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Uno
Una nota de la señora Shelby-Ortiz
Richard está observando el reloj que está sobre la pizarra blanca. Solo faltan cuatro minutos para que comience oficialmente su fin de semana. Bueno, no técnicamente, pero sí en su mente. El timbre será la señal de su libertad. Solo debe esperar hasta que todos los de su mesa se preparen y estén “listos para la salida”. Son palabras de la señora Shelby-Ortiz. Es la maestra. Es muy agradable. A Richard le gusta mucho su maestra.
Cuando ella llame a su mesa, Richard deberá contenerse para no saltar y salir corriendo. Primero, debe levantarse y empujar la silla debajo del escritorio y pararse como un soldado. La boca cerrada. Luego deberá caminar “de manera ordenada” hasta la fila en la puerta del aula. Deberá mantener los labios cerrados y no golpear a Ralph en el hombro para divertirse. No hará sonidos groseros con la mano en la axila. Debe contener las ganas de jalar una de las trenzas gruesas de Nikki. Ser perfecto es realmente muy difícil.
Echa una mirada a Gavin, su nuevo amigo. Para Gavin es muy fácil hacer todo bien. Ni siquiera parece tentarle corretear o jalar una trenza o dar un golpe. Hace que parezca fácil ser bueno.
Suena el timbre. El timbre es música en los oídos de Richard. La señora Shelby-Ortiz comienza a mirar a su alrededor. Todos los alumnos se apuran para guardar sus libros de texto, cargar sus mochilas, revisar el piso alrededor de sus escritorios y luego se paran bien erguidos detrás de sus sillas. Richard es el mejor de su mesa en eso de pararse erguido. Sabe que la señora Shelby-Ortiz lo felicitará. Ya puede escuchar las palabras: “Me encanta cómo se para Richard. Se lo ve listo para la salida”. Él espera esas palabras. Su mesa es la mejor, sin ninguna duda. Ralph, de la mesa cuatro, todavía está recogiendo papeles del piso. Ja, ja.
La señora Shelby-Ortiz comienza su recorrido. Camina lentamente, examina los escritorios, el piso…
—Me gusta la mesa tres —dice.
¡Genial! ¡Esa es su mesa!
—Sí. Todos se ven listos para hacer fila.
Vamos, señora Shelby-Ortiz… Más halagos, por favor. Richard echa una mirada a Gavin y sonríe, pero Gavin está ocupado mirando hacia adelante.
—Bien, mesa tres. Pueden formarse.
Richard hace un gran esfuerzo por no salir disparado de su escritorio para ir rápido hacia la puerta.
—Excepto Richard. Por ahora, quiero que te quedes sentado.
Al principio, cree que no ha escuchado bien. ¿La señora Shelby-Ortiz le dijo que se quedara sentado? ¿Escuchó bien? Los otros tres alumnos de su mesa salen de manera ordenada. Richard se recuesta en la silla y mira cómo la señora Shelby-Ortiz despide al resto de la clase, mesa por mesa.
Cuando ha salido el último alumno, ella va a su escritorio y pone el registro de calificaciones— el temido registro de calificaciones —sobre el escritorio. Mira a Richard, sonríe y dice:
—Ven aquí, Richard, y toma asiento.
A Richard no le gusta cómo está ubicada la silla, de cara al escritorio de la señora Shelby-Ortiz. Parece la silla de una persona culpable. Espera que no tenga nada ver con que accidentalmente, la semana pasada no hubiera cumplido con su parte de la presentación sobre el hábitat del mono aullador. Esperaba que, por algún motivo, ella lo hubiera olvidado.
Richard se sienta y se mira las manos. La señora Shelby-Ortiz se acomoda en su silla.
—Tenemos un problema —dice ella.
Richard continúa mirándose las manos.
La señora Shelby-Ortiz abre su registro.
Oh, oh. Richard traga saliva. No le gusta ese registro de calificaciones. Siente que está lleno de pruebas en su contra. Malas calificaciones en ortografía y en exámenes y cosas así. Mira a través de la ventana y desearía ser uno de los niños que corren detrás del autobús o ríen y conversan con amigos.
—¿Qué pasó con tu parte del informe sobre la selva? ¿No debías entregarlo el viernes pasado? —pregunta la señora Shelby-Ortiz.
Richard continúa mirándose las manos y piensa. La clase se había dividido en grupos. Cada grupo había elegido un animal de la selva. Él estaba en el Grupo Mono Aullador, con Erik Castillo, Yolanda y Nikki. Se suponía que Richard se iba a encargar del hábitat. Erik se ocuparía de los animales que caza el aullador y cuáles son sus predadores, y Nikki y Yolanda estaban a cargo del material visual: cuadros e ilustraciones, algunos dibujados, otros copiados de libros y cosas así.
El día de la presentación, Richard había estado enfermo en casa. O algo así. Bueno, la verdad es que solo había tenido un resfriado y podría haber ido a la escuela. Pero los días previos a la presentación había pasado demasiado tiempo jugando a los videojuegos y tonteando. Cuando se puso a trabajar, ya era domingo por la noche y debía presentar el informe el lunes. Y, a decir verdad, sí estaba un poco resfriado.
La señora Shelby-Ortiz autorizó al Grupo Mono Aullador a retrasar su informe hasta ese viernes. Aunque parecía mucho tiempo para prepararlo, el viernes llegó muy rápido, y Richard todavía no estaba listo. El grupo tuvo que presentar su informe sin la parte del hábitat del mono aullador.
La señora Shelby-Ortiz dijo que le daría tiempo hasta el lunes. El lunes también llegó muy rápido.
Hoy es viernes. Evidentemente, ella no se ha olvidado de la presentación.
—Qué pena, Richard —dice—. Tampoco has estado trabajando muy bien en otras áreas —pasa el dedo por la página de su registro y se detiene en su nombre—. Hm… —dice en voz baja al pasar el dedo por la página. Se detiene a cada rato y hace un sonido de desaprobación con la lengua. Pasa un par de páginas más, encuentra otra vez su nombre y pasa el dedo por allí. Cada tanto, sacude la cabeza lentamente y con tristeza—. Las calificaciones en ortografía no son buenas. Y tus pruebas de matemáticas… Sé que puedes hacerlo mejor.
Richard baja la mirada de nuevo, pero oye que la señora Shelby-Ortiz abre el cajón. Levanta la mirada y la ve con el temible cuaderno frente a ella, ese que usa para pedir a los padres o tutores que asistan a una reunión. Comienza a escribir en el cuaderno.
Con rapidez, Richard empieza a hacer algunos cálculos. Si lleva la nota a su casa ese día y se la da a sus padres, adiós a su fin de semana. Adiós a la fiesta de patinetas de Gregory Johnson del próximo sábado. Adiós a sus salidas, a la tele y a los videojuegos y a las prácticas de su ollie, su truco favorito con la patineta. En lugar de eso, pasará un fin de semana horrible, con tareas adicionales hechas para que aprenda a ser responsable y tenga la oportunidad de reflexionar acerca de sus malas decisiones. No quiere un fin de semana con tareas y reflexiones sobre cómo mejorar. ¿Qué niño lo querría? No. Sería mejor demorar la entrega de la nota a sus padres tooodo lo posible. Sí, piensa. Eso es lo que va a hacer.
—Así que eso es lo que haré —le cuenta a Gavin en el camino de regreso a su casa.
—Pero… ¿por qué no hiciste el informe, Richard? ¿No habría sido más fácil?
—Sí. Intenté hacerlo. Realmente intenté. Pero luego tuve que hacer otras cosas, y antes de que me diera cuenta, ya era domingo de noche.
—¿Pero no le dio más tiempo a tu grupo la señora S.? ¿Por qué no lo hiciste entonces?
—Lo sé, lo sé. Lo intenté.
Gavin lo mira y sacude la cabeza.
—Espero que salga todo bien.
Richard cambia de tema.
—La fiesta de patinetas de Gregory Johnson es el sábado de la semana que viene. ¡Ya verás lo que haré! Será genial.
—¿Qué harás?
—Es una sorpresa. Ya verás.
No sabe por qué suena tan confiado. Tiene planeado hacer un ollie sobre un cajón, algo realmente muy difícil. Jamás lo ha hecho antes, pero lo domina completamente sin cajón, así que debería poder hacerlo con un cajón, ¿verdad? Al menos, eso es lo que se dice a sí mismo.
Se separan cuando llegan a Fulton, la calle de Richard. Gavin continúa hacia su propia calle, la avenida Willow.
Tan pronto como Richard cruza la puerta del frente, Darnell aparece de la nada y le da un puñetazo en el brazo. Darnell, que está en quinto grado, siempre hace esas cosas, pero a Richard no le importa. Es viernes, y será un fin de semana genial. Trata de devolverle el puñetazo a Darnell, pero su hermano lo esquiva, ríe y luego sube las escaleras corriendo. Está bien. Se encargará de Darnell cuando él menos lo espere. Comparten el mismo cuarto, así que habrá muchas oportunidades.
Richard tiene otros dos hermanos: Jamal está en séptimo grado y Roland en noveno. Ellos enloquecen a su mamá con todo el ruido, las peleas, los juegos de lucha y las discusiones por las tareas y los videojuegos. A veces, ella se escapa a su cuarto con un libro solo para “recuperar la cordura”, dice. Es genial porque entonces quedan solo los varones, y eso incluye a su padre.
Los viernes durante la temporada de basquetbol, la mamá de Richard se retira a su cuarto con un libro, y el papá de Richard ordena una pizza extragrande. Los chicos se reúnen y miran el juego juntos; luego, en el medio tiempo, practican lanzamientos de pelota en la entrada. Los viernes son geniales. ¿Quién necesita pensar en esa tonta nota de la señora Shelby-Ortiz cuando la estás pasando genial el viernes por la noche?, se pregunta Richard. Piensa durante unos segundos en la nota, escondida en su mochila, pero luego la quita de su mente. Es viernes de noche.