Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

¿Porqué hay unos que superan los obstáculos y otros permanecen condenados al fracaso en las relaciones de familia, en sus finanzas y en todo lo que emprenden? ¿Por qué tantos hombres y mujeres terminan sus días repitiendo los mismos errores que les han estado condenando al fracaso? ¿Por qué decir «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» y vivir con un espíritu derrotado?

En Decídete a triunfar descubrirás cómo soltarte de lo que te detiene y hacerte responsable de tu historia. Tú y solo tú eres el administrador de tu vida y el responsable de lo que has logrado hasta hoy, porque Dios te creó para crecer, vencer y progresar mental, emocional y espiritualmente.

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Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

¿Porqué hay unos que superan los obstáculos y otros permanecen condenados al fracaso en las relaciones de familia, en sus finanzas y en todo lo que emprenden? ¿Por qué tantos hombres y mujeres terminan sus días repitiendo los mismos errores que les han estado condenando al fracaso? ¿Por qué decir «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» y vivir con un espíritu derrotado?

En Decídete a triunfar descubrirás cómo soltarte de lo que te detiene y hacerte responsable de tu historia. Tú y solo tú eres el administrador de tu vida y el responsable de lo que has logrado hasta hoy, porque Dios te creó para crecer, vencer y progresar mental, emocional y espiritualmente.

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Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

by Norma Pantojas
Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

Decídete a triunfar: Deja la queja y comienza a superarte ¡ya!

by Norma Pantojas

Paperback

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Overview

¿Porqué hay unos que superan los obstáculos y otros permanecen condenados al fracaso en las relaciones de familia, en sus finanzas y en todo lo que emprenden? ¿Por qué tantos hombres y mujeres terminan sus días repitiendo los mismos errores que les han estado condenando al fracaso? ¿Por qué decir «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» y vivir con un espíritu derrotado?

En Decídete a triunfar descubrirás cómo soltarte de lo que te detiene y hacerte responsable de tu historia. Tú y solo tú eres el administrador de tu vida y el responsable de lo que has logrado hasta hoy, porque Dios te creó para crecer, vencer y progresar mental, emocional y espiritualmente.


Product Details

ISBN-13: 9781602556423
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 02/18/2014
Pages: 240
Product dimensions: 5.40(w) x 8.30(h) x 0.70(d)
Language: Spanish

About the Author

Dra. Norma Pantojas, con Maestría en Consejería familiar y Doctorado en Consejería cristiana, ha sido presentadora de televisión y radio en Puerto Rico por más de veinte años. Desde 1988 ha pastoreado, junto a su esposo, la Iglesia cristiana Hermanos Unidos y ha publicando varios libros como Lo que pasó, pasó... y Los 31 horrores que cometen las mujeres y los hombres. Norma está casada con Jorge Pantojas y tienen tres hijos.

Read an Excerpt

¡DECÍDETE A TRIUNFAR!

DEJA LA QUEJA Y COMIENZA A SUPERARTE ¡YA!


By NORMA PANTOJAS

Grupo Nelson

Copyright © 2014 Norma Pantojas
All rights reserved.
ISBN: 978-1-60255-642-3



CHAPTER 1

ESTA ES MI HISTORIA


Nací un 30 de julio de 1952 en Barranquitas, Puerto rico. mi padre, que en esa época era devoto de San Antonio, decidió llamarme Antonia, pero mi mamá, que se imaginó cuánto me iba a impactar ese nombre, me ayudó y decidió llamarme Norma Antonia Marrero Cartagena. ¿Cuál nombre uso? Norma, por supuesto. Soy la mayor de cinco hermanos y vivo agradecida a Dios por ser yo y por haber nacido en ese hogar con los padres que tuve.

Crecí en un hogar feliz, con papi, mami y mis hermanos. A pesar de que mis padres tenían poca instrucción, nos equiparon muy bien para la vida, con una dosis equilibrada de amor firme y tierno. Desde pequeños nos enseñaron a amarnos y a dar la vida los unos por los otros. Hoy mantenemos esa herencia como un tesoro especial. Mi mamá nos enseñó a ser mujeres honestas, buenas amas de casa, buenas esposas, a respetar y a hacernos respetar. Recuerdo que siempre nos decía: «La mujer no se puede pregonar, se tiene que dar valor». De esa manera nos enseñó el verdadero lugar de la mujer en el hogar y en la sociedad. Con ella aprendí a ser una buena madre, una de las lecciones más bellas y que más satisfacción ha traído a mi vida.

¡Mi papá, el primer hombre en mi vida! Él me enseñó el modelo de lo que debía ser un hombre, así pude elegir bien cuando me llegó el momento de escoger al hombre que incorporaría a mi historia. Mi padre fue firme, amoroso, responsable, trabajador, usaba su autoridad sin ser déspota y siempre nos decía: «Ustedes pueden lograr lo que anhelen en su vida ... Nunca se sientan ni mejores ni peores que otros, ustedes son muy valiosos ... El buen crédito es imprescindible en la vida ... Respeten a todo el mundo para que todo el mundo los respete ... Sean honrados siempre ...». Todas esas enseñanzas fueron esculpidas en los cinco corazones de sus hijos y ninguno se perdió en las turbulencias de la sociedad. ¿Quiere decir que mi papá fue perfecto? No. En mi libro: Los 31 horrores que cometen las mujeres y los hombres, lo expreso:

Estoy consciente de que cometió errores en su caminar por la vida, pero las grandes muestras de amor, dedicación y ejemplo sobrepasaron esos errores. Hoy, 38 años después de su muerte, todavía puedo sentir su amor, su cariño, sus abrazos y hasta sus palabras en lo más profundo de mi ser. Lo más bello de todo es que el tiempo no ha podido borrar ni destruir su dulce recuerdo. A él le agradezco el haber sido un excelente punto de referencia cuando escogí a mi esposo.


Recordando mi historia puedo reconocer que hubo dos acontecimientos importantes que marcaron mi vida. Uno de ellos fue comprender que el ser humano, no importa cuál sea su condición social o intelectual, tiene un espacio que su Creador se encargó de demarcar de tal manera que solo Él puede llenarlo. Es como si cada uno de nosotros fuésemos un rompecabezas y la pieza que tuviera la forma de Dios fuera la única que encajara en ese hueco. La realidad es que no somos un rompecabezas, pero sí hay un espacio en el ser humano que solo lo puede llenar Dios. Este paso fue fundamental y determinante en el rumbo que tomó mi vida porque influyó en todas las decisiones que he tomado y han entretejido mi historia y, por ende, la de mi familia. Cuando Dios da dirección a nuestros pensamientos, estos generan buenos sentimientos que a su vez nos mueven a acciones prudentes y el resultado final es provechoso para nuestra historia.

El otro acontecimiento fue conocer a quien ha sido mi esposo por treinta y nueve años, Jorge Pantojas, y quien también desde joven estuvo consciente de que sin Dios no podemos vivir sabiamente. La Biblia nos enseña que la sabiduría la da Dios, y mi esposo, nuestros hijos y yo lo hemos experimentado. Dios es quien alumbra nuestro caminar: «Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. Él provee de sana sabiduría a los rectos; es escudo a los que caminan rectamente. Es el que guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos. Entonces entenderás justicia, juicio y equidad, y todo buen camino» (Proverbios 2.6–9, rvr1960). Me fascina esa imagen en la que Dios guarda y vigila las veredas del juicio de quienes le seguimos de corazón, de tal manera que su sensatez perfecta siempre esté sazonando nuestro entendimiento. Esa promesa nos da seguridad aun en medio de la tormenta más terrible.

Dios sí alumbró mi entendimiento cuando en 1970 entré al Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico y completé mi bachillerato en estudios hispánicos. ¡Cuánto me ha servido en todo lo que me desempeño hoy. Luego de cinco años de noviazgo, sin sexo, nos casamos en 1975. ¿Por qué hago la salvedad: «sin sexo» y «luego de cinco años»? Uno de los graves problemas de esta sociedad es que se vive apresuradamente y no se enseña a esperar para llegar a disfrutar de las gratificaciones. El pensamiento predominante es: «Yo te amo y si tú me amas tienes que entregarte ahora, porque yo no sé mañana». Muchos viven adelantándose siempre al paso siguiente. Desde pequeña me programaron para casarme después de que terminara de estudiar, por eso una vez terminada esa etapa, trabajamos un año y luego nos casamos. Entonces llegó el momento de entregarnos íntimamente. Y así lo hice. La obediencia nos trae bendición, y el ir por la vida sin saltar etapas nos va capacitando en madurez y sabiduría para lo nuevo que vamos a emprender.

Debo decirte que ya a mis dieciséis años yo soñaba cómo quería que fuera mi matrimonio y aunque no tenía la madurez que tengo hoy, por todas las experiencias que he vivido y he visto en otros, tenía muy clara una idea que no me canso de repetir: la felicidad no baja del cielo como un traje a la medida, es necesario trabajarla.

¿Cómo comencé a construir mi felicidad desde temprana edad? He vivido todos mis años como si llevara una canasta en la que voy recogiendo a mi paso lo que necesito para ser una persona feliz y triunfante. Desde que tengo uso de razón he estado muy consciente de que estoy viviendo y el tiempo se me va como agua entre las manos. Esto ha permitido que viva observando los detalles más pequeños de lo que encuentro a mi paso, siempre he estado pendiente de lo que puedo aprender de cada persona, independientemente de quien sea y como sea. En todos estos años he vivido capacitándome por medio de la lectura de temas relacionados con la familia, la superación personal y la vida cristiana, y escuchando las experiencias de mis maestros, especialmente de los que me enseñaban la clase de español. En mi adolescencia tuve una maestra en particular que recuerdo con mucho amor por su dedicación y entrega a la enseñanza, la señora Dauria. Ella analizaba los textos con una pasión impresionante y lograba que entrásemos en estos de tal manera que vivíamos lo que leíamos; por lo menos en mi caso lo logró. A mis diecisiete años, cuando algunos de mis compañeros leían el principio, el medio y el final de las novelas que enseñaban en clase, yo las leía de principio a fin y asimilaba las enseñanzas. Recuerdo a mi Martín Fierro de José Hernández, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, La víspera del hombre de René Marqués, los ensayos de Unamuno y, cómo olvidar, La amortajada de la autora chilena María Luisa Bombal. Aquí me tengo que detener para hacer un paréntesis en mi historia y hablar de la vida de Ana María, un personaje que se repite en la vida real de muchas mujeres.

Ana María es el personaje central de La amortajada. Esa novela impactó mi vida de tal manera que los años no han borrado las emociones que viví al adentrarme en esa historia. La amortajada es la historia de una mujer llamada Ana María que muere sin haber tomado nunca el control de su vida. Después de muerta, mientras yace en su cama, se le entreabren los ojos un poco, de tal forma que puede ver todo lo que pasa a su alrededor y a todo al que viene al velatorio. Cada persona que viene a verla le trae recuerdos de su historia: el primer hombre a quien se entregó sexualmente siendo aún muy joven, su padre, el marido, los hijos, la hermana ... Pero es interesante percatarnos de que la mayoría de todos los recuerdos que ella iba evocando estaban llenos de amargura:

Era verdad que sufría; pero ya no le apenaba el desamor de su marido, ya no le ablandaba la idea de su propia desdicha. Cierta irritación y un sordo rencor secaban, pervertían su sufrimiento. Los años fueron hostigando luego esa irritación hasta la ira, convirtieron su tímido rencor en una idea bien determinada de desquite. Y el odio vino entonces a prolongar el lazo que la unía a Antonio. El odio, sí, un odio silencioso que en lugar de consumirla, la fortificaba. Un odio que la hacía madurar grandiosos proyectos, casi siempre abortados en mezquinas venganzas.


Ana María no resolvió los problemas de su hogar enfrentándolos o abordándolos para buscar alternativas que fomentaran la comunicación en la familia, sino que se limitó a seguir guardando conflictos no resueltos en su corazón que solo produjeron odio y venganza. Se convirtió en víctima de sus circunstancias y no hizo nada por cambiar su historia. El pasaje mencionado es uno de esos en los que deja ver el odio que sentía hacia su esposo. Como lectora viví con ella su angustia, el desamor, la soledad, el engaño, el rechazo y la incomprensión que experimentó en sus relaciones amorosas de juventud, en sus relaciones de familia: con su esposo, sus hijos, su padre, su madre, su hermana. Me sumergí tanto en la lectura de esa novela que sentí tristeza por el tiempo que desperdició Ana María guardando recuerdos negativos que en nada abonaban la superación de sus circunstancias. La narradora nos presenta a esta mujer como alguien que ha estado muerta en vida y ante la misma muerte la vemos resignada, sin fuerzas para luchar. Ella no tenía una formación espiritual sólida. Sus diálogos nos dejan ver que su ignorancia sobre el poder transformador de Dios y su desesperanza eran tan grandes que prefería ser enterrada en lugar de actuar para transformar su historia convirtiéndola en una de restauración y superación.

Ana María confiesa: «Jamás me conturbó un retiro, ni una prédica. ¡Dios me parecía tan lejano y tan severo! Hablo del Dios que me imponía la religión, porque bien pueda que exista otro: un Dios más secreto ...». Responsabilizaba a otros hasta por su falta de relación con Dios. Pudo haber reconocido que otros le habían presentado a un Dios castigador, pero no quedarse con esa idea de decir «puede que exista otro». En lugar de asumir esa actitud, los triunfadores diríamos: «Dios tiene que ser diferente al que me están presentando y yo lo voy a encontrar». Eso es accionar, pero para algunos es más fácil responsabilizar a otros por lo que no han logrado o no conocen, y quedarse en el mismo lugar con la misma actitud. Culpar a los demás no resuelve en nada el problema que estemos experimentando. Es necesario conseguir estrategias para resolver la situación. Cuando la resolvemos vamos hacia adelante y lo que nos detenía se queda atrás, en el pasado. Es como si nos moviéramos de escenario para vivir otros capítulos de nuestras vida. ¿Por qué quedarnos atascados en un mismo pensamiento? Los triunfadores no nos damos por vencidos, no perdemos las esperanzas ni nos conformamos con lo que nos dicen otros sobre un asunto. Buscamos información, la evaluamos, consultamos a personas que sepan sobre el tema, nos aseguramos de que sea congruente con la Biblia y luego llegamos a conclusiones.

La actitud de inercia, de víctima, de guardar en el corazón sus sentimientos y frustraciones hasta convertirlos en un odio acérrimo, fueron las que llevaron a Ana María a morir emocional y espiritualmente en vida. Deambuló por la vida en lugar de vivir a plenitud. Un corazón que vive en amargura, está muerto. Ese diálogo interior de esta muerta, que comienza cuando se le entreabren sus ojos, continúa hasta que llega al lugar en donde la van a sepultar. En todo el viaje interior en el que evalúa su existencia, ella es la que sufre y los demás son los culpables de su sufrimiento. De ahí que la narradora de la historia exprese que Ana María había sufrido «la muerte de los vivos» y ahora anhela «la segunda muerte: la muerte de las muertos». Aunque es cierto que los demás cometieron errores, ella no tenía que sucumbir como víctima, porque ella también había cometido otros. Nunca debemos actuar como víctimas, el problema no está en lo que los demás nos hacen, sino en nuestra actitud frente a lo que nos hacen. Esa forma equivocada de vida de Ana María había tocado también la vida de sus hijos. ¿Qué estarían pensando de ella? ¿Cuán solos se sentirían? Cada quien en la historia se encerró en su cubículo emocional y trancó las puertas. Es así como morimos en vida, negándole el amor a los demás, porque estamos pensando solamente en nuestra necesidad emocional. ¿Cuántos viven culpando a otros por la condición en que están viviendo? Cada uno de nosotros es responsable de su calidad de vida. ¿Cómo está tu vida? Si murieras ahora y pudieras ver acercándose a los que te conocieron, qué recuerdos evocarías? ¿Podrías tener armonía con ellos?

Abramos las puertas de nuestro corazón y dialoguemos con amor sobre lo que necesitamos, sobre nuestras frustraciones y nuestros temores, pero antes abramos nuestros ojos espirituales para que podamos escuchar y atender los gritos de angustia de quienes se están muriendo por inanición de amor. Porque mientras estamos enfocados en nuestras angustias, no nos percatamos de que otros van muriendo frente a nosotros con las mismas necesidades emocionales que nosotros mismos queremos que se nos suplan.

En mi caso particular, el estar sirviendo a otros, empezando por mi familia y extendiéndome a los demás, me ha dado tanta felicidad, que no tengo tiempo para quedarme llorando en un rincón. Cuando algo me duele o me he sentido ofendida, veo con amor a la persona, me siento con ella y le digo: «Me sentí ofendida cuando me dijiste ...» o «Cuando me dices ... me entristece mucho porque ...». Le digo a la persona «me sentí», porque de esa forma no estoy acusándola sino expresándole lo que tengo dentro de mi corazón. Nadie nos puede discutir cómo tú y yo nos sentimos. A veces lo que consideramos una ofensa no fue lo que quiso expresar la persona, otras veces pudimos haber interpretado mal lo que nos dijeron y otras, realmente nos dijeron algo inapropiado. Sea lo que sea, si comenzamos con la frase «me siento», no estoy ni acusando ni criticando a la otra persona, sino que estoy abriendo los canales para establecer una comunicación efectiva en la que ella o él me van a conocer mejor, porque voy a verbalizar lo que hay en mi interior. Por otra parte, yo también voy a conocer más a la otra persona y en lugar de destruirse la relación por un comentario que se hizo, se fortalece. Porque en una conversación efectiva se aclaran las interpretaciones de lo que pasó y se van construyendo vínculos emocionales, con lo cual vamos descubriendo qué tenemos en común. Como consecuencia, las relaciones entre las personas dejan de ser impersonales porque los individuos comienzan a enlazarse con lo que los une y no a separarse por las diferencias. En ocasiones, como ya señalé, nos daremos cuenta de que la persona no quiso decir lo que dijo.

Todos de una u otra forma cometemos errores, todos necesitamos perdonar para luego ser perdonados cuando nos equivoquemos, así como Dios ha perdonado nuestras desobediencias: «Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados» (Marcos 11.25). No importa cuán bajo y profundo hayamos caído, Dios está presente esperando nuestro llamado de auxilio, para amarnos, perdonarnos, vendar nuestras heridas, levantarnos y bendecirnos, de tal modo que podamos darle otra dirección a nuestra historia. Si nuestra existencia estuviera condenada a permanecer en los errores que cometemos, ¿para qué escribiríamos libros que promuevan el cambio? ¿Para qué predicar? ¿Para qué dar consejería? ¿Para qué leer la Biblia? Hacemos todo esto porque tenemos la convicción de que todos podemos superar nuestro estado actual, tanto el espiritual, el emocional, como el físico. Si hacemos con los demás lo mismo que Dios hace con nosotros, te garantizo una vida de paz y bendición porque estamos haciendo su voluntad: amar y perdonar sin condiciones. Haciendo la voluntad de Dios independientemente de cómo sean los demás, logramos vivir en comunión con Él y disfrutamos de su paz a pesar de las circunstancias.


(Continues...)

Excerpted from ¡DECÍDETE A TRIUNFAR! by NORMA PANTOJAS. Copyright © 2014 Norma Pantojas. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Agradecimientos, vii,
Prólogo, ix,
Introducción, xiii,
PARTE 1: TODOS TENEMOS UNA HISTORIA,
1. Esta es mi historia, 3,
2. Si pudieras empezar de nuevo ... repetirías tu historia, 25,
3. Aprendamos de los lamentos más comunes de algunas personas antes de morir, 33,
4. Atrévete a cambiar el rumbo de tu historia, 39,
5. La vida no es un casino, 57,
6. La historia del patito feo, 65,
PARTE 2: ¡DECÍDETE A TRIUNFAR!,
7. Decídete a triunfar ... ¡A pesar de tu historia!, 75,
8. Decídete a triunfar ... ¡Nace de nuevo!, 83,
9. Decídete a triunfar ... ¡Forja un carácter firme!, 89,
10. Decídete a triunfar ... ¡Escoge el camino menos transitado!, 103,
11. Decídete a triunfar ... ¡Sueña en grande!, 111,
12. Decídete a triunfar ... ¡Deja ya de culpar a otros!, 119,
13. Decídete a triunfar ... ¡Abre tus ojos al mundo de las posibilidades!, 125,
14. Decídete a triunfar ... ¡Perdona!, 133,
15. Decídete a triunfar ... ¡Actúa con sabiduría!, 141,
16. Decídete a triunfar ... ¡Deja las malas amistades!, 149,
17. Decídete a triunfar ... ¡Toma buenas decisiones!, 155,
18. Decídete a triunfar ... ¡Cuida tu reputación!, 163,
19. Decídete a triunfar ... ¡Controla tu temperamento!, 171,
20. Decídete a triunfar ... ¡Cultiva buenas relaciones interpersonales!, 177,
21. Decídete a triunfar ... ¡Construye una autoestima saludable!, 181,
22. Decídete a triunfar ... ¡Abandona la depresión!, 187,
23. Decídete a triunfar ... ¡No le temas a la vejez!, 195,
Conclusión, 201,
Notas, 211,
Bibliografía, 215,
Acerca de la autora, 217,

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