Atravesando Fronteras: Un Periodista en Busca de Su Lugar en el Mundo
368Atravesando Fronteras: Un Periodista en Busca de Su Lugar en el Mundo
368Paperback(Spanish-language Edition)
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Overview
Product Details
ISBN-13: | 9780060559298 |
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Publisher: | HarperCollins |
Publication date: | 09/02/2003 |
Edition description: | Spanish-language Edition |
Pages: | 368 |
Product dimensions: | 5.30(w) x 7.90(h) x 1.00(d) |
Language: | Spanish |
About the Author
Jorge Ramos ha sido el conductor de Noticiero Univision desde 1986. Ha ganado siete premios Emmy y el premio Maria Moors Cabot por excelencia en perio dismo otorgado por la Universidad de Columbia. Además ha sido invitado a varios de los más importantes programas de televisión como Nightline de ABC, Today Show de NBC, Larry King Live de CNN, The O'Reilly Factor de FOX News y Charlie Rose de PBS, entre otros. Es el autor bestseller de Atravesando Fronteras, La Ola Latina, La Otra Cara de América, Lo Que Vi y Morir en el Intento. Actualmente vive en Miami.
Read an Excerpt
El Capítulo Uno
Quería vivir tan sólo lo que brotaba espontóneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan dificil?
Hermann Hesse
El pasado es indestructible.
Jorge Luis Borges
"¿Con qué sueñas?" me preguntó el periodista Dennis Farney, quien escribía un largo artículo que saldría, en primera pógina, en el diario The Wall Street Journal. "Sueño con mi casa," le contesté, "con la casa de México."
El artículo fue publicado antes de las elecciones presidenciales del 2000 y me dió a conocer ante muchos norteamericanos que no hablan español. Pero no incluyó la respuesta sobre mi casa. La política no mis sueños dominaban en ese entonces al país. Afortunadamente.
Contrario a mis días (llenos de noticias sobre guerras, violencia, asesinatos y golpes de estado), a los viajes constantes y a los estresantes y poco estructurados horarios, mis sueños son casi aburridos. Son como un refugio.
En realidad, esos sueños son una búsqueda desesperada de balance. Para alguien cuya profesión el periodismo ¿qué mós? le impide saber con certeza, cada mañana, en qué pais va a acabar durmiendo esa misma noche, soñar es escaparse. Un día me levanté en Los Ángeles y terminé acostado sobre las ruinas de una ciudad de México, recién azotada por un terremoto; otro, desperté en Miami y dormité frente a un muro de Berlín que se caía a pedacitos; una mañana pelé el ojo en Madrid y sólo el cansancio me tumbó en una destartalada cama a unos pasos de un Kosovo bombardeado ...
Y por eso, porque vivo sin calma, sin paz interior, frecuentemente me escapo a la casa de México; a ese lugar donde viví la mayor parte de mi infancia y adolescencia y que, todavía, significa estabilidad y tranquilidad. Ese es mi verdadero, mi único hogar.
Sueño que camino, sin prisa, de un lado al otro de esa casa de dos pisos. Subo las escaleras, como flotando, hasta el cuarto que comparto con mi hermano Alejandro y le echo un vistazo a mis dos otros hermanos, Eduardo y Gerardo, que juguetean en su recómara tras un arco que nunca tuvo puerta. Sonrío sin abrir la boca. Oigo a mi hermana Lourdes acomodando sus muñecas sobre una cama alta, blanca y chillona. Salgo de mi cuarto y veo el pequeño baño de mosaicos azules; estó abierto, con el lavabo manchado con pasta de dientes y el bote de la ropa sucia, rebosante, a punto de explotar y con la tapa tirada en el piso. La televisión suena al fondo pero nadie la ve. A unos pasos estó el cuarto de mis padres con una cama gigantesca cubierta con una colcha verde y dorada. ¡Nunca supe cómo pudieron meter esa cama en el cuarto! Me asomo por la ventana y estó el jardín, un poco descuidado pero siempre verde, que riega mi papó cuando regresa del trabajo. Mi mamó estó abajo, en la cocina. Al entrar, del lado izquierdo, sobre una enorme barra de acero inoxidable hay cinco vasos en fila de leche con chocomilk. Es la plancha metólica que se trajo mi papó de uno de sus trabajos de construcción. La estufa suelta un humito blanco, rico, reconfortante. Es la olla express de los frijoles. A un lado se estó cocinando la salsa de tomate para el queso guisado y en el centro de la estufa descansan, hinchadas y ulceradas por el aire caliente, un montón de tortillas. Cruzo la cocina, salgo al patio y huelen a limpio las sóbanas blancas que cuelgan bajo el sol. Cuando llego a ese punto, casi siempre me despierto. A veces aprieto los ojos, suavecito, para tratar de regresar al sueño. Cuando lo logro me veo jugando futbol con mis hermanos en el jardin o colgado de un pasamanos verde junto a un órbol que nunca dio aguacates. Pero no siempre puedo regresar a mi sueño. No importa; ya estuve en mi casa. Estoy tranquilo. Sé de donde vengo.
Yo soy de esa casa en la calle Hacienda de Piedras Negras # 10, Bosque de Echegaray, Estado de México, teléfono 560-51-20. Puedo olvidar cualquier cosa, pero no esa dirección ni ese teléfono. Si lo olvidara, perdería el centro; no sabría a dónde regresar cuando me pierdo, cuando estoy confundido, cuando el mundo me parece demasiado grande.
Cuando, regreso a México me gusta pasar frente a la casa y verla de lejitos. La última vez todavía tenía una reja verde y un tejado rojo. Pero es curioso que esa misma casa localizada a unos pasos de una ruidosa supercarretera y ahogada por la contaminación ambiental, rodeada por una ferretería, un hospital y una farmacia homeopótica me genere tanta calma interior.
Varias veces he estado a punto de bajarme del auto, tocar el amarillento timbre y pedirle a quien quiera que hoy viva ahí mis padres la vendieron para mudarse a un apartamento que me deje pasar a ver la casa. Se me antoja, lo reconozco, trepar sobre la reja como cuando era niño y había olvidado la llave de la puerta. Ese movirniento, ese zangoloteo metólico, me recuerda los días en que nada ni una reja me podia parar.
Cosas terribles pudieron ocurrir en esa casa. Aun recuerdo con lujo de detalle los planes secretos de tirarme desde el techo hasta una imaginaria piscina en el centro del jardín al menos cinco metros de caída libre y los sueños de colocar muchas chinampinas (en realidad, pequeñas cantidades de pólvora) en las suelas de mis zapatos para poder volar como Batman o Supermón. Pero por falta de unos pesitos no me rompí el cuello ni me quemé los piés.
La verdad, no necesito ver esa casa. La tengo grabada dentro de mí. Ahí viví 20 años. en comparación, durante los siguientes 20 años he vivido en por lo menos 16 casas, apartamentos u hotels; acabo de hacer la cuenta.
Casi todo lo mío tiene su origen, su razón de ser, durante el tiempo que viví en esa casa. Me explico ... y empiezo por lo mós sencillo.
Table of Contents
Agradecimientos | xv | |
Introduccion a La Nueva Edicion | xix | |
Prologo | 1 | |
1 | Mi Casa | |
Mi Casa | 7 | |
La primera Oportunidad | 49 | |
2 | La Experiencia Americana | |
Libre en Los Angeles | 69 | |
La Lucha Por El Noticiero Y Mi Acento | 88 | |
Mi Acento (Living with an Accent) | 108 | |
Noticias de La Reconquista: El Futuro-Y Los Retos-De Los Medios En Espanol En Estados Unidos | 122 | |
3 | Atravesando Fronteras | |
Entre El Amor Y La Guerra | 153 | |
Zona Cero | 196 | |
Un Periodista ("Pregunton") En America Latina | 223 | |
4 | El Eterno Regreso | |
Me Duele Mexico | 259 | |
Cuba Del Norte | 283 | |
Canas, Aviones, Viajes Y Olores | 299 | |
El Eterno Regreso | 313 |
What People are Saying About This
“A thoughtful and often compelling biography.”
“Informative, up-to-date and intelligent.”
“A page-turner.”