Hija de un ingeniero alemán y una negra del Pacífico colombiano, Annika, la bella y talentosa bailarina, admiradora de Tchaikovsky, del pintor Degas, de Héctor Lavoe y de La Fania All Star. Ella, que estaba condenada a muerte, conoció la cadencia del tango y los suspiros del bandoneón y el verdadero amor cuando la muerte la asechaba en plena juventud.Aceptó el reto y quiso definir el día y la hora de su muerte y ser la muerta más bella y feliz que se hubiera conocido. La manera de derrotar a la muerte, ese ser que infunde miedo, con su guadaña afilada y su risa estridente, era estar esplendorosa ese día, con todo el arte y la estética a cuestas y no demostrar ningún temor, por el contrario, causar admiración.Sus días más felices fueron los anteriores a su muerte. Había tenido muchos amantes pero el amor de verdad sólo lo descubrió cuando ya alistaba su ausencia, ese amor le ayudó a lograr ese aspecto de inmortalidad y felicidad con la que se ausentó.
