¡Vive!: Como aprovechar al máximo tu juventud

¡Vive!: Como aprovechar al máximo tu juventud

by Timmy Ost
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Paperback

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Overview

¿Cómo quieres vivir una de las etapas más emocionantes de tu vida? ¿Cómo sacar provecho a la energía y vitalidad que te regala la juventud? ¿Cómo aprovechar tu frescura y visión para tomar decisiones que impactaran positivamente tu vida y la de otros? En este libro encontrarás un manual práctico y útil para vivir tus años de juventud al máximo. Hoy muchos jóvenes solo sobreviven en un mundo que los ahoga. Carecen de propósito, de tomar decisiones y soñar con un futuro mejor. Timmy Ost, te llevará a descubrir cómo sacar partido a estos años vitales de tu vida. Encontraras en este libro respuestas e ideas que te ayudaran a ser feliz y vivir con un sentido de dirección claro. Al mismo tiempo, comenzarás a experimentar los beneficios de vivir la juventud intensamente y verás con tus propios ojos los resultados exitosos de tus decisiones.


Product Details

ISBN-13: 9780829761832
Publisher: Vida
Publication date: 03/30/2013
Series: Especialidades Juveniles
Pages: 128
Product dimensions: 5.00(w) x 7.00(h) x 0.50(d)
Language: Spanish
Age Range: 13 - 18 Years

About the Author

Timmy Ost es el director nacional de Especialidades Juveniles en México. Es pastor de jóvenes del movimiento “Centros de Fe, Esperanza y Amor” con presencia en varias ciudades de la República mexicana y lidera una banda de rock worship que lleva su nombre. Por varios años ha capacitado líderes juveniles y comendado brigadas de ayuda social en diferentes partes del mundo. Timmy está un poco loco pero nadie duda que es un gran apasionado por Dios y por la vida.

Read an Excerpt

Live!

Especialidades Juveniles


By Timmy Ost

ZONDERVAN

Copyright © 2013 Timmy Ost
All rights reserved.
ISBN: 978-0-8297-6183-2


Excerpt

CHAPTER 1

... APROVECHANDO AL MÁXIMO CADA MOMENTO ...

Efesios 5:16a


En una cabaña fría, alumbrada por unos cuantos troncos que escasamente destilaban un poco de luz, sus ojos apenas se abrían por casi no dormir esa noche. Eran las 4 de la mañana y hacía frío en las montañas del Himalaya, en la frontera entre Nepal e India. Fueron semanas muy duras, lejos de su casa, familia, amigos ... Pero la aventura y la misión a cumplir en aquellas tierras eran inminentes. Ese día, un grupo de jóvenes tomaron sus mochilas gigantescas, las pusieron sobre sus espaldas y se alistaron para partir de regreso a la ciudad. Era un grupo de 14 jóvenes con una sola ambición: "Cambiar al mundo, hacer historia"; y esto los llevó a viajar hasta el otro lado del planeta.

Ya listos para dejar esa pequeña aldea, abrieron la puerta de la choza donde estaban y, mientras el humo y el calor se escapaban del lugar, se despidieron de sus amigos. Comenzaron a caminar por una vereda angosta alumbrada solo por las lámparas que tenían en su cabeza. Lo hacían a paso rápido, ya que tenían que llegar a tiempo para tomar el tren que los llevaría por toda la frontera.

Después de un par de horas de caminar, llegaron a la estación de ferrocarril, donde supieron que su próximo viaje sería de 24 horas sin poder bajarse del tren. Compraron los boletos y mientras esperaban la llegada del tren se preguntaban: "qué vamos a hacer tanto tiempo en una caja de metal con ruedas". Todavía estaban haciendo el plan de viaje cuando escucharon a lo lejos el ruido que anunciaba la salida. Al llegar el tren quedaron sorprendidos porque era muy viejo ... ese mismo tren había sido utilizado en algunas misiones de la Segunda Guerra Mundial. Parecía que no iba a sobrevivir más que unas cuantas horas de viaje.

El grupo se tuvo que dividir en dos, pues no cabían todos en el mismo vagón. El tren estaba atestado y sobrevendido, tanto que en un vagón para 150 personas viajaban más de 400. Rápidamente eligieron un líder para cada equipo y se subieron mientras la locomotora comenzaba a moverse. Locura total dentro del vagón número 42 aproximadamente, donde continúa nuestro relato.

Un pasillo de 50 centímetros dividía los cuatro pisos de literas donde viajaban de 3 a 4 personas por cama; así que estos jóvenes intrépidos buscaron un pequeño espacio para sobrevivir las próximas 24 horas encerrados en aquella gran caja de metal que apenas se movía. El frío de la montaña pronto se perdió por el calor humano que asfixiaba el vagón. El paisaje de la ventana cambiaba lentamente por la diferencia de altura en la travesía, mientras platicaban, cantaban y evaluaban su tiempo durante la última semana en la cual habían estado en hospitales, orfanatorios, escuelas, etc., aprendiendo que vivir para otros es una vida excelente.

Al caer la noche, poco a poco se fue silenciando el vagón y justo entonces un par de jóvenes que eran grandes amigos comenzaron a platicar sobre el significado de la vida y el precio a pagar para ser trascendentes y dejar una huella en la historia de la humanidad. Cuando lo ves desde afuera, parece una aventura imposible llegar a ser un factor de cambio que afecte positivamente el camino de toda la raza humana. Pero en ese momento es cuando descubrimos que todo ser humano tiene miedo a que su vida sea insignificante.

En medio de la falta de aire y el calor húmedo que creaba un bochorno casi insoportable en lo profundo de la noche, se quedaron dormidos en el piso entre mochilas, cajas y costales. Es muy probable que sus sueños esa noche tuvieran que ver con aquella conversación que incomodó su corazón, e incentivó sus mentes y las ganas de ser alguien en la vida.

La noche fue una de las más largas e incómodas de sus vidas. El golpeteo de las vías era un ruido imposible de olvidar, así como el constante movimiento de las personas a su alrededor. Si alguien se paraba a ir al baño en la parte de atrás, un cuarto de 70 cm por un metro y cuya puerta no cerraba bien, otro se reacomodaba mientras dormía y te daba una patada en el estómago, o quizá te llegaba un olor extraño de una combinación entre comida echada a perder y sudor comunitario. A pesar de todo, el cansancio de las últimas semanas era tanto que cayeron en un sueño profundo.

Unas horas después, cuando el sol comenzaba a salir, llegó un olor muy fuerte a especias ... el único olor agradable durante este viaje, aunque raro y desconocido. Era un aroma que comenzó a despertar a los inquilinos del vagón. Pronto pasó una señora con una jarra de metal muy vieja y sucia ofreciendo una taza de Chai auténtico y caliente por un costo bajo. En ese momento la idea de compartir cinco o seis tazas entre toda la gente —y de usarlas sin lavar, solo pasándolas de una persona a la otra, más el asco de compartir saliva con gente desconocida— se veía borrosa frente a las ganas de descubrir un sabor totalmente desconocido. Y así fue. Esa taza de té contenía un rango de sabores inolvidables, tan fuerte en especias y a la misma vez muy suave por la leche fusionada ... una taza de té inolvidable.

Pero la realidad de ese gran momento termino rápidamente cuando se dieron cuenta de que solo llevaban una tercera parte del viaje. De modo que buscaron algunas actividades que hacer: leyeron la Biblia un rato, discutieron lo que habían aprendido, escribieron las lecciones y aventuras de los últimos días en sus diarios, contaron a la gente en el vagón, les inventaron nombres a todos a su alrededor.

De repente se comenzó a oír una flauta que emitía frecuencias muy agudas y fastidiosas que producían una melodía muy peculiar. El vagón comenzó a silenciarse y justo allí apareció por un extremo un personaje masculino ya avanzado en edad. Sobre su cabeza un turbante muy desgastado, una barba impresionantemente larga y enredada que parecía una rasta gigante. Mientras tocaba y avanzaba, se acercó a donde estaban estos muchachos y justo frente a ellos se sentó cruzando las piernas, bloqueando el pasillo. Siguió tocando mientras bajaba una canasta que llevaba enredada en su espalda.

Uno de los jóvenes por fin había logrado caer en un sueño profundo e ignoraba por completo todo lo que estaba sucediendo. Sin embargo, por el extraño ruido comenzó a abrir los ojos lentamente. Sorprendido se llenó de pánico al ver a menos de 30 centímetros de su cara una víbora, una Cobra Real, "Naja Naja" como ellos le llamaban. Se elevaba y deslizaba por el aire alejándose y acercándose a él; era de un color entre amarillo y castaño. Se quedó sin palabras ante el impacto de despertar con esa imagen. Entre tanto, el hombre tocaba la flauta, domaba e hipnotizaba a aquella feroz y venenosa fiera; buscaba espacios para sorprenderla, darle manotazos justo cuando esta ensanchaba el área de su cabeza y así provocarla a la agresión de manera que domarla fuera más complicado. Cuando eso sucedía la víbora tiraba mordidas, entonces se veían sus colmillos que parecían jeringas mortales, y sacaba su lengua negra puntiaguda buscando una víctima. El hombre tocaba más fuerte y golpeaba con más intensidad hasta que la cobra se volvió incontrolable y rozaba constantemente al joven que nunca había despertado viendo una amenaza inminente en su cara. En ese instante, el domador de víboras sutilmente tomó la tapa de la canasta y la arrojó sobre la cabeza del animal para guardarla. Sin decir más se puso de pie y continúo caminando. Más que un espectáculo parecía algún tipo de rito oriental.

Por un momento olvidaron lo incómodo de la travesía, pero al sentir sus piernas dormidas, ciertos músculos adoloridos que ni sabían que existían en su cuello, regresaron a la pesadilla que para muchos era este viaje.

El calor se acentuaba en gran manera y llegaba al punto de comenzar a quemar; al asomarse por las pequeñas ventanas, el impresionante paisaje de las montañas había quedado muy atrás, lo único que ahora veían era un caluroso desierto que destilaba arena en todas las direcciones. Ya no había qué más hacer en este vagón y las próximas horas se convirtieron en un tormento para todos en ese lugar. La gente se paraba para estirarse, otros se acostaban para intentar dormir, se sentaban de cualquier forma posible, pero nadie encontraba la manera de estar cómodos. El ruido era más agonizante al escuchar gente discutiendo en un idioma desconocido, niños llorando, supervisores del ferrocarril pasando constantemente para revisar los boletos y cada vez que pasaban encontraban gente sin boleto y se los llevaban para bajarlos en la próxima parada.

La última parada había sido a media noche. Aquel joven que recién se despertaba intentó comunicarse por señas con la gente y preguntar cuándo era la próxima parada. Lo poco que entendió fue que la próxima parada era Kolkata, su destino final. Animado por haber conseguido un poco de información, preguntó cuánto faltaba. Al recibir la respuesta su ánimo se desvaneció: ¡aún estaban a ocho horas de llegar y ya no iban a parar! Los minutos parecían horas, los segundos simulaban minutos y el recorrido era cada vez más fastidioso.

Este joven, ya desesperado, decidió caminar al final del vagón para explorar un poco y se percató de que había una puerta que faltaba. Al acercarse sintió una frescura extraordinaria. Cuando llegó a esta, bajó un par de escalones y logró sacar parte de su cuerpo para que recibiera de frente la fuerza del viento. Comenzó a respirar aire fresco y mientras disfrutaba de la vitalidad del oxígeno, recibió un golpe causado por un poste que pasó rozando al tren. La colisión del poste con su cuerpo lo desequilibró y resbaló. Quedó colgando, a punto de caerse del tren, pero logró impulsarse de regreso con una mano hacia adentro del vagón. En medio del dolor y la angustia, tirado en los escalones del tren, notó que mucha sangre cubría la parte derecha de su cuerpo y que no tenía sensación ninguna allí.

El golpe que recibió en el brazo fue tan fuerte que causó una herida profunda a la altura del codo. La sangre brotaba como una fuente incontenible. El chorro rojo del líquido que daba vida a su organismo cada vez era mayor, y como nunca antes en su vida perdía fuerza con cada segundo que pasaba. En ese momento, tirado solo en la parte de atrás del vagón, este joven se vio de frente con la posibilidad de perder la vida, en medio de un dolor agonizante, lleno de tal confusión que lo dejaba sin fuerza y solo en medio de una multitud. Se debilitaba emocionalmente.

Como pudo se puso de pie y fue a buscar a su equipo. Al caminar por el angosto pasillo la gente se alarmó por la huella de sangre que dejaba a su paso. Cuando llegó a sus amigos el escándalo fue mayor, pues no sabían qué hacer; no había médico ni primeros auxilios en el tren. En medio de la paranoia, sin limpiar o enjuagar la escalofriante herida, tomaron una sudadera e intentaron hacer un torniquete que parara el flujo de sangre. Uno de ellos fue corriendo a buscar al resto del equipo que se encontraba en otro vagón del inmenso tren.

Mientras todo daba vueltas a su alrededor, el joven lentamente sentía perder el sentido de donde estaba. Veía y sentía que la vida se escapaba con cada gota de sangre que escurría de su brazo, pero todavía luchaba en su mente con la idea de perder la vida. Era inexplicable ver ante sus ojos cómo se escapaba su vida. Una impotencia indescriptible de no poder hacer nada para salvarla. Venían a su mente tantas cosas que quería lograr, recuerdos de sueños que no pudo conseguir, sentimientos de haber desaprovechado tantas oportunidades de expresar amor a su familia y amigos ...

Si estás leyendo esto es porque no eres ese joven que se encontró entre la vida y la muerte, pero tienes algo en común con él: las mismas preguntas que él se hizo esa tarde han rondado tu corazón y tu mente. Así que aprovecha la oportunidad de poder estar respirando en este momento y prepara tu corazón para enfrentar las mismas preguntas que él se hizo aquella tarde. Estas hojas impresas con estas líneas son una provocación a tu espíritu y alma para incomodarte a la acción épica que te inquietará a descubrir el significado de tu destino.
(Continues...)


Excerpted from Live! by Timmy Ost. Copyright © 2013 by Timmy Ost. Excerpted by permission of ZONDERVAN.
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