Declaro la guerra: Cuatro claves para ganar la batalla contigo mismo

Declaro la guerra: Cuatro claves para ganar la batalla contigo mismo

by Levi Lusko
Declaro la guerra: Cuatro claves para ganar la batalla contigo mismo

Declaro la guerra: Cuatro claves para ganar la batalla contigo mismo

by Levi Lusko

Paperback

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Overview

El pastor Levi Lusko revela su lucha personal con la ansiedad, los pensamientos negativos y la duda de sí mismo, y ofrece ayuda bíblica a los lectores que libran sus propias batallas internas.

En los deportes y en la guerra, los atletas y los soldados deben esforzarse por tener una ventaja mental para lidiar con éxito con todo lo que encuentra. En tanto que el éxito para ambos se define típicamente como vencer a sus respectivos oponentes, la realidad es que su victoria nunca puede producirse a menos que primero ganen sus batallas internas.

Yo declaro la guerra es una guía práctica, para librar nuestra guerra interna, el conflicto contra el pecado que nos quebranta y llena nuestra vida de dolor y sufrimiento, y nos hace sentir a su vez débiles e ineptos. Con relatos personales de sus propias luchas con los terrores nocturnos, la ansiedad, el narcisismo y la duda respecto a sí mismo, el pastor Levi dirige a los lectores a la esperanza y el poder que ofrece Dios en su palabra.

Desde corredores de acciones, a mamás de futbolistas, a patinadores y hermanas de fraternidades, Yo declaro la guerra es para todo el que lucha contra la depresión, el temor, la ansiedad, el suicidio, los pensamientos negativos, la adicción, la lujuria, el orgullo, los celos, el resentimiento, el abuso, la ira, la duda respecto a sí mismo, los desórdenes alimenticios, y/o las relaciones codependientes. El pastor Levi no ofrece una cura rápida ni una vida perfecta si se siguen los pasos prescritos, sino que más bien ayuda a guiar a los lectores a cómo pensar correctamente a fin de que puedan vivir correctamente.


Product Details

ISBN-13: 9781418598532
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 01/22/2019
Pages: 288
Product dimensions: 5.40(w) x 8.30(h) x 1.00(d)
Language: Spanish

About the Author

El pastor Levi Lusko revela su lucha personal con la ansiedad, los pensamientos negativos y la duda de sí mismo, y ofrece ayuda bíblica a los lectores que libran sus propias batallas internas.

Read an Excerpt

CHAPTER 1

El lobo que nunca supiste que querías ser

Quiero estar solo y quiero que los demás lo sepan, ambas cosas al mismo tiempo.

— Thom Yorke de Radiohead

En Las Vegas, las escaleras mecánicas y las aceras móviles parecen moverse en una sola dirección: hacia los casinos. Entrar es tan fácil como tomarse un vaso de agua; pero por la forma en que se ha diseñado el camino de salida, esto es lo realmente difícil. La intención, al hacerlo así es atrapar al jugador en un laberinto de distracción que lo induzca a quedarse allí más del tiempo deseado y dejar su dinero en las arcas del casino.

Cuando me encuentro luchando contra el mal humor, siento como si una de esas aceras automáticas me llevara a un lugar al cual no quiero ir sabiendo que me costará hallar el camino de regreso. Empecé a experimentar esta sensación en la escuela secundaria. Siempre ocurría algo que me quitaba la paz: me sentía excluido, me parecía ser el hazmerreír de los demás, me sentía culpable por algo que había dicho o hecho. Era como si estuviera parado en terreno movedizo.

En medio de todo ese caos, me daba cuenta de que me encontraba en una encrucijada. En el rumbo que llevaba podía ver las nubes que presagiaban tormenta, las aves carroñeras volando en círculos sobre mi cabeza, los huesos de antílopes completamente limpios y blancos, resplandeciendo bajo los últimos rayos del sol poniente. Hacia ese lugar me llevaba mi acera móvil, un lugar al que no quería ir.

En la dirección opuesta veía colores vivos, luz cálida, gente sonriendo, niños saltando la cuerda, explosiones de alegría en todos los rostros. Si quería llegar allí tendría que hacer una decisión rápida porque cada momento que pasaba me alejaba más de ese lugar alegre. Si no hacía nada, llegaría indefectiblemente a los dominios de la tristeza.

La mayoría de las veces no hacía nada. En cierto punto, la acera automática se detendría, dejándome en un mundo gris muy lejos de los colores que me habría gustado ver y sin tener idea de cómo regresar.

Me sentía terriblemente enojado. A esto, algunas personas lo llaman mal humor. Yo lo llamo estar preso en la versión de mí que no quiero ser. Puedes modificar mi nombre para que se lea malo [al alterar el orden de las letras del nombre Levi, en inglés, se puede crear la palabra «evil», que en ese idioma significa «mal, malo, malvado»], pero yo lo llamo perverso. Puede tener mis huellas dactilares y mi tipo de sangre, pero no soy yo.

Ya fuera después del almuerzo, durante el segundo período o en el autobús camino a la escuela, una vez que caía en ese estado, ahí me quedaba. Se levantaba una pared y mi disfrute de la vida se reducía. Es imposible sentirte bien cuando la presión viene de adentro. Después de una hora o dos, lo que originalmente me había quitado la paz ya había perdido su vigencia. Ahora, los verdaderos problemas eran la autocompasión y el odio a mí mismo que se endurecían en una máscara que me parecía imposible de quitarme. Finalmente, terminaría rindiéndome. Ya no había nada que hacer. Llegaría a un punto en el que pensaba: El día se había arruinado; tendría que volver a intentarlo al siguiente.

¿Te has sentido tú así? ¿Como si la mayor parte del día se hubiera desperdiciado sin ninguna posibilidad de hacer buenas decisiones? Mañana será un nuevo día; el de hoy no fue nada bueno. Tomamos la misma mala decisión cuando se trata de la comida: No seguí mi dieta para el almuerzo, así que voy a comer en exceso en la cena y disfrutar de un pastelito antes de dormir. Debería haber tenido un buen desayuno saludable, pero como no lo tuve, todo el día fue un desastre. Lo haré mejor el lunes ... o el próximo mes.

¿De dónde sacamos la idea de que una mala decisión debe ser seguida por otra? Quizás de no entender el verdadero significado de un versículo escrito por el profeta Jeremías en el libro de Lamentaciones y citado con cierta frecuencia:

El gran amor del Señor nunca se acaba,
y su compasión jamás se agota.
Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!

(Lamentaciones 3.22, 23).

Lo que un versículo de la Biblia no quiere decir es tan importante como lo que quiere decir. Jeremías no está diciendo que una nueva mañana sea el único tiempo en que vayamos a recibir misericordia; no hay nada místico relacionado con el reloj que marca la medianoche. Las mañanas no son el único momento en que Dios repone sus misericordias. Nuestro plan de servicio telefónico puede cambiar en cualquier momento, pero eso no ocurre con la devoción que Dios nos ha asignado.

Lo que Jeremías enfatiza es que siempre tendremos una nueva oportunidad, porque así de bueno es Dios. Nosotros tenemos la opción de acudir a él por la mañana, al mediodía o por la noche, una vez al día, nueve veces al día, cada hora si lo necesitamos, y solicitar la ayuda que nos haga falta para vencer en la batalla en la que en un momento dado nos encontremos. Hebreos 4.16 dice: «Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos». No tenemos que esperar al comienzo del día. Podemos buscar la gracia cuando la necesitemos.

Los astronautas en la EEI (Estación Espacial Internacional) orbitan el planeta Tierra cada noventa minutos, lo que significa que pueden ver al sol salir y ponerse dieciséis veces al día. ¿Por qué? Porque se están moviendo velozmente alrededor de la tierra. ¿Cuán velozmente? Mi amigo Shane Kimbrough, que ha pasado 189 días en el espacio y fue comandante de la EEI, me dijo que cuando estás en la estación espacial, te estás moviendo a razón de unos 28,000 kilómetros por hora, o a 8 kilómetros por segundo, entre 320 y 400 kilómetros sobre la superficie de la tierra. Imaginarse a un astronauta emplazado en la cúpula de la nave, viendo al sol salir y ponerse dieciséis veces en un día a través de una enorme ventana, es clave para lo que Dios quiere hacernos recordar: así como los cielos son tan altos respecto de la tierra, así son los caminos de Dios (Isaías 55.9; Romanos 11.33). Mientras más alto subas más salidas del sol verás. No necesitas borrar un mal día. Puedes comenzar de nuevo donde quedaste. Hay nuevas misericordias esperándote. Solo el orgullo y la necedad pueden llevarte a que una mala decisión se convierta en un mal día y a que termines dejando para mañana lo que puedes hacer hoy.

Me encanta cómodo que es llamar un Uber. Con unas cuantas pulsadas a unas teclas de tu teléfono, aparece un automóvil en el lugar donde te encuentras listo para llevarte a donde necesites ir. No hay nada mejor para moverte por la ciudad.

En más de una ocasión he confundido un Uber que solicité con el que había pedido otra persona. Una vez en el aeropuerto salté al asiento trasero de un automóvil creyendo que era el Uber que había ordenado. Pero no lo era. La persona que estaba al volante saltó de la sorpresa. ¡Estaba más sorprendido que yo! La verdad es que no tienes que estar de más mal humor que el que te puede ocasionar subirte a un Uber que no es el que pediste; porque con la facilidad con que entraste, puedes volver a salir.

Huele a adolescente

El mal humor solo existe en tu mente. Es por eso que la primera de las cuatro cartas en voltearse cuando has declarado la guerra tiene que ver con tus pensamientos. No puedes vivir bien si no piensas bien.

En mi último año de secundaria, tenía clase de arte. El aula estaba en un barracón metálico al final del recinto. Había un sendero de grava zigzagueante que pasaba al lado de la cafetería, el gimnasio, una cerca de alambre, el área donde los autobuses estacionaban para dejar y recoger a los estudiantes, y una fila de edificios movibles. Han pasado diecisiete años desde que cumplí los diecisiete y pasaba del sexto al séptimo grado, y todavía puedo oír el ruido de la grava bajo mis pies y sentir el peso de mi mochila cargada de libros. (Que los haya abierto al finalizar el día ya es otra historia).

Puedo recordar vívidamente el mal humor que me dominaba mientras me dirigía a esa clase. Ocurría con tanta frecuencia que esos sentimientos de angustia provocados por dosis casi letales de autodesprecio y autocompasión quedaron grabados en mi mente para siempre.

Solía usar mi camisa del uniforme a medio abrochar. Pero teníamos que usarla bien abrochada, aunque no nos gustara y, además, unos pantalones color caqui o azul marino. Si te sorprendían con la camisa sin abrochar, te ganabas una amonestación escrita. Para evitar el castigo, apenas me abrochaba los botones que estaban por sobre el cinturón. Era un rebelde.

A veces, uno de mis compañeros podía ver la molestia en mi rostro, se me acercaba y caminaba a mi lado; me preguntaba qué me pasaba y yo, entonces, aparentaba normalidad y le decía cualquiera mentira. «No te preocupes», le decía, «todo está bien», aunque por dentro sabía que no estaba diciendo la verdad.

Deseaba que el día se terminara pronto mientras esperaba que al siguiente las cosas fueran mejor. «Tal vez mañana»,me decía. «Este día ha sido un fracaso».

Lo curioso es que, aunque recuerdo haberme dirigido a la clase de arte de mal humor, no puedo recordar una sola ocasión en la que haya salido de ella descontento, enojado o molesto.

Cada alumno disponía de un pequeño cubículo donde podíamos pintar, dibujar o colorear durante cuarenta y cinco minutos. La maestra, la señora Losey, era una dama amable y simpática que de vez en cuando nos permitía escuchar música mientras trabajábamos. Me ponía los audífonos, activaba mi Discman, presionaba una tecla y me disponía a escuchar música de adoración mientras llenaba las páginas con línea, colores y figuras. Antes que me diera cuenta, me encontraba de regreso por el mismo sendero de grava por el que había llegado a la clase pero ahora en un estado de ánimo completamente diferente. Milagrosamente, el hechizo se había ido y la molestia que me había dominado hacía menos de una hora había desaparecido.

Por entonces, no tenía la capacidad para darme cuenta de lo que entiendo ahora: no era una coincidencia que al final de la última clase del día me encontrara en un lugar emocionalmente diferente. Esa clase de arte era como la frase tranquilizadora con la que se calmaba la furia de Hulk — el gigante verde de las historietas — para que volviera a ser otra vez el apacible Bruce Banner: «Oye, grandulón, el sol se está poniendo» (cuando se lo dijo la Viuda Negra, no Thor). La combinación de música, arte y un lugar tranquilo era como una canción de cuna que me conducía a un estado de ánimo completamente diferente. Mi ritmo cardíaco se apaciguaba y con él mis niveles de cortisol, la hormona que causa estragos en tu sistema cuando estás estresado. Era como si el mal humor fuera un seis de tréboles, y la música y el arte fueran el rey de corazones. Y ninguna carta numerada de emociones puede vencer a Jesús: ¡el Rey de tu corazón!

He aprendido mucho sobre lo que me motiva, pero todavía me cuesta controlar mi estado de ánimo. Mi capacidad para responder adecuadamente a las batallas externas tiene mucho que ver con la que tengo para luchar con éxito en la guerra interna. ¿Recuerdas a Josué peleando contra los amalecitas mientras Moisés estaba en la colina levantando los brazos con la vara de Dios en sus manos? (Éxodo 17.8-13). Contra todos los esfuerzos que hicieran Josué y sus guerreros, si los brazos de Moisés se bajaban, los enemigos prevalecían, pero cuando sus brazos permanecían en alto, la victoria cambiaba de bando. Escúchame fuerte y claro. ¡Nada influye tanto en tu vida como tu capacidad para controlar tu espíritu en medio de los sentimientos volátiles y la locura de la vida!

Proverbios 25.28 nos dice: «Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse». En el mundo antiguo, las murallas lo eran todo. Una ciudad sin ellas era el equivalente a una habitación de hotel sin cerrojo, sin una mirilla para observar el exterior antes de abrir y sin aquel mecanismo que te permite abrir solo unos cuantos centímetros. Yo no me sentiría seguro en un hotel sabiendo que sin esos recursos de defensa sería completamente vulnerable a un ataque. Es por eso que la cruzada de Nehemías para restaurar las murallas de Jerusalén fue tan importante. Cuando descuidamos el control de nuestro espíritu, quedamos vulnerables a los ataques.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, formó los cuerpos de ellos con el polvo de la tierra usando sus manos, pero fue el aliento de él lo que les dio su espíritu. Tu espíritu es la parte de tu ser que responde a Dios y recibe su poder.

La palabra espíritu aparece cientos y cientos de veces a través de las Escrituras. Veamos algunos ejemplos:

• Cuando alcanzas la salvación, tu espíritu es la parte de ti que recibe el mayor impacto: «Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne» (Ezequiel 36.26).

• Cuando pecas, tu espíritu se desestabiliza y necesita que se lo recalibre, como una brújula cerca de un campo magnético: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu» (Salmos 51.10).

• Debes aprender a controlar tu espíritu y practicarlo especialmente en tiempos de ira. «Más vale ser paciente que el lobo que nunca supiste que querías ser valiente; más vale el dominio propio que conquistar ciudades» (Proverbios 16.32).

• Tu espíritu puede tener buenas intenciones, pero puede ser vencido por deseos pecaminosos y necesita ser fortalecido por la oración: «Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil» (Marcos 14.38).

• Un espíritu calmado te hace tener una confianza tranquila: «El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos» (Proverbios 17.27).

• Podemos pedirle a Dios un espíritu marcado por la generosidad: «Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga» (Salmos 51.12).

• Un espíritu extraordinario conduce a puertas abiertas y promoción: «Tanto se distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino» (Daniel 6.3).

• Dios se siente atraído por aquellos que tienen un espíritu marcado por la humildad y por los que levantan sus ojos hacia él en tiempos de sufrimiento: «El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido» (Salmos 34.18).

Aprender a lidiar con tu espíritu y tus pensamientos es extraordinariamente importante. Si tu espíritu está fuera de control, es difícil poner tu vida bajo el control de Dios. Y un espíritu bajo el control de Dios es la clave para que el lobo se despierte en tu corazón.

¡Espera un segundo! Veo que quieres objetarme. Acerca de esto ... No estoy realmente seguro de querer despertarme como un lobo. ¿No se describen en la Biblia a los lobos bajo una luz negativa? Sin mencionar todos los cuentos de hadas — el lobo y la Caperucita Roja, el lobo y los tres cerditos —, en todos los cuales los lobos son grandes y malos.

¡Qué bueno que lo mencionaste! ¡Cuánto desea el diablo posesionarse por completo de la imagen de un animal con unos atributos que necesitamos desesperadamente! Sí, es cierto. El enemigo nos ataca como lobo, pero recuerda que también le gusta vestirse como ángel de luz, como serpiente y como león rugiente. Pareciera que no tenemos ningún problema con los ángeles ni con los leones; además, el propio Jesús nos dijo que fuéramos astutos como serpientes. Entonces, ¿por qué hablar de lobos? En todo caso, el interés del enemigo en ellos debería advertirte que hay algo poderoso sobre ellos.

(Continues…)


Excerpted from "Declaro La Guerra"
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Copyright © 2019 Grupo Nelson.
Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents

Introducción: Cuando el lobo despierta, xv,
Carta 1: Declara la guerra a lo que piensas,
1. El lobo que nunca supiste que querías ser, 3,
2. ¿(+) o (-)?, 17,
3. Con el TSA en la mente, 37,
4. El secreto de una vida miserable, 51,
Carta 2: Declara la guerra a lo que dices,
5. Mide tus palabras, 71,
6. Si tú lo dices, 87,
7. Ser grosero tiene un costo, 103,
Carta 3: Declara la guerra a lo que haces,
8. Recupera los controles, 125,
9. Comienza antes de que estés listo, 139,
10. El juego antes del juego, 153,
Carta 4: Poder falso,
11. Nunca pongas a un caballo a pelear contra un tanque, 175,
12. Águilas y mariposas, 189,
13. Un viaje al basurero, 203,
Conclusión: El as de espadas, 217,
Agradecimientos, 235,
Apéndice A: Escrituras para memorizar, 239,
Apéndice B: Compendio de chismes inútiles, 245,
Notas, 249,
Acerca del autor, 261,

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