Sopa de pollo para el alma del amante de los caballos: Relatos inspiradoros sobre caballos y la gente que los quiere

Sopa de pollo para el alma del amante de los caballos: Relatos inspiradoros sobre caballos y la gente que los quiere

Sopa de pollo para el alma del amante de los caballos: Relatos inspiradoros sobre caballos y la gente que los quiere

Sopa de pollo para el alma del amante de los caballos: Relatos inspiradoros sobre caballos y la gente que los quiere

eBook

$9.99 

Available on Compatible NOOK Devices and the free NOOK Apps.
WANT A NOOK?  Explore Now

Related collections and offers


Overview

Chicken Soup for the Horse Lover's Soul is filled with inspiring stories of rescue and rehabilitation, heartbreaking losses, dedication and commitment, and positive messages of responsibility and unconditional love. Readers will enjoy uplifting and humorous stories that depict the horse's intelligence, versatility and intuitiveness; they will discover the horse's healing powers, marvel at the graceful performance of a Grand Prix Dressage winner, be awed by the stamina and strength of a working horse and the athletic prowess of a champion racer.

In exchange for our love and companionship, horses teach us, heal us, protect us and guide us. Chicken Soup for the Horse Lover's Soul is a worthy celebration of a very noble creature.

Product Details

ISBN-13: 9781453276792
Publisher: Chicken Soup for the Soul
Publication date: 05/20/2014
Series: Sopa de Pollo para el Alma
Sold by: SIMON & SCHUSTER
Format: eBook
Pages: 384
File size: 1 MB
Language: Spanish

About the Author

Jack Canfield is cocreator of the Chicken Soup for the Soul® series, which includes forty New York Times bestsellers, and coauthor of The Success Principles: How to Get from Where You Are to Where You Want to Be. He is a leader in the field of personal transformation and peak performance and is currently CEO of the Canfield Training Group and Founder and Chairman of the Board of The Foundation for Self-Esteem. An internationally renowned corporate trainer and keynote speaker, he lives in Santa Barbara, California.
 Mark Victor Hansen is a co-founder of Chicken Soup for the Soul.

Hometown:

Santa Barbara, California

Date of Birth:

August 19, 1944

Place of Birth:

Fort Worth, Texas

Education:

B.A. in History, Harvard University, 1966; M.A.T. Program, University of Chicago, 1968; M.Ed., U. of Massachusetts, 1973

Read an Excerpt

Sopa de Pollo para el Alma del Amante de los Caballos

Relatos inspiradores sobre caballos y la gente que los quiere


By Jack Canfield, Mark Victor Hansen, Marty Becker, Gary Seidler, Peter Vegso, Theresa Peluso

Chicken Soup for the Soul Publishing

Copyright © 2014 Chicken Soup for the Soul Publishing, LLC, Marty Becker, Gary Seidler, Peter Vegso y Theresa Peluso
All rights reserved.
ISBN: 978-1-4532-7679-2



CHAPTER 1

UN LAZO ESPECIAL

En algún lugar del Espacio del Tiempo Debe haber algún pastizal Donde los riachuelos cantan y los árboles crecen Algún paraíso a donde van los caballos, Ya que por el amor que guía mi pluma Sé que los grandes caballos viven de nuevo

Stanley Harrison


El caballo de paso


Un caballo vale más que un tesoro.

Proverbio español


La primera vez que Bart me habló sobre su caballo Dude, supe que el lazo entre ellos era especial. Pero nunca imaginé que Dude me daría un regalo tan maravilloso.

Bart creció en una granja familiar centenaria en Tennessee y amaba a todos los animales. Pero Dude, el caballo color castaño que recibió a los nueve años, era su favorito. Años después, cuando el padre de Bart vendió a Dude, Bart lo lloró en secreto.

Incluso antes de que conociera y me casara con Bart, yo también sabía bastante de dolores secretos. Debido al trabajo de mi padre, mi familia se trasladaba cada año. Yo deseaba quedarme en un lugar, donde poder desarrollar amistades duraderas, pero nunca le dije nada a mis padres. No quería herirlos. Aun así, muchas veces me pregunté si el mismo Dios podía estar al tanto de donde estábamos, considerando que nos mudábamos tan seguido.

Una noche de verano en 1987, mientras Bart y yo nos mecíamos en el columpio en nuestra terraza, mi marido repentinamente preguntó: "¿Alguna vez te conté que Dude ganó el campeonato mundial de caballos de paso?"

"¿Caballos de peso?", le pregunté.

"De paso", me corrigió Bart, y con una sonrisa gentil me explicó: "Es un tipo de baile que hacen los caballos. Lleva mucho entrenamiento. Hay que usar cuatro riendas para guiar al caballo. Es muy difícil". Mirando hacia el pastizal, agregó: "Dude era el mejor caballo de paso que ha existido".

"Entonces por qué dejaste que tu papá lo vendiera?", inquirí.

"Yo ni siquiera sabía que estaba pensando hacerlo", respondió Bart. "Cuando yo tenía 17 años, me fui a hacer un trabajo de construcción en la Florida. Supongo que papá pensó que ya no iba a montar más, así que vendió a Dude sin preguntarme. Tener una granja con caballos implica que uno siempre los está comprando y vendiendo y eso es lo que hizo mi papá. Siempre me pregunté si ese caballo me extrañaba tanto como yo lo extrañaba a él. Nunca tuve la voluntad para tratar de encontrarlo. No podía soportar la idea de que algo malo ...", Bart se quedó en silencio.

Después de eso, Bart mencionaba a Dude frecuentemente. Me sentía mal por él, pero no sabía qué hacer. Entonces, una tarde, mientras caminaba por un pastizal, se me ocurrió un pensamiento extraño. En mi corazón, una voz dijo: "Lori, encuentra a Dude para Bart".

¡Qué cosa tan absurda!, pensé. Yo no sabía nada de caballos, y mucho menos tenía idea de cómo encontrar y comprar uno. Esa era la especialidad de Bart.

Pero mientras más trataba de olvidarme de aquella idea, más fuerte se volvía. No me atrevía a mencionárselo a nadie, salvo a Dios. Todos los días le pedía que me guiara.

Un sábado en la mañana, tres semanas despues de que por primera vez se me ocurrió esa idea, se me acercó el señor Parker, un nuevo empleado de la compañía de electricidad, mientras yo estaba en el jardín. Empezamos a conversar amistosamente. Cuando mencionó que una vez había comprado un caballo del padre de Bart, lo interrumpí.

"¿Recuerda el nombre del caballo?", pregunté.

"Por supuesto", respondió. "Dude. Pagué 2,500 dólares por él".

Di un salto y me sacudí la tierra de las manos antes de preguntarle con voz entrecortada si sabía qué había ocurrido con el caballo.

"Sí, lo vendí y saqué una buena ganancia".

"¿Dónde está Dude ahora?", le pregunté. "Necesito encontrarlo".

"Eso es imposible. Lo vendí hace años", me explicó. "Quizá ya esté muerto".

"¿Pero usted me ... podría ... me ayudaría ... a encontrarlo?", le rogué. Después de que le expliqué la situación, el Señor Parker se me quedó mirando por varios segundos.

Finalmente, aceptó ayudarme a buscar a Dude y me prometió que no le iba a decir nada a Bart.

Todos los viernes, durante casi un año, llamé al señor Parker para saber si había averiguado algo. Todas las semanas, la respuesta fue la misma: "Lo siento. Nada todavía".

Una semana, lo llamé con una petición distinta: si podía hallar a uno de los hijos de Dude.

El se rió. "No lo creo. Dude estaba castrado".

"No importa", le dije. "Aceptaré un hijo castrado".

"Usted realmente necesita ayuda", se burló el señor Parker antes de explicarme que los caballos castrados no podían reproducirse. Luego pareció redoblar sus esfuerzos para ayudarme. Varias semanas después, me llamó un lunes.

"!Lo encontré, lo encontré!", me gritó.

Yo quería saltar por el teléfono. "¿Dónde?"

"Está en una granja en Georgia", contestó el señor Parker. "Una familia compró a Dude para su hijo, pero no pueden logran hacer nada con el caballo. Ellos creen que está loco. Que hasta puede ser peligroso. Apuesto a que usted lo podría recuperar fácilmente".

El señor Parker tenía razón. Llamé a la familia en Rising Fawn, Georgia, y pacté comprarles el caballo por 300 dólares. Me costó mantener el secreto hasta el fin de semana. El viernes, recibí a Bart en la puerta cuando llegó del trabajo. "¿Quieres dar un paseo?", le pregunté con mi entonación más persuasiva. "Te tengo una sorpresa".

"Cariño ... Estoy cansado", se excusó él.

"Por favor, Bart. He preparado un picnic. Te prometo que valdrá la pena".

Bart se subió al jeep. Yo sentía que mi corazón iba a estallar mientras conducía y trataba de conversar de asuntos familiares.

"¿A dónde vamos?", preguntó Bart media hora después.

"Un poquito más adelante", dije yo.

Bart suspiró. "Cariño, te amo. Pero no me puedes arrastrar hasta el fin del mundo".

Ni siquiera intenté defenderme. Había esperado demasiado por este momento para arruinarlo ahora. Pero para cuando me salí de la carretera principal y entré por una de gravilla, Bart estaba tan irritado que ni siquiera me hablaba. Me fulminó con la mirada cuando tomé un camino de tierra.

"Llegamos", le dije mientras estacionaba frente a una reja.

"¿Llegamos a dónde? ¿Te volviste loca?", explotó Bart.

"Deja de gritar", le dije. "Y silba".

"¿Qué?", exclamó él sin comprender.

"Silba", repetí yo. "Como solías hacer ... para llamar a Dude. Sólo silba. Entenderás en un minuto".

"Mira ... yo ... ¡Esto es una locura!", dijo Bart confundido.

Sólo por complacerme, se bajó del jeep y silbó. No pasó nada.

"Dios mío", pensé. "Por favor no dejes que éste sea un error".

"Hazlo de nuevo", le rogué a mi marido.

Bart silbó una vez más y escuchamos un ruido a la distancia. ¿Qué era aquello? Yo apenas podía respirar. El volvió a silbar y de repente vimos un caballo acercarse al galope. Antes de que yo pudiera hablar, Bart ya había saltado la reja.

"¡Dude!", gritó, corriendo hacia su amigo. Los vi acercarse como en esas imágenes de cámara lenta de las películas. Bart se subió sobre su amigo y le empezó a acariciar el cuello.

Inmediatamente, apareció un adolescente de pelo claro, seguido de sus padres jadeantes.

"¡Señor, tenga cuidado!", gritó el joven, sin dejar de mascar una bola de tabaco. "Ese caballo está loco".

"No", respondió Bart. "No está loco. Es Dude".

Para asombro de todos, a la orden de Bart, Dude alzó la cabeza sin brida y empezó a realizar el baile del que me había hablado. Nadie habló. Cuando Dude terminó de bailar de alegría, Bart se bajó y me dijo que quería llevárselo a casa.

"Lo sé", le respondí con lágrimas en los ojos. "Ya hice todos los arreglos. Podemos regresar mañana con un remolque para llevarlo a casa".

"No", insistió Bart. "Tiene que ser hoy".

Llamé a mis suegros y pronto llegaron con un remolque para transportar caballos. Le pagamos a los dueños y nos fuimos.

Bart pasó la noche en el granero. Yo sabía que él y Dude tenían mucho de qué hablar. Al mirar hacia fuera, donde la luna iluminaba el granero, sonreí, a sabiendas de que mi marido y yo tendríamos una historia maravillosa que contarle a nuestros hijos y nietos.

"Gracias, Dios mío", susurré. Entonces entendí. Le había dedicado más tiempo a buscar a Dude del que jamás había vivido en un solo lugar. Dios había usado mi búsqueda del caballo como una forma de renovar mi fe en el amigo que puede ser más fiel que un hermano.

"Gracias, Dios mío", susurré mientras me quedaba dormida. "Gracias por no perder nunca la pista de Dude ... ni la mía".

Lori Bledsoe, tal como se lo contó a Rhonda Reese

CHAPTER 2

Un rescate difícil

Dios estaba siempre presente en la vida de mi madre. Así que a ella le resultaba natural invocar su ayuda cada vez que enfrentaba cualquier cosa difícil, incluso en las tareas más simples, que no requerían de intervención divina.

Recuerdo un día, cuando yo tenía siete u ucho años, en que ella estaba tratando de abrir un frasco de habas verdes con toda la fuerza de su cuerpecito de cinco pies de alto. La tapa no se movía.

Ella se detuvo y suspiró. Entonces alzó el frasco en su mano izquierda y mirando al cielo exclamó: "Señor, me gustaría darle estas habas a mi famlia, pero necesito tu ayuda para quitar la tapa. Gracias, Dios mío".

Dijo la pequeña oración en un tono reverencial y respetuoso, pero al mismo tiempo con la actitud afectuosa y simple del que le habla a un amigo. Y, más importante aún, totalmente confiada en recibir una respuesta.

Mi madre bajó los ojos y puso la mano derecha sobre la tapa, que cedió esta vez tan fácilmente como si hubiera sido aceitada.

Desde niña, siempre me impresionó la fe de mi madre. Yo creía en ella y en Dios, pero por alguna razón no sentía la misma cercanía hacia el Señor que ella. Muchas veces me pregunté cómo podía hablar tanto con alguien a quien nunca había visto. Una vez le pregunté y ella me respondió que lo había visto. En las flores, en los árboles, las estrellas y en muchas otras creaciones, me explicó. Lo que me dijo estaba bien, pero no era lo que yo esperaba.

Mi mamá no leía la Biblia mucho, pero curiosamente se sabía muchos pasajes que mencionaban a caballos. Resulta que yo amaba los caballos y tenía mi propio Tennessee Walker negro, grande, maravilloso. Se llamaba Bob's Merry Legs y era más que un caballo. Era mi amigo, mi confidente y escuchaba todos mis secretos. La mancha blanca de su frente secaba mis lágrimas. Sus orejas se movían atentas de un lado a otro mientras trataba de comprender las palabras que yo le susurraba. Mamá sabía que si había alguna forma de que yo llegara a Dios, era a través de los caballos.

Por eso me leía pasajes del libro de Job en los que el Señor hablaba de la fuerza y de la majestad del caballo. Me dijo que Jesús iba a venir un día e iba a estar montando un gran caballo blanco, mientras los santos cabalgaban detrás de él. Yo podía imaginar la escena. Hacía que mi corazón y mi pulso se aceleraran. Veía en mi mente una grandiosa cabalgata, con cientos de ángeles a caballo, sus túnicas flotando sobre los cuerpos musculosos de los hermosos animales. Luego, cuando miraba a Bob, me lo imaginaba en el cielo y pensaba que Jesús estaría orgulloso de montarlo.

Cada mañana que había colegio, me levantaba y después de tomar desayuno, iba a visitar a Bob antes de tomar el bus amarillo que tardaba hora y media en llegar a la escuela. Una mañana, recogí unos cubos de azúcar en la cocina y salí por la puerta trasera hacia el establo. Luego silbé para llamarlo, como siempre. La rutina de Bob era tan predecible como la mía. Escuchaba mi silbido, asomaba la cabeza por la puerta del establo y luego salía trotando alegremente hacia el potrero para recibir mi saludo junto a la cerca. Esa mañana, sin embargo, algo andaba mal. Bob no apareció. Sentí pánico.

"¿Bob?", grité. Abrí la puerta del potrero y entré al establo. Estaba vacío. Mientras regresaba al potrero, advertí lo que había pasado: una sección de la cerca se había caído y Bob obviamente había salido. Tuve miedo.

Volví corriendo a mi casa y le dije a mi mamá que no iba a ir al colegio, un anuncio bastante pretencioso viniendo de una escolar de apenas diez años.

"¿Qué dijiste jovencita?", preguntó ella.

"Bob no está".

No perdió tiempo repitiendo lo que yo acababa de decirle. Mamá era así. Siempre que había una crisis, reaccionaba de inmediato a la situación.

"Voy a buscar a tu padre", dijo. "Tú espera aquí".

No podía estarme tranquila. Mi mejor amigo andaba por ahí, perdido. Sabía que a mi madre sólo le tomaría unos minutos manejar hasta el campo donde papá atendía el algodón. Me había criado allí, en una granja algodonera de 100 acres atravesada por decenas de caminos de tierra. Bob y yo los conocíamos todos.

A mí me pareció una eternidad, pero no pasaron diez minutos antes de que papá apareciera con mamá en la camioneta. Ella se bajó. El no. Me gritó que me subiera a la camioneta. Lo hice y empezó a manejar.

Recorrimos todos los caminos de tierra, pero no vimos a Bob. Me di cuenta de que mi papá estaba tratando de no demostrarlo, pero se estaba preocupando. Repentinamente, dijo: "Voy a pasar por el camino principal para ir donde el señor Rogers". Algo en su tono hizo que mi piel se erizara. Aún recuerdo la sensación.

Atravesamos el camino principal y nos dirigimos hacia un enorme foso de grava. Papá detuvo la camioneta a una distancia segura del borde y nos acercamos. Allá abajo, muy pequeño, vimos a Bob. Inmediatamente empecé a llorar, con el corazón roto.

Consciente de que mis lágrimas no ayudarían a Bob, me sequé los ojos, controlé un par de hipos, me acerqué más al borde del foso y miré hacia abajo. Noté que Bob mantenía una de sus patas traseras suspendida en el aire, indicio seguro de que se la había lastimado. No tenía sentido preguntar, o tratar de imaginar, cómo había ido a parar al fondo del foso. Lo único que importaba era encontrar una forma de sacarlo.


(Continues...)

Excerpted from Sopa de Pollo para el Alma del Amante de los Caballos by Jack Canfield, Mark Victor Hansen, Marty Becker, Gary Seidler, Peter Vegso, Theresa Peluso. Copyright © 2014 Chicken Soup for the Soul Publishing, LLC, Marty Becker, Gary Seidler, Peter Vegso y Theresa Peluso. Excerpted by permission of Chicken Soup for the Soul Publishing.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Introducción,
1. UN LAZO ESPECIAL,
El caballo de paso Lori Bledsoe y Rhonda Reese,
Un rescate difícil Diane M. Ciarloni,
Corazón de vaquero Roger Dean Kiser,
Sombra T.C. Wadsworth,
El viejo Twist Tom Maupin,
Un lazo silencioso Tiernan McKay,
Papá siempre le dijo "sí" a los caballos Teresa Becker,
Syd y Roanie Judy Pioli Askins,
Un caballo con corazón Jerry Simmons-Fletcher,
El bebé durmiente Jennilyn McKinnon,
Un regalo de oro Robin Roberts,
La oportunidad de una vida Denise Bell-Evans,
Lanzando el lazo Michael Johnson,
2. LOS CABALLOS COMO MAESTROS,
El lenguaje de los caballos Monty Roberts con Carol Kline,
Montando al límite Jane Douglass Rhodes,
El Hermano Mayor te observa Don Keyes,
Que Dios bendiga las pequeñas almas de,
los amantes de los caballos Patricia Carter,
Encuentro con un espía peligroso Woody Woodburn,
Defender tu terreno Starr Lee Cotton Heady,
La vieja Magia Negra Diane M. Ciarloni,
Un buen caballo John Moore,
Tome asiento profundo Gary Cadwallader,
3. ESTOS ASOMBROSOS ANIMALES,
La guía Stephanie Stephens,
El semental y el mirlo Gerald W. Young,
Cambio de mando Sandra Tatara,
De una mamá a otra Chris Russell-Grabb,
Instintos de una yegua de guerra Christina Donahue,
El susurrador Joyce Stark,
El pilón Nancy Minor,
La boda Kris DeMond,
El deseo de Andy Vikki Marshall,
Extraordinaria elegancia Thirza Peevey,
Un trabajo para Missy Lynn Allen,
4. LOS CABALLOS COMO CURANDEROS,
Lo tengo, papá Pat Parelli,
Crisálida Jennie Ivey,
¡Oiga, señora! Jeanette Larson,
Los jueves son especiales Kimberly Graetz Herbert,
Un día de playa Tracy Van Buskirk,
Una damisela con botas de trabajo gastadas Paula Hunsicker,
Cabalgando por el camino a la recuperaciónLisa B. Friel,
¡Vuela, Misty, vuela! Janice Willard,
La risa vuela, como Pegaso Barbara A. Davey,
Regalito Diana Christensen,
Tocada por un caballo Melody Rogers-Kelley,
Yendo donde los caballos jamás han estado Carole Y. Stanforth,
5. SOBRE COMPAÑÍA Y COMPROMISO,
Un caballo en la casa Diana Christensen,
Lado a lado Sissy Burggraf,
Mi amigo Bob Diane M. Ciarloni,
El pony de la alfombra mágica Robin Traywick Williams,
A Chutney, con amor Kimberly Gatto,
Una nueva vida para Rosie Marla Oldenburg y Bill Gross,
Lecciones de Lou Edwina Lewis,
Flechada, gracias a unas pinturas a dedo Tiernan McKay,
Sus regalos especiales Debbie Hollandsworth,
Un caballo en Harvard Jennifer Chong,
Con mucha fe Mitzi Santana,
6. ¡PARTIDA!,
Un trío esperanzador inusual Theresa Peluso,
Montando la Navidad Jan Jaison Cross,
Pobre de carreras Carol Wade Kelly,
Caballos felices Michael Compton,
En la recta final Craig Wilson,
Allez Mandarin Thomas Peevey,
Da Hoss Ky Mortensen,
El regalo de Girly Dave Surico,
El destino de Edgar Brown Jeff C. Nauman,
Un golpecito en el hombro Basil V. De Vito Jr.,
El lado divertido de la vida Chris Russell-Grabb,
7. CABALLOS ... ETCÉTERA,
Ellos relinchan, yo pago Marty Becker,
De hombres y caballos magníficos Boots Reynolds,
¿Es usted una verdadera mamá ecuestre? Barbara Greenstreet,
Los aficionados a los caballos están realmente enfermosCristina Scalise,
Minnie Pearl y yo Tom Truitt,
Una fría mañana en Georgia Janie Dempsey Watts,
La batalla de los titanes Lynn Allen,
Mi bisabuela Hazel y la silla de Amazona Dottie McDonald Linville,
Etiqueta al montar Christine Barakat,
El regalo de un sueño Susan Farr Fahncke,
Confesiones del padre de una jinete de exhibición J.L. Lindstrom,
¿Quién es Jack Canfield?,
¿Quién es Mark Victor Hansen?,
¿Quiénes son los coautores?,
Colaboradores,
Permisos,

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews