Plantador de iglesias: El hombre, el mensaje, la misión

¿Qué hay en el corazón mismo de plantar una iglesia? El componente humano más importante que tiene la plantación de toda iglesia es su propio fundador. Las Escrituras se refieren con frecuencia a la personalidad y la labor que desempeñan los que son llamados a ser líderes. Sin embargo, gran parte de esa sabiduría que procede de Dios es echada a un lado para sustituirla con estrategias y métodos humanos, lo cual termina haciéndonos pagar un alto precio. Ya va siendo hora de que volvamos a los criterios llenos de autoridad de la Biblia a la hora de decidirnos en cuanto a la persona, el mensaje y la misión que necesita tener toda iglesia.

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Plantador de iglesias: El hombre, el mensaje, la misión

¿Qué hay en el corazón mismo de plantar una iglesia? El componente humano más importante que tiene la plantación de toda iglesia es su propio fundador. Las Escrituras se refieren con frecuencia a la personalidad y la labor que desempeñan los que son llamados a ser líderes. Sin embargo, gran parte de esa sabiduría que procede de Dios es echada a un lado para sustituirla con estrategias y métodos humanos, lo cual termina haciéndonos pagar un alto precio. Ya va siendo hora de que volvamos a los criterios llenos de autoridad de la Biblia a la hora de decidirnos en cuanto a la persona, el mensaje y la misión que necesita tener toda iglesia.

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Plantador de iglesias: El hombre, el mensaje, la misión

Plantador de iglesias: El hombre, el mensaje, la misión

by Darrin Patrick
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¿Qué hay en el corazón mismo de plantar una iglesia? El componente humano más importante que tiene la plantación de toda iglesia es su propio fundador. Las Escrituras se refieren con frecuencia a la personalidad y la labor que desempeñan los que son llamados a ser líderes. Sin embargo, gran parte de esa sabiduría que procede de Dios es echada a un lado para sustituirla con estrategias y métodos humanos, lo cual termina haciéndonos pagar un alto precio. Ya va siendo hora de que volvamos a los criterios llenos de autoridad de la Biblia a la hora de decidirnos en cuanto a la persona, el mensaje y la misión que necesita tener toda iglesia.


Product Details

ISBN-13: 9780829762235
Publisher: Vida
Publication date: 01/14/2013
Edition description: Translatio
Pages: 272
Product dimensions: 5.30(w) x 8.40(h) x 1.20(d)
Language: Spanish
Age Range: 18 Years

About the Author

Darrin Patrick es el vicepresidente de la Red Hechos 29 para la Plantación de Iglesias, y el pastor fundador de Journey Church, en Saint Louis, Missouri. Lleva veinte años dedicado al ministerio y da conferencias continuamente en reuniones de pastores y sesiones de entrenamiento para fundadores de iglesias.

Read an Excerpt

Church Planter


By Darrin Patrick

ZONDERVAN

Copyright © 2012 Darrin Patrick
All right reserved.

ISBN: 978-0-8297-6223-5


Chapter One

Un hombre rescatado

Por mucha habilidad que posea un orador, por mucho talento que tenga un líder o por extenso que sea su pedigrí teológico, nadie puede esforzarse en pastorear la iglesia de Jesús sin haber experimentado antes el poder salvífico del Pastor lleno de gracia. Aunque un pastor/ plantador de iglesia pueda ser un buen hombre, talentoso o inteligente, ante todo debe ser un hombre rescatado, redimido de la esclavitud y de la necedad de su propio pecado, y salvo mediante la libertad y la «locura» de un Dios que exhibió su perfecta justicia y amor entregando su vida por aquellas mismas personas que lo ofendieron. La condición obligatoria y el primer requisito para el hombre que desea servir y dirigir en el nombre de Jesús consisten en haber experimentado de forma personal el perdón de Jesús y su aceptación.

Por desgracia, no se necesita un discernimiento extraordinario para darse cuenta de que muchas iglesias tienen un pastor que intenta conducir a la gente hacia un Salvador con el que él mismo aún no ha tenido un encuentro personal.

Muchas personas suponen de manera trágica que los pastores y los plantadores de iglesias son cristianos con toda seguridad. Esta suposición, sin embargo, pasa por alto que es posible, y para algunos incluso demasiado fácil, fingir los dones requeridos para el ministerio. Una persona puede ser un comunicador, un consejero y un líder de gran talento sin haber conocido en verdad a Cristo. De hecho, él mismo trató este asunto en Mateo 7:21-23 cuando advirtió:

No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?». Entonces les diré claramente: «Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!».

¡Qué declaración tan asombrosa! Si es posible profetizar, echar fuera demonios y hacer muchos milagros en el nombre de Cristo sin conocerlo de verdad, con toda seguridad se podrá plantar una iglesia o dirigirla aunque no se tenga una relación salvífica con él. Si los dones espirituales no son una prueba de fe auténtica, el título tampoco. Richard Baxter, el pastor y teólogo puritano, escribe sobre esta realidad de una forma muy gráfica:

Señores, ¡cuántos han predicado a Cristo y, sin embargo, han perecido por la falta de interés salvífico en él! ¡Cuántos de los que ahora están en el infierno le han hablado a su gente de los tormentos de ese lugar, y le han advertido que escapen de él! ¡Cuántos, habiendo predicado sobre la ira de Dios contra los pecadores, la están soportando ahora! ¿Puede haber un caso más desolador en el mundo que el de un hombre que, habiendo convertido la proclamación de la salvación en su propio negocio y llamamiento, y tras haber ayudado a otros a ir al cielo, vea cómo a él se le cierra la puerta ante sus propias narices?

«Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? ¡A menos que fracasen en la prueba!» (2 Co 13:5).

A lo largo de los años he conocido a varios pastores que parecían carecer de la fe salvadora. Recuerdo cómo un joven pastor, al que me unía una amistad desde la facultad, me reveló que se encontraba en el ministerio principalmente porque perteneció a un gran ministerio juvenil en la escuela secundaria. Confesó que aunque dudaba de su propia salvación, ya se había «comprometido con el ministerio profesional». Otro tipo que conozco plantó una iglesia, en gran parte y en sus propias palabras, para impresionar a su padre. Durante una sesión de entrenamiento conmigo, me confesó que le preocupaba que el consejero al que estaba visitando pudiera descubrir la asombrosa realidad de que no solo había plantado una iglesia para ganarse el favor de su padre, sino también el de Dios.

Podría contarles numerosas historias similares. Por el momento, se trata de que muchos de los que participan en profesiones de asistencia (obra social, consejería, etcétera) lo hacen para resolver alguno de sus propios problemas. Este tipo de personas utiliza su servicio a los demás para conseguir sanidad para sí mismos. Muchos actúan del mismo modo con el pastorado. En cierto sentido, esto puede parecer noble: cuanto más sirvamos a los demás, más conscientes somos de que, en verdad, son ellos quienes nos sirven a nosotros. Lo entiendo. La principal diferencia en el pastorado es, sin embargo, que este tipo de hombres no solo están buscando ayudarse a sí mismos, sino salvarse.

Uno de mis primeros mentores, Wayne Barber, a quien Dios utilizó para confirmar mi sensación de haber sido llamado al ministerio, confesó en uno de sus sermones que no había sido cristiano durante los primeros años de su ministerio. Admitió que se había convertido en pastor con el fin de ganar el favor de Dios. Wayne, como muchos otros, utilizaba el ministerio como forma de cubrir y expiar su propio pecado. Confiaba en lo que hacía para Dios y no en lo que Cristo había llevado a cabo para él.

Lamentablemente, las iglesias suelen estar tan desesperadas por un liderazgo que están dispuestas a pasar por alto los defectos de carácter en un líder, sobre todo si es alguien con talento. Muchos piensan: Quizás no hace gala de un carácter piadoso, ¡pero puede levantar la pintura de la pared cuando predica! ... ¡Es un magnífico consejero! ... ¡Puede inspirar a la gente para que lo siga! Con la inmensa mayoría de las iglesias en declive o estancadas, los hombres de talento, aunque no regenerados, se convierten en un producto muy valorado en la economía cristiana profesional.

Otras iglesias sencillamente no están preparadas para discernir entre un líder redimido y otro que no lo está. Algunas veces la visión que la iglesia tiene del pastorado está tan influenciada por el modelo estadounidense de negocios de resultados y de crecimiento-a-todacosta que se hace poco o ningún hincapié en encontrar a alguien que haya sido en verdad llamado por Dios. En los últimos años, varios grupos y organizaciones evangélicas, así como unas pocas denominaciones tradicionales, me han pedido que los asesore en sus decisiones de contratar, despedir y reclutar. He comprobado que la pregunta principal por la que suelen empezar liberales y conservadores no consiste en ¿Es cristiano?, sino más bien en ¿Puede hacer que la iglesia crezca? Esta pregunta de sondeo es reveladora y nos alerta de por qué son tantos los hombres que plantan y dirigen iglesias sin tener una relación salvífica con Jesucristo.

Desde luego existe una preocupación ética cuando un hombre engaña a la iglesia con respecto a sus propias «credenciales» para el ministerio. Pero es algo más que una mera cuestión ética. El bienestar de la iglesia (y de su pastor) está en juego. Considere lo que le ocurre a un hombre que intenta liderar o plantar una iglesia sin haber sido antes rescatado de sus pecados. Se sentirá abatido (condenado, inseguro e inadecuado), o inflado (presumido, arrogante y orgulloso), dependiendo de que la iglesia esté en declive o en pleno crecimiento. En ambos casos, el pastor/plantador de iglesias que procura dirigir la iglesia sin haber sido primero rescatado de sus pecados está predispuesto a la idolatría, a la tristeza y al fracaso total, porque está usando a la iglesia y a su ministerio como medio para salvarse a sí mismo. Solo un hombre redimido puede servir verdaderamente a la iglesia de Cristo, porque su identidad y sus motivaciones para el ministerio son externas al mismo.

Por lamentable que pueda ser el estado final de un pastor no regenerado, el de la iglesia que este hombre dirija es aún peor. Aunque Dios, en su misericordia, utilice algunas veces a predicadores con motivaciones falsas, la iglesia que esté bajo el gobierno de un pastor semejante suele, por lo general, sufrir en lo espiritual, lo comunitario y lo misional y, en última instancia, secarse y morir. La mayoría de las iglesias no crecen más allá de la salud espiritual de su liderazgo. Las metáforas de Spurgeon son de gran utilidad:

Un pastor fuera de la gracia es un ciego elegido para una cátedra de óptica que filosofa sobre la luz y la visión, disertando y señalando a los demás las hermosas sombras y las delicadas mezclas de los colores del prisma, ¡mientras él se halla en la más absoluta oscuridad! ¡Es un mudo elevado a una cátedra de música; un sordo que diserta con elocuencia sobre sinfonías y armonías! Es un topo que profesa educar a aguiluchos; una lapa elegida para presidir sobre los ángeles.

Dicho de un modo sencillo, un hombre ajeno a las cosas de Dios será totalmente incapaz de enseñárselas a los demás. ¡Con todo, muchos son los pastores que ingresan en el ministerio con serias dudas sobre su propia salvación! ¿Podría ser esta una de las razones por las cuales miles de iglesias cerrarán sus puertas este año en América del Norte y la inmensa mayoría de las demás se encuentran estancadas o en declive?

Ser un hombre rescatado es un requisito fundamental para cualquiera que aspire a pastor/plantador de iglesia; dado que ninguno puede tener éxito en el ministerio sin él resulta, pues, necesario considerar cuidadosamente lo que significa ser un hombre rescatado antes de apresurarnos a analizar otras condiciones.

¿Qué significa ser rescatado? La Biblia usa muchas palabras para describir el milagro de la salvación: adopción, justificación, redención, reconciliación, etcétera. Una de las imágenes que emplea para describir esta realidad es la del nuevo nacimiento. Jesús afirmó: «De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn 3:3). El término que los teólogos suelen utilizar para describir este nuevo nacimiento es regeneración que se refiere a la implantación de la nueva vida espiritual en el corazón del pecador, haciéndolo que ame a Dios y a los demás. J. I. Packer describe la regeneración de este modo: «El nuevo nacimiento o regeneración es la recreación interna por medio del Espíritu Santo de la naturaleza humana caída. Hace que la disposición a la maldad, a la egoísta impiedad pase a la confianza y el amor, al arrepentimiento por las rebeliones y la incredulidad pasadas, y a la tierna conformidad con la ley de Dios desde ese momento en adelante. Ilumina la mente cegada para que discierna las realidades espirituales; libera y vigoriza la voluntad esclavizada para una libre obediencia a Dios». Un hombre rescatado ha nacido de nuevo a esta reciente vida espiritual que lo capacita para arrepentirse de su pecado y confiar en la obra de Cristo a su favor. «Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!».

También puede describirse lo que significa ser rescatado considerando lo que Dios hace en la vida de quien ha sido en verdad redimido de sus pecados. En Mateo 22:37-40 Jesús enseña que todo el Antiguo Testamento depende de dos breves mandamientos: «"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente". Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas». Un hombre rescatado no solo cree esta verdad que forma el corazón y el núcleo central del cristianismo, sino que en realidad ama a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza; como resultado, procura amar a su prójimo como a sí mismo. Un hombre rescatado es alguien cuyo amor por Dios va creciendo de forma holística. En sus afectos, pensamientos, motivaciones, pasiones, deberes y en todos los ámbitos de su vida. También es alguien que demuestra un amor creciente por otras personas, se sacrifica por los demás y entrega su vida para beneficio de ellos. En resumen, un hombre rescatado crece en amor genuino hacia Dios y hacia el prójimo.

Es, asimismo, alguien en quien el Espíritu Santo obra, produciendo el fruto de justicia. En Gálatas 5:22-24, el apóstol Pablo escribe lo siguiente: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos». En el original griego la palabra «fruto» del versículo 22 está en singular. Pablo no está haciendo la lista del menú espiritual en el que unos escogen el amor, otros la paz, alguien se decanta por la paciencia, etcétera, sino que todas estas cualidades en su conjunto constituyen el fruto que un hombre cristiano debe producir. El hombre rescatado debe exhibir, cada vez más, todas estas virtudes en su vida: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.

Si aspira al ministerio pastoral, debe comenzar por un examen sincero de su propia salvación, de su rescate personal. No dé por sentado que es cristiano solo porque es, o quiere ser, pastor. Jesús dijo que «muchos» de los que echan fuera demonios en su nombre no serán salvos (cf. Mt 7:22). Asegúrese de que conoce por sí mismo la salvación que les está proclamando a los demás. Esté dispuesto a cuestionar sus motivaciones para el ministerio y asegúrese de no estar intentando conseguir el favor de Dios. La salvación es el requisito primordial para el ministerio cristiano. Sin él, nada es posible; y si ingresa en este oficio careciendo de ella, se arruinará a sí mismo y a todos aquellos a los que procura servir.

En el capítulo siguiente analizaremos cuál es el aspecto del hombre cualificado para liderar la iglesia. Sin embargo, antes de eso, le ruego que considere las preguntas siguientes que han sido diseñadas para ayudar al lector a revisar lo que cree en cuanto a la vida, la muerte y la resurrección de Jesús y el ministerio del Espíritu Santo.

1) ¿Tiene usted en estos momentos la genuina seguridad de que Cristo es quien perdona sus pecados y es su única esperanza para una relación eterna con Dios?

2) Imagine que está delante de Dios, el Juez justo de todas las personas. ¿Siente la tentación en su mente de enumerar las buenas acciones que usted ha realizado en defensa de su salvación o es consciente de que depende de la obra de Cristo —su vida de obediencia, su muerte sacrificial y su poderosa resurrección— para ser salvo?

3) ¿Existe alguna evidencia de la obra del Espíritu Santo en su vida y en su carácter?

a. ¿Tiene la sensación general de ser un verdadero hijo de Dios? (Véanse Ro 8:15-16; 1 Jn 4:13).

b. Lea Gálatas 5:22-23. ¿Son «el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad y el dominio propio» características que se están desarrollando en usted? ¿Dirían sus más allegados que ven estos rasgos en su vida con regularidad?

c. Lea Mateo 7:16-20. ¿Produce su ministerio buen fruto? ¿Es la edificación de las personas y de la iglesia una característica de su ministerio o, por el contrario, este se distingue más por la disensión y la división?

4) Si en la actualidad es usted pastor o plantador de iglesia seguro de su estado de «hombre rescatado», ¿está convencido de que aquellos que comparten el liderazgo con usted creen en el verdadero evangelio de la gracia?

(Continues...)



Excerpted from Church Planter by Darrin Patrick Copyright © 2012 by Darrin Patrick . Excerpted by permission of ZONDERVAN. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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