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La Silla de Plata
By C. Lewis HarperCollins Publishers, Inc.
Copyright © 2005 C. Lewis
All right reserved. ISBN: 0060884304
Capitulo Uno
Detras del gimnasio
Era un dia desapacible de otono y Jill Pole lloraba detras del gimnasio.
Lloraba porque se habian reido de ella. Este no va a ser un relato escolar, de modo que contare lo menos posible sobre el colegio de Jill, pues no es un tema agradable. Era un centro coeducacional, una escuela tanto para chicos como para chicas, lo que se daba en llamar una escuela «mixta»; habia quien decia que el problema no era la mezcla de alumnos sino la confusion mental de los que la dirigian. Eran personas que pensaban que habia que permitir a los alumnos hacer lo que quisieran; y, por desgracia, lo que mas gustaba a diez o quince de los chicos y chicas mayores era intimidar a los demas. Ocurrian toda clase de cosas, cosas horrendas, que en una escuela corriente habrian salido a la luz y se habrian zanjado al cabo de medio trimestre; pero no sucedia asi en aquella. O incluso aunque si se desvelaran, a los alumnos que las hacian no se les expulsaba ni castigaba. El director decia que eran casos psicologicos muy interesantes y los hacia llamar a su despacho y conversaba con ellos durante horas. Y si uno sabia que decirle, acababa convirtiendose en un alumno favorito en lugar de todo lo contrario.
Por ese motivo lloraba Jill aquella desapacible tarde de otono en el sendero humedo que discurria entre la parte trasera del gimnasio y la zona de arbustos. Y seguia llorando aun cuando un nino doblo la esquina del gimnasio silbando, con las manos en los bolsillos, y casi se dio de bruces con ella.
-- Por que no miras por donde vas?-- lo increpo Jill Pole.
-- Vale, vale-- respondio el -- , no es necesario que armes ...-- Y entonces le vio el rostro -- . Oye, Pole, que sucede?
La nina se limito a hacer muecas, de esas que uno hace cuando intenta decir algo pero descubre que si habla empezara a llorar otra vez.
-- Es por «ellos», supongo... como de costumbre-- dijo el muchacho en tono sombrio, hundiendo aun mas las manos en los bolsillos.
Jill asintio. Sobraban las palabras, asi que no habria dicho nada incluso aunque hubiera podido hablar. Los dos lo sabian.
-- Oye, mira!-- siguio el -- , de nada sirve que todos nosotros...
La intencion era buena, pero realmente hablaba como quien esta a punto de echar un sermon, y Jill se enfurecio; algo bastante frecuente cuando a uno lo interrumpen mientras llora.
-- Anda, ve y ocupate de tus asuntos-- le espeto la nina -- . Nadie te ha pedido que te entrometas, no es cierto? Y, precisamente, no eres quien para andar diciendo a la gente lo que deberia hacer, no crees? Supongo que lo que quieres decir es que deberiamos pasarnos todo el tiempo admirandolos y congraciandonos y desviviendonos por ellos como haces tu.
-- Ay, no!-- exclamo el nino, sentandose en el terraplen de hierba situado al borde de los matorrales y volviendose a incorporar a toda prisa ya que la hierba estaba empapada. Su nombre, por desgracia, era Eustace Scrubb, pero no era un mal chico.
-- Pole!-- dijo -- . Te parece justo? Acaso he hecho algo parecido este trimestre? Acaso no me enfrente a Carter por lo del conejo? Y no guarde el secreto sobre Spivvins?... y, eso que me «torturaron»! Y no...
-- No, no lo se ni me importa-- sollozo Jill.
Scrubb comprendio que todavia seguia muy afectada y, muy sensatamente, le ofrecio un caramelo de menta. Tambien tomo uno el. De inmediato, Jill empezo a ver las cosas con mas claridad.
-- Lo siento, Scrubb-- dijo al cabo de un rato -- , no he sido justa. Si que has hecho todo eso... este trimestre.
-- Entonces olvidate del curso pasado si puedes-- indico Eustace -- . Era un chico distinto. Era... Cielos! Era un parasito con todas las letras.
-- Bueno, si he de ser franca, si lo eras-- manifesto Jill.
-- Crees que he cambiado, entonces?
-- No lo creo solo yo-- respondio la nina -- . Todo el mundo lo dice. Tambien «ellos» se han dado cuenta. Eleanor Blakiston oyo a Adela Pennyfather hablando de eso en nuestro vestuario ayer. Decia: «Alguien le ha hecho algo a ese Scrubb. No esta nada docil este curso. Tendremos que ocuparnos de el».
Eustace se estremecio. Todo el mundo en la Escuela Experimental sabia que queria decir que «se ocuparan de alguien».
Los dos ninos permanecieron callados unos instantes. Gotas de lluvia resbalaron al suelo desde las hojas de los laureles.
-- Por que eras tan diferente el curso pasado?-- inquirio Jill.
-- Me sucedieron gran cantidad de cosas curiosas durante las vacaciones-- respondio el en tono misterioso.
-- Que clase de cosas?
Eustace no dijo nada durante un buen rato. Luego contesto:
-- Oye, Pole, tu y yo odiamos este lugar con todas nuestras fuerzas, no es cierto?
-- Por lo menos yo si-- dijo ella.
-- En ese caso creo que puedo confiar en ti.
-- Me parece estupendo por tu parte.
-- Si, pero voy a contarte un secreto impresionante. Pole, oye, te crees las cosas? Me refiero a cosas de las que aqui todos se reirian.
-- Nunca he tenido esa oportunidad, pero me parece que las creeria.
-- Me creerias si te dijera que estuve totalmente fuera del mundo, fuera de este mundo el verano pasado?
-- No se si te entenderia.
-- Bien, pues dejemos de lado eso de los mundos, entonces. Supongamos que te digo que he estado en un lugar donde los animales hablan y donde hay... pues... hechizos y dragones..., y... bueno, toda la clase de cosas que encuentras en los cuentos de hadas.-- Scrubb se sintio muy azorado mientras lo decia y enrojecio sin querer.
-- Como llegaste ahi?-- quiso saber Jill, que tambien se sentia curiosamente vergonzosa.
-- Del unico modo posible... mediante la magia-- respondio Eustace casi en un susurro -- . Estaba con dos primos mios. Sencillamente fuimos... trasladados de repente. Ellos ya habian estado alli.
Puesto que hablaban en susurros a Jill le resultaba, en cierto modo, mas facil creer todo aquello; pero entonces, de pronto, una . . .
Continues...
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