jesús por encima de los acusadores? Él promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Hoy. Este día. En medio de su fetidez y sus afanes, Jesús lo convierte en un milagro. Cuando otros te clavan en la cruz de tu pasado, Él abre de par en par la puerta a tu futuro. Paraíso. Jesús trata tus días llenos de vergüenza con gracia.

Él se llevará tu culpa si se lo pides. Todo lo que aguarda es tu petición. Las palabras del ladrón bastarán. «Nosotros ... recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo ...».

Nosotros estamos equivocados. Él tiene la razón.

Nosotros pecamos. Él es el Salvador.

Necesitamos gracia. Jesús puede darla.

Así que pídele: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino».

Y, cuando lo hagas, Aquel que habló entonces hablará de nuevo. «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

(Continues...)



Excerpted from GRAN DÍA CADA DÍA by MAX LUCADO Copyright © 2012 by Max Lucado. Excerpted by permission of Grupo Nelson. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Reconocimientos....................vii
UNO: Cada día merece una oportunidad....................1
SECCIÓN 1: Satura tu día en Su gracia....................9
DOS: Misericordia para los días vergonzosos....................13
TRES: Gratitud para los días ingratos....................19
CUATRO: Perdón para los días amargos....................29
SECCIÓN 2: Encomienda tu día a Su cuidado....................39
CINCO: Paz para los días ansiosos....................43
SEIS: Esperanza para los días catastróficos....................53
SIETE: Combustible para los días vacíos....................63
OCHO: Fe para los días temerosos....................73
SECCIÓN 3: Acepta Su dirección....................83
NUEVE: Llamado para los días sin propósito....................87
DIEZ: Servicio para los días de encrucijadas....................95
CONCLUSIÓN: El retoño de otro color....................105
Notas....................111
Guía de discusión....................115
Cambia tu día, cambia tu vida: Una experiencia de treinta días....................133
Acerca del autor....................165
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