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CHAPTER 1
Tú no eres malo y no te vas a quemar en el infierno
El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas.
— UCDM, Libro de ejercicios, Lección 73
Muchas personas sufren porque tratan de vivir de acuerdo a las expectativas que se les han impuesto. Estas expectativas pueden venir de la iglesia, de la comunidad o hasta de su propia familia. Recuerdo que cuando yo tenía doce años, asistí a un retiro católico donde me dijeron que la expectativa era que confesara mis pecados ante un cura. ¡¿Qué?! Recuerdo que pensé que esto no tenía sentido porque:
1. Yo no era una pecadora, y
2. Si lo fuera ¿por qué se lo iba a confesar a un extraño?
También fui a una charla donde me dijeron que uno no debía tener sexo antes del matrimonio y que gustarle alguien del mismo sexo era pecado. Recuerdo haberme reído para mis adentros, pensando, ¡Pero ... qué ridiculez!
Mis papás son de religiones diferentes — mi papá es presbiteriano y mi mamá, católica. Cuando les expliqué que no estaba cómoda con lo que oía en la iglesia, me dijeron que yo podía escoger mi religión cuando fuera mayor. Eso fue una verdadera bendición porque entendieron que, aunque yo era joven, yo conocía la verdad. Y, en realidad, todos la conocemos, sólo que la olvidamos de vez en cuando. Lo que casi siempre se interpone entre nosotros y el recuerdo de la verdad es la culpa — un parásito escondido en nuestras mentes que se alimenta de nuestra energía y no nos deja vivir felices.
Una y otra vez veo cómo mis estudiantes y clientes llevan una carga pesada de culpa por algo que hicieron en el pasado, algo que los ha llevado a creer que son básicamente malos. Dicen cosas como:
"Mentí, fui infiel, y dejé a mi familia."
"Debí de haber esperado más tiempo antes de decirle a mi familia que era gay."
"Hice algo tan malo en el pasado que ya no soy como los demás."
Un curso de milagros nos dice que en realidad nos sentimos culpables por una sola razón: porque creemos que nos hemos separado de Dios. Aunque aparente ser que tenemos muchos problemas distintos, es éste el único problema. Al principio puede parecer difícil de comprender; yo tampoco lo entendí por mucho tiempo. Por ahora te pido que confíes, te voy a ayudar a entender porque esto es así.
¿Quién es Dios?
Antes que nada, ¿quién es Dios en realidad? El Curso ofrece una descripción sencilla: "Dios es sólo amor y, por ende, eso es lo que soy yo" (UCDM, Libro de ejercicios, Lección 171).
Esto significa que nuestra Fuente es puro amor, no un Padre que castiga y juzga, que quiere que confesemos nuestros pecados, que sigamos mandamientos y que creamos en ciertas cosas y en otras no. Para muchos de nosotros, el amor parece estar muy lejos y, sin pensarlo mucho, nos culpamos por esa distancia que sentimos.
Para colmo, como si no fuera castigo suficiente el creer que nos hemos separado de nuestra Fuente de amor que es Dios, vivimos temiendo el castigo que creemos que Él nos dará por alejarnos. Nos castigamos a nosotros mismos, creyendo que lo merecemos. Creamos conflictos sin solución — lo que yo llamo nuestros grandes problemas — para pagar por el error de separarnos de Dios. Entonces nos obsesionamos con la apariencia de esos problemas en vez de encontrar su verdadera causa. Como nos dice el Curso, nunca estamos disgustados por la razón que creemos (UCDM, Libro de ejercicios, Lección 5).
Sin darnos cuenta, creamos un mundo entero de ilusiones para escondernos de un Dios cruel — aunque en realidad Él nunca lo ha sido. Cargamos con nuestra culpa donde quiera que vamos, en cada situación y relación a la que entramos. Esto se siente muy mal, así que decidimos culpar a los demás por nuestro dolor. Proyectamos nuestra culpa hacia afuera, fingiendo que es parte del mundo externo y no de nosotros mismos.
Y ahí es que nos fastidiamos.
El resultado de esta proyección es desconfianza, infelicidad y traición entre individuos y, en su manifestación extrema, guerra entre culturas y naciones. Nos convencemos que nuestra infelicidad la causan los demás y nos quedamos atrapados en conflictos que, sean grandes o pequeños, parecen imposibles de resolver. Generalmente no vemos que las raíces de estos conflictos yacen en la creencia de que de alguna manera nos hemos separado de Dios y que nos sentimos desconectados de Su amor.
¿Cómo perdimos contacto con el amor?
En el principio, había felicidad absoluta. Esto se conoce metafóricamente como el Jardín del Edén, pero en realidad es simplemente un estado mental, uno de pura dicha y éxtasis. Ni la condena, ni la tristeza, el enojo o enfermedad existían en este jardín ... sólo el amor. Pero entonces un pensamiento absurdo surgió: "¿qué tal si hay algo más?" Ese fue el principio de la duda y como nos indica el Curso, "desde entonces nadie ha estado seguro de nada" (UCDM, Cap. 3, Sección V).
Y ¿cuándo es que nació este pensamiento errado? La respuesta es sencilla: hace un instante.
Ha surgido innumerables veces, pero el único momento que cuenta es el más reciente, porque el único momento que importa es el ahora. Pensamos constantemente que estamos separados de Dios, distanciándonos del amor que es nuestra naturaleza verdadera. Por eso nos quedamos en un mundo tan doloroso. Cuánto tiempo hemos pasado en esto es irrelevante.
Si quieres vivir feliz en vez de permanecer atrapado en un mundo de separación, tienes que entender que has creado todos esos grandes problemas que te mantienen en ese estado. He aquí unos ejemplos comunes de lo que consideramos grandes problemas:
No tengo dinero para pagar los impuestos.
La política de hoy en día está arruinando el país.
El sistema está ensañado en mi contra.
Tengo que presentarme en la corte.
¡Él no me ha llamado!
No me dieron el trabajo.
Se me perdió la licencia de conducir.
Crees que todos esos problemas son reales, les das credibilidad y les entregas tu poder. Parece ser que todo está pasando afuera de ti, y pasas días preocupándote y noches perdiendo el sueño.
Puede que ahora mismo estés pensando: ¡pero es que mis problemas sí están sucediendo! Tengo que resolverlos. ¡Sí existen! Yo solía sentirme igual, hasta que empecé a mirar más allá de la forma de las cosas y ver desde una perspectiva más amplia. Gradualmente, me di cuenta que si seguía creyendo en la apariencia de los problemas, iba a seguir perdiendo mi paz y nunca la tendría de vuelta.
Pero te traigo buenas noticias — aunque parece que nos hemos separado de Dios, todavía estamos con Él y en Él. Nuestro Padre nos ama tanto que nunca crearía este mundo enfermizo y deprimente para nosotros. Puede que pienses que es la voluntad de Dios que suframos para poder aprender y crecer, pero ¿de verdad crees que un padre amoroso nos haría eso?
Según el Curso, Dios no es una divinidad distante que se sienta allá arriba a juzgarnos y a repartir castigos o recompensas. Dios es sencillamente la naturaleza de perfecto amor que todos tenemos dentro. Olvidar a Dios es olvidar quienes realmente somos. Olvidarnos a nosotros mismos es escoger mirar al mundo con los ojos del miedo, cuando tenemos la opción de verlo con los ojos del amor. Mirar con miedo es muy común ¡pero no es obligatorio!
La solución a todos nuestros problemas
El mejor método de resolver problemas comienza entendiendo donde NO están. Nuestros problemas no están allá afuera; están en nuestra mente. Cuando creemos que están allá afuera, rápidamente van a crecer en número e intensidad hasta que parece que estamos viviendo en el infierno. El infierno no es ese lugar horroroso donde Dios nos envía por ser malos; el infierno es la infelicidad que vivimos en este mundo ahora. Para vivir felices, tenemos que enfrentar todos nuestros grandes problemas y perdonarlos. En otras palabras, dejamos ir esos pensamientos negativos y absurdos que repetimos día tras día. La verdad es que nosotros mismos creamos nuestras experiencias, así que podemos empezar ahora mismo a crear unas mejores.
Por ejemplo, en el 2009, cuatro años después de que me casé, me convertí en una estadística de divorcio más. Al principio, sentí una tristeza profunda, pero no reprimí mis sentimientos. Me permití llorar, desahogarme, ¡hasta gritar! Ese mismo año, empecé mis estudios con Caminos de Luz (Pathways of Light), donde fui a sanar el dolor de mi matrimonio fracasado. Los estudios de Caminos de Luz me ayudaron a manejar mis emociones más efectivamente al enseñarme cómo entregárselas a mi guía interna, lo que discutiremos más en detalle en el próximo capítulo.
Caminos de Luz y Un curso de milagros me llevaron a deshacerme de los pensamientos fatalistas como "ay, esto es un problema demasiado grande ... me estoy divorciando ¡mi vida se acabó!" Empecé a soltar el problema al aceptar lo que sentía y entregárselo todo a algo más grande: Dios. Yo no era capaz de sanarme sola; necesitaba ayuda interior. Pidiendo esta intervención divina, pude transformar los pensamientos auto-destructivos, como los que me decían que "debe haber algo que está mal en mí porque me voy a divorciar."
El cambio de percepción
El Curso define al milagro como un cambio de percepción, o sea, tomar la decisión de ver las cosas de una manera diferente. Por ejemplo, una vez yo me permití realmente sentir el dolor inicial de mi divorcio, pude escoger otra manera de verlo. Para mí, estos "cambios de percepción" se manifestaron así:
Escogí ver cuanto crecí en la relación, cómo me hizo más humilde y, a la vez, más segura de mí.
Escogí ver cómo me enseñó lo que verdaderamente significa trabajar en equipo.
Escogí ver que amar a mi esposo significaba estar dispuesta a dejarlo ir para que encontrara su felicidad (y para que yo también encontrara la mía).
Escogí ver que los dos éramos mejores personas gracias a nuestro matrimonio.
Escogí sentir gratitud porque ahora teníamos la habilidad de extender aún más amor al mundo por todo lo que aprendimos juntos.
Por último, el regalo más hermoso que me dio el gran problema de mi divorcio es que me ayudó a encontrar mi propósito. Buscar sanación después de mi divorcio me llevó a mis estudios ministeriales, ¡lo que definitivamente nunca había estado en mis planes antes de casarme! Así es cómo aprendí una de las lecciones más grandes de mi vida espiritual: que una belleza extraordinaria puede surgir de los momentos más difíciles. Buscar un milagro conlleva enfrentarte a esos lugares oscuros dentro de ti que todavía necesitan sanar. Es entonces que se disuelven las barreras que no te habían dejado ver el Amor que realmente eres — es decir, Dios dentro de ti. También significa aprender a reconocer el "orden divino" en cualquier situación, aún la más difícil. Tienes que permitir un cambio de percepción milagroso para ver ese orden y así poder vivir feliz.
Déjame darte un ejemplo de algo que me parecía un gran problema que, aunque no tan serio como el divorcio, también me enseñó algo muy valioso. Una vez recibí una carta del Departamento de Tesorería de los Estados Unidos informándome que los impuestos de mi negocio estaban atrasados y que, por consiguiente, se me iba a imponer un recargo. Decía la carta que, si me rehusaba o no pagaba antes del plazo límite, me podían imponer multas, embargar mi cuenta de banco o hasta mandarme a la cárcel. ¡Dios mío! Unos años antes me hubiese dado un ataque de nervios, pero para ese entonces ya tenía práctica con el asunto de no permitir que los grandes problemas me alteraran. En vez de sentirme como víctima bajo amenaza y reaccionar con miedo, simplemente me senté y escribí una carta calmada y objetiva al Departamento de Tesorería, explicando que no sabía que la fecha de entrega era diferente de la de los impuestos individuales porque mi contable no me lo había informado. Envié la carta y dejé de preocuparme.
Después de algunos meses, recibí una carta notificándome que no iban a imponer recargos ya que era la primera infracción. Pensé: ¡Mira esto ... no me dejé llevar por mis propios miedos y el Departamento de Tesorería de repente se volvió amable!
Pero ¡cuidado! Por favor nota que la clave era ser feliz no importa el resultado. Si hubiese recibido la noticia opuesta y se me hubiesen impuesto multas y recargos, recordaría que la situación estaba dentro de mí y que tenía que parar de pensar en lo grande que era el problema. Así podía enfrentar la situación manteniendo mi alegría, porque sé que siempre hay una manera de seguir bailando ¡no importa lo que pase! ¡Rumbaaaa lala rumbaaa!
PUNTOS CLAVES
Muchas veces sufrimos por una combinación de expectativas sociales y culpa personal.
La presión y la culpa pueden hacernos sentir que estamos sobrecargados de problemas.
En realidad, sólo existe un problema: la creencia de que estamos separados de Dios, o del Amor dentro de nosotros que es nuestra verdadera naturaleza.
Nos seguimos sintiendo separados e infelices al ver las situaciones de nuestra vida como grandes problemas que son imposibles de resolver.
La clave para resolver todos nuestros problemas está en el reconocer que los problemas no están "allá afuera," sino dentro de nuestra mente.
Podemos escoger ver nuestros grandes problemas de una manera distinta; el decidirnos a cambiar nuestra percepción es lo que Un curso de milagros llama un "milagro."
Para empezar a ver tus problemas de una manera distinta, tienes que ser honesto acerca de ellos, pero también gentil contigo mismo — ¡y no tratar de ser muy "espiritual"!
CHAPTER 2
Tú no eres quién crees que eres
No hay afirmación que el mundo tema oír más que ésta: "No sé lo que soy, por lo tanto, no sé lo que estoy haciendo, dónde me encuentro, ni cómo considerar al mundo o a mí mismo."
— UCDM, Cap. 31, Sección V
Hay una decisión fundamental que tomamos todos los días, momento a momento: ver el mundo a través de los ojos del amor o verlo a través de los ojos del miedo.
De acuerdo a Un curso de milagros, esto significa decidir entre el sistema de pensamiento del Espíritu Santo o el del ego. El mundo en el cual vivimos hoy en día es como es porque la mayoría de nosotros escogemos el ego (ver el mundo a través del miedo) la mayor parte del tiempo. Por eso tendemos a pensar que estamos separados, solos, que somos culpables y que no merecemos amor.
Pues, me perdonan el lenguaje, pero les tengo que informar que ¡eso es un montón de caca!
De hecho, yo llamo al ego la "voz cuckoo," o la voz loca: la parte de la mente que constantemente se preocupa, juzga, teme y resiente.
Créeme cuando te digo que el objetivo del ego es matar tu felicidad.
Por fortuna, tenemos otra opción, una opción que nos lleva a una manera distinta de pensar. El Espíritu Santo está siempre presente en nuestras mentes, esperando la oportunidad de recordarnos que ser feliz ¡es nuestro derecho divino! Tenemos el poder de escoger ser libres y, aun si nos olvidamos que tenemos esa opción, siempre nos llegan más oportunidades de escoger el amor en vez del miedo. La paciencia y la gentileza del Espíritu Santo son infinitas. Cuando parece que nos alejamos, Él simplemente espera nuestro regreso.
Perdemos nuestro camino porque el ego puede ser muy poderoso. Nos convence de que dos ideas contradictorias son ciertas: La primera es que no merecemos amor; la segunda es que de alguna manera vamos a encontrar la felicidad allá afuera en el mundo, aunque en realidad no la merecemos. Así el ego nos convence que seremos felices si encontramos el trabajo perfecto o la relación perfecta. O si tenemos mucho dinero en el banco. O si nos graduamos de la universidad. O a lo mejor si nos dan un ascenso, ahí sí que seremos felices. Pero el Curso nos dice muy claro: "La regla del ego es 'busca, pero no halles' [y] 'trata de aprender, pero no lo logres" (UCDM, Cap. 12, Sección V). En otras palabras, no tenemos manera de ganar el juego del ego.
Tu felicidad viene de adentro
Tenemos dos maestros para escoger. Dependiendo del sistema de pensamiento que escojamos, estamos literalmente decidiendo si vivir en el infierno (adonde nos lleva el ego) o en el paraíso (el vecindario del Espíritu Santo). Estos no son lugares en el más allá; son las maneras en las cuales percibimos nuestra existencia aquí en la tierra. Experimentamos nuestro mundo exactamente como escogemos experimentarlo: "Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. Ni la fuente de la luz ni la de la obscuridad pueden encontrarse fuera de ti" (UCDM, Libro de ejercicios, Lección 73).
Por ejemplo, un día cuando estábamos tramitando el divorcio, mi ex-esposo me llamó para expresar su ira, algo que me dejó muy molesta. La reacción de mi ego fue inmediata: pero ¿quién se cree que es? ¡Qué idiota! Pobre de mí, yo no hice nada malo. Además, él me debería estar pagando pensión y ... bla bla bla.
Pero después de un rato, me di cuenta adonde me estaban llevando mis pensamientos y empecé a orar: "Espíritu Santo, estoy muy triste. Todos mis pensamientos parecen herirme. Tengo que haber escogido mal, así que ahora quiero escoger otra vez. Sana mi mente, Espíritu Santo — quiero sentir paz en vez de esto."
(Continues…)
Excerpted from "Vive Feliz"
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