Fragmentos de la Biblia

Fragmentos de la Biblia

by Luis de León
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Overview

Esta traducción es célebre por sus altos vuelos poéticos. Cuando se difundió su traducción del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fray Luis de León fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases.

Product Details

ISBN-13: 9788498977912
Publisher: Linkgua
Publication date: 09/01/2012
Series: Religión , #23
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 206
File size: 846 KB
Language: Spanish

About the Author

Fray Luis de León (Belmonte, 1527-Madrigal de las Altas Torres, 1591). España. Aunque nació en Belmonte (Cuenca), Luis de León se trasladó pronto a Madrid y, después, a Valladolid, debido a los traslados de su padre, noble que ejercía de abogado y consejero real. En estas ciudades inició su formación, y a los catorce años ingresó en el convento de San Agustín, en Salamanca, tomando votos de dicha orden en 1544. La vida de fray Luis de León transcurrió a partir de entonces en esta ciudad, donde se doctoró en teología, se graduó como catedrático (1560) y participó plenamente en la vida universitaria, así como en la defensa del castellano como lengua académica (hasta entonces la tradición casi prohibía el empleo de otras lenguas que no fueran las clásicas). Consiguió pronto ganar varias oposiciones académicas, y su vehemencia a la hora de expresar sus ideas le debió valer más de un enfrentamiento con algunas personalidades intelectuales eclesiásticas, incluso dentro de su propia orden. Una de estas disputas tuvo que ver con su defensa del texto hebreo de la Biblia, cuestión que, en los dogmáticos tiempos de contrarreforma que corrían, era casi una violación del concilio de Trento, el cual ordenaba atenerse en todo a la traducción en latín de las Sagradas Escrituras elaborada por san Jerónimo (la Vulgata). El interés de fray Luis de León en la versión hebrea de la Biblia se cifraba en cambio en su gran valor como texto de mayor antigüedad y, por lo tanto, más fiel al original; pero esta filiación hebraica y su talante innovador en lo teológico le acarrearon dificultades y acusaciones cercanas a la herejía. También encontró problemas debido a su traducción comentada al castellano del Cantar de los cantares, que no llegó a publicarse pero que circuló en ámbitos universitarios. Como consecuencia del acoso y derribo ejercido por sus enemigos, fray Luis de León sufrió cautiverio entre marzo de 1572 y diciembre de 1576. Privado de libertad, así como de libros, fray Luis de León escribió su Exposición del Libro de Job, con finales de capítulo versificados a modo de resumen. Quizá éste era un anuncio de su definitiva decantación por la poesía, la cual vino acompañada, tras su absolución, por la recuperación triunfal de la cátedra. De este episodio han quedado dos inmortales recuerdos: el primero es su décima "Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado..." y la segunda la famosa frase "Decíamos ayer...", que se le atribuye como apertura de sus clases tras cinco años de haber estado apartado y prisionero de la Inquisición. Tras su rehabilitación, fray Luis de León ganó nuevas cátedras, la última de las cuales fue la de Biblia, en 1579, y también tuvo nuevas denuncias inquisitoriales en su contra, que no prosperaron. En el momento de su muerte, acaecida el 14 de agosto de 1591, se encontraba redactando una biografía de santa Teresa de Ávila, cuya obra había revisado para su publicación. Sus restos fueron enterrados en la Universidad de Salamanca, a la que dedicó prácticamente toda su vida.

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Fragmentos de la Biblia. Libro de Job. Cantar de los Cantares


By Fray Luis de León

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9897-791-2


CHAPTER 1

En la región de Hus, en la primera
edad, fue un hombre justo, Job llamado,
ejemplo de virtud, simple y entera;
Temeroso de Dios y del pecado
enemigo mortal, y juntamente
de bienes y riquezas abastado;
Clarísimo entre todos los de Oriente.
Hijos e hijas bellas Job tenía,
y de servicio innumerable gente.
Los anchos campos fértiles rompía
con toros más de mil; tres mil camellos
y siete mil ovejas poseía.
Sus hijos, por su orden, uno de ellos
(el uno cada día) convidaba
en su casa a comer a todos ellos.
Acabada la rueda, madrugaba
el padre de mañana, y con fe pura
por cada uno a Dios ofrenda alzaba.
orque decía ansí: "Si por ventura
mis hijos allá dentro de su pecho
usaron contra Dios de desmesura".
Aquesta fue de Job la vida y hecho,
mientras los tiempos claros le duraron,
y tuvo el viento próspero y derecho.
Mas fue que un día, entre otros que pasaron,
delante de la Majestad divina
Satanás y los ángeles llegaron.
De Satanás la furia serpentina:
Y díjole el Señor, como le vido
(a cuya voz la tierra y mar se inclina):
— ¿De dónde vienes tú? Dice: — He corrido
por la tierra, Señor, y paseado
cuanto es de los mortales poseído.
Y Dios: — Di, ¿por ventura has contemplado
en mi sirviente Job, que en virtud pasa
a todos cuantos moran lo poblado?
— Por la defensa suya y de su casa
te pones tú por muro diamantino;
¿y es mucho si tus leyes no traspasa?
— Sigue — dice —, Señor, otro camino;
toquémosle con mano más pesada,
veréis do llegará su desatino.
— Dispón de su hacienda, reservada
quedando su persona — dijo el Alto
Señor, y la consulta fue acabada.
Teñido de tristeza y de luz falto
el Sol por el oriente se mostraba,
cuando con turbación y sobresalto
A Job le vino un mozo y le contaba:
"Tus bueyes, ¡oh señor!, iban arando,
y el hato de las yeguas junto andaba;
Y súbito su furia demostrando,
sobre nosotros el sabeo viene;
yo solo me escapé por pies volando."
Esto contaba el mozo, y sobreviene
un otro luego, y dícele afligido,
que ni camellos ya ni guardas tiene.
Que el escuadrón caldeo, dividido
en tres partes, lo uno había robado,
los otros a cruel fierro metido.
Había aqueste apenas acabado,
y llega otro diciéndole que el cielo
con fuego las ovejas ha abrasado.
Y para dar remate al desconsuelo,
otro con lloro amargo le decía
que vista por sus hijos negro duelo;
Porque estando comiendo en compañía,
la casa, derrocada de un gran viento,
debajo de sí muertos los tenía.
Aquí se levantó Job de su asiento,
rompió sus vestiduras, y tendido
por tierra con humilde sentimiento,
Dijo: "Cual el principio el fin ha sido;
desnudo vine al mundo, y es forzado
tornar desnudo allí donde he salido.
Diómelo Dios, y Dios me lo ha quitado.
¡Alabado su nombre santo sea!".
En todo aquesto Job nunca ha pecado,
ni dicho contra Dios palabra fea.

CHAPTER 2

Despojado Job de todos sus bienes, y no por eso vencido, torna el demonio a pedir licencia a Dios para afligirle más. Dásela y hiérele el cuerpo con enfermedad y llagas feas. Por donde su mujer, aborreciéndole, le convida a que desespere; a la cual él, con ánimo paciente y varonil, la reprende; y se asienta en el polvo, adonde cuatro amigos suyos que le vienen a ver y se admiran de verle, asentados y callando y mirándose entre sí, pasan siete días.

Ábrese ya otra vez la etérea entrada,
y del Eterno Padre a la presencia
la Corte celestial es convocada.
Vino toda la angélica potencia,
y vino allí el demonio juntamente,
haciendo su debida reverencia.
Y preguntóle Dios encontinente:
— ¿De dónde vienes tú? Y dice: — He andado
todo lo poseído de la gente.
Y Dios: — Di: ¿por ventura has contemplado
en mi sirviente Job, que resplandece
de perfecta virtud raro dechado,
Y en cómo perseguido permanece
entero en su bondad? Tú me has movido
sin causa a dalle el mal que no merece.
— Todo — dice — lo da por bien perdido,
desde el primero bien hasta el postrero,
si queda con salud, el afligido.
Aún este mal no le ha pasado al cuero;
en lo vivo le toque vuestra mano,
veréis quién es con testimonio entero.
— No toques en su vida — el soberano
Señor dice — y dispón de todo el resto.
Y el demonio se parte alegre, ufano.
Y con hediondas llagas cuerpo y gesto
hiriéndole cruel, le cubre todo
bien como lo llevaba presupuesto.
Mas él, perseverando en su buen modo,
tomó para raerse una corteza,
sentándose en vil polvo, en torpe lodo.
— ¿Y dudas todavía en tu simpleza?
— entonces su mujer le dijo airada
—. ¡Ahógate ya y sal de tu bajeza!
— Hablaste como hembra mal mirada,
— responde —, que ¿por qué do el bien recibo,
la pena huiré cuando me es dada?
Si Dios nos place, bueno, ¿por qué, esquivo,
nos ha de desplacer? — En tal manera
el sancto no ha pecado en cuanto escribo.
La fama voladora y pregonera
en mil naciones cuenta, en mil oídos
de Job la desventura grave y fiera.
Por do tres sus amigos conmovidos,
Elifaz, temanés, y Zofarano,
de Amatós, y Bildad, que en los tendidos
Suguises imperaba, con humano,
intento se disponen, aviniendo
mover en su consuelo boca y mano.
Y ya que se acercaban, extendiendo,
los ojos, a Job vieron, y espantados
quedaron, lo que vían no creyendo.
Y levantando el lloro, y sus preciados
mantos rasgando, polvo en sí esparcieron
y al cielo le lanzaron a puñados.
Y atónitos doliéndose estuvieron
callando muchos días, sin que alguno
su boca desplegase, porque vieron
cuán grande es su dolor, cuán importuno.

CHAPTER 3

Job, al fin, rompe el silencio, y maldice el día en que nació y su suerte dura, no por desesperación ni por impaciencia, sino por aborrecimiento de los trabajos de la vida y de su condición miserable, sujeta por el pecado primero a tan desastrados reveses. Y así dice que es mejor el morir que el vivir, y la suerte de los muertos más descansada mucho que la de los vivos; y refiere cuán sin pensar, y a su parecer, sin merecerlo, vino sobre él este mal.

Al fin, creciendo en Job el dolor fiero,
gimió del hondo pecho y, convertido
al cielo, lagrimoso habló el primero.
Y dijo maldiciendo: "¡Ay!, destruido
el día en que nací y la noche fuera,
en que mezquino yo fui concebido".
Tornárase aquel día triste en fiera
tiniebla, y no le viera alegre el cielo,
ni resplandor de luz en él luciera;
Tuviérale por suyo en negro velo
la muerte rodeada, para asiento
de nubes, de amargor, de horror, recelo.
Y aquella triste noche no entre en cuento
con meses ni con años, condenada
a tempestad escura y fiero viento.
Fue noche solitaria y desastrada,
ni canto sonó en ella ni alegría,
ni música de amor dulce, acordada.
Maldíganla los que su amargo día
lamentando maldicen, los que hallaron
al fin de su pescar la red vacía.
En su alba los luceros se añublaron,
el Sol no amaneció, ni con la aurora
las nubes retocadas variaron;
Pues de mi ser primero en la triste hora
no puso eterna llave a mi aposento,
y me quitó el sentir el mal de agora.
¿Por qué no perecí luego, al momento
que vine a aquesta luz? ¿Por qué, salido
del vientre, recogí el común aliento?
¿Por qué de la partera recibido
en el regazo fui? ¿Por qué a los pechos
maternos fui con leche mantenido?
Que si muriera entonces, mil provechos
tuviera; ya durmiendo descansara,
pagara ya a la muerte sus derechos.
Con muchos altos reyes reposara,
con muchos poderosos, que ocuparon
los campos con palacios de obra rara;
Y con mil ricos hombres que alcanzaron
del oro grandes sumas, hasta el techo
en sus casas la plata amontonaron.
¡Oh, si antes de nacer fuera deshecho,
y cual los abortados niños fuera
que del vientre a la huesa van derecho!
A do, repuesta ya la vista fiera,
el violento yace, y los cansados
brazos gozan de holganza verdadera;
A do, de las prisiones libertados
están los que ya presos estuvieron,
sin ser del acreedor más aquejados.
Los que pequeños y los que altos fueron,
mezclados allí son confusamente;
no tienen amo allí los que sirvieron.
Que ¿para qué ha de ser el Sol luciente
un miserable? ¿Y para qué es la vida
al que vive en dolor continamente;
Al que desea ansioso la venida
de la muerte que huye, y la persigue
más que la rica vena es perseguida:
Al que se goza alegre, si consigue
el fenecer muriendo, y si le es dado
hallar la sepultura, aqueso sigue;
Al que es, como yo, triste, a quien cortado
le tienen el camino, y uno a uno
los pasos con tinieblas le han cerrado?
Mi hambre con sospiros desayuno;
y como sigue al trueno, a mis gemidos
así sigue una lluvia de importuno.
Lloro, que me consume. ¡Ay! ¡Cuán cumplidos
veo ya mis temores!; ¡cuán ligeros,
cuán juntos en mi daño y cuán unidos!
¿En qué merecí yo males tan fieros?
¿Por dicha no trate templadamente
con el vecino y con los extranjeros?
¡Y soy ferido ansí severamente!

CHAPTER 4

Ofendiéronse los amigos de Job de estas postreras palabras en que parece justificarse; y Elifaz, tomando la mano por todos, pídele primero licencia para hablar, y después, repréndele, lo uno de que se queje tan agriamente, y lo otro, de que ponga en duda la causa por qué es ansí castigado, como sea notorio, según él dice, venir siempre los malos sucesos a los hombres por sus pecados. Y finalmente le amonesta a que no se justifique delante de Dios, y cuéntale lo que en visión acerca de todo le fue dicho.

Elifaz de aqueste fin mal ofendido,
después de con los ojos haber dado
señas a los amigos, con fingido
Hablar, revuelto a Job: "Aunque pesado
y grave el disputar te será agora
— dice —, ¿quién callará lo que ha pensado?
¿Qué es esto? ¿Y eres tú el que antes de hora
a todos consejabas? ¿Los caídos
alzabas con tu voz consoladora?
¿Eres por quien los brazos decaídos
cobraron nueva fuerza, y el medroso
temblor huyó los pechos afligidos?
Para otros sabios y para ti faltoso,
quebraste al primer toque, y un avieso
caso nos descubrió tu ser ventoso?
¿Por dicha no demuestra este suceso
que tu deréchez era burlería,
tu religión, tu vida y tu proceso?
¿Qué sirve preguntar cuál culpa mía
es digna de este mal? ¿Qué justo ha sido
cortado en la sazón que florecía?
Como, al revés, ha siempre acontecido
que el hacedor del mal recoge el fruto,
conforme a la simiente que ha esparcido.
Su gozo se convierte en triste luto,
en soplando el Señor; ante su aliento
el mal verdor se torna seco, enjuto.
Al bramador león en un momento
y a la fiera leona vuelve mudos,
y quiebra al leoncillo el diente hambriento;
Y quita de las uñas a los crudos
tigres la amada presa, y desparcidos
los pobres hijos van de bien desnudos.
No te pregones justo. En mis oídos
sonó lo que diré, y a malas penas
cogieron parte dello mis sentidos.
Cuando tintas del negro humor las venas
carga la pesadilla al hombre, y cuando
la noche ofrece formas de horror llenas;
Adentro de los huesos penetrando
un súbito pavor me sobrevino,
y sin saber de qué quedé temblando.
Y como soplo, un aire peregrino
pasó sobre mi rostro, y cada pelo
se puso en mí más yerto que el espino.
Y apareció ante mí, en escuro velo,
en pie, no supe quién; vi una figura,
oí como una voz que aguza el duelo.
Y dijo: ¿A par de Dios por aventura
se abonará el mortal? ¿La vida humana
ante su Facedor mostrarse ha pura?
Si no dio a su familia soberana
constancia duradera, y si no puso
en sus ángeles luz del todo sana,
¿Cuánto menos al hombre, que compuso
de polvo, que en terrena casa mora,
que el ocio le entorpece y gasta el uso;
Que nace como flor por el aurora
y en la tarde marchito, desparece
y no queda dél rastro en breve hora,
Porque no tiene apoyo? Ansí acontece
al escogido, al vil; ansí el preciado
y el miserable vulgo ansí perece;
y en esto es como los brutos igualado".

CHAPTER 5

Prosigue Elifaz en su razón y pide a Job que le muestre qué hombre santo haya sido maltratado de Dios, como le mostrará el haberlo sido siempre los que son malos; que cual es cada uno, así le acontece. Y amonéstale después de esto que, vuelto a Dios, haga penitencia. Y le asegura de su favor si así lo hiciere.

Y añade: "Pero si no soy creído
llama quien te defienda (si parece
alguno), o di, ¿cuál sancto cual tú ha sido?
Cual vive, a cada uno así acontece;
a manos de su antojo el tonto muere;
el malo y revoltoso en lid perece.
Por más bien arraigado que estuviere
el malo, si le veo, le maldigo,
y más cuanto más rico y feliz fuere.
¡Ay! ¡Cuán amargo trueque, ay triste, digo,
te espera! ¡Que tus hijos condenados
por cárceles irán sin bien ni abrigo!
Langostas comerán los tus sembrados,
ni el seto los defiende ni la espina;
tus bienes del ladrón serán robados.
Que cierto es que la tierra no es malina
de suyo, ni jamás produce el suelo
por culpa suya mal o cosa indina.
El hombre es solo aquel a quien de suelo
le viene el producir por culpa pena,
como es a la centella proprio el vuelo.
Yo juzgo que el valor, la suerte buena,
es el buscar a Dios; en el su oído
mi voz y mi oración contino suena.
Gran Hacedor de hazañas que en sentido
no caben, de proezas cuyo cuento
no puede ser por sumas recogido;
Levanta adelgazando el elemento
del agua, y, vuelto en lluvia, le derrama
por la faz de la tierra en un momento;
Del polvo sube en alto, y encarama
a la bajeza humilde, y al cercado
de noche torna a luz y buena fama;
Desata y desbarata el avisado
intento del engaño, y no consiente
que consiga el traidor lo deseado.
Con sus artes enlaza al más prudente
con sus avisos mismos, y la liga
destruye de la falsa y mala gente.
La luz se le ennegrece y da fatiga,
y, como en noche escura estropezando,
no sabe el resabido por do siga.
Valiente salvador del pobre, cuando
le oprime ya el tirano, cuando el crudo
cuchillo encima dél va relumbrando.
Es para el desarmado fiel escudo;
al solo es rico bien, rica esperanza,
al opresor burlado deja y mudo.
¡Dichoso el hombre que de Dios alcanza
ser corregido aquí! Por esto, amigo,
sufre su disciplina con templanza.
Que si te pasa el pecho tu enemigo
fiero, te sanará su blanda mano;
hará venir el bien tras el castigo.
De los trabajos seis el Soberano
victoria te dará; del mal seteno
te sacará gozoso, alegre y sano.
Él te sustentará, si el muy sereno
cielo quemare el campo; en el sonido
al arma te pondrá dentro en su seno.
Guardado te tendrá y como escondido
de la perversa lengua; sano y ledo,
si el aire te dañare corrompido.
Si la tierra temblare, estarás quedo;
si la asolare el robo, tú seguro
ni de las bestias fieras habrás miedo.
Aun los peñascos mismos, aun el duro
roble te acatarán, y la fiereza
se volverá contigo en amor puro.
De paz verás cercada y de nobleza
tu casa; y mirarás con diligencia,
y falta no verás en tu grandeza.
Verás multiplicar tu descendencia,
tus pimpollos crecer, cual crece el heno,
a quien el cielo mira con clemencia.
En la fuesa entrarás de días lleno,
maduro y bien granado, como espiga
cogida con sazón en año bueno.
Aquesto (la verdad que yo te diga)
es todo cuanto alcanzo y cuanto hallo,
y cierto es ello ansí. Tu oreja siga
mi voz; tu pecho empléese en pensallo".

CHAPTER 6

Job, de nuevo lastimado con la plática de Elifaz, que oía sus quejas y no sentía sus dolores, desea que lo uno y lo otro pudiera poner cada uno en su balanza, para que así se viese cuánto es más lo que le duele que lo que se queja. Desea acabar ya con la vida; laméntase del poco consuelo que halla en sus amigos, y dice:

Los ojos en Lifaz como enclavados,
de nuevo dolor lleno y de amargura,
los brazos sobre el pecho ambos cruzados.
«¡Ojalá — dice Job — que mi ventura
tal fuera que en un peso se pesara
mi queja juntamente y suerte dura!
Entonces vieras tú cuál traspasara
a cuál: cuánto es mayor el mal que siento
que el lloro, y que la voz me desampara.
Agudos pasadores, ¡ay!, sin cuento
me beben sangre y vida ponzoñosos;
soy de dolores mil amargo asiento.
¿Bramó por yerba, dime, en los viciosos
bosques el corzo? O di: ¿dio el buey bramido
en los pesebres llenos, abundosos?
¿O viste que pudiese ser comido
lo amargo? ¿O que lo soso y desalado
no pareciese a todos desabrido?
Ni el que está alegre llora, ni el cuitado
puede callar su mal. Y ansí agora,
si querelloso estoy, estoy llagado.
¡Oh, quién me concediese en esta hora aquello que demando! ¡Oh, si cumpliese mi voluntad el que en lo alto mora!
Que pues lo comenzó, me deshiciese:
que a su mano soltase ya la rienda,
y que en menudas piezas me partiese.
Y me consuele en esto, que no atienda
a si me dolerá, sino que acabe,
seguro que yo nunca me defienda.
¿Que cuál es mi valor para en tan grave
mal no desfallecer? ¿Qué valentía
para durar al fin que no se sabe?
¿Por dicha es de metal la carne mía?
¿Soy bronce, soy acero, o mi dureza
con la del pedernal tiene porfía?
Ni en mí para valerme hay fortaleza,
ni en los amigos hallo algún consuelo,
sino, en lugar de amor, fiera extrañeza.
O ¿quién viendo al amigo por el suelo
olvida la amistad? El tal, osado
será a poner las manos en el cielo.
Mis deudos como arroyo me han faltado,
como arroyos que corren de avenida
por los valles con paso acelerado.
Van turbios con la escarcha derretida,
van turbios y crecidos con el hielo
y nieve, que en sí llevan ascondida.
Mas dende a poco tiempo, como en vuelo
se pasan y deshacen, al estío
por do pasaron, seco queda el suelo.
Por do sonaba hinchado un grande río,
el paso va torciendo una delgada
vena, que falta, y queda al fin vacío.
Mirólos desde lejos la calzada
de Temano, mirólos el camino
de Arabia, la en riquezas abastada.
Violos el caminante, a ellos vino
con sed: cuando llegó ya se han pasado;
confuso condenó su desatino.
Tal es lo que conmigo habéis usado;
veniste a aliviarme, y sin alguna
causa mi duelo habéis acrecentado.
¿Dije, por aventura, dadme una
parte de vuestro haber? ¿Mi voz ha sido
en algo pedigüeña o importuna?
¿O he que me librásedes querido
de algún grave enemigo temeroso?
¿Qué bien o qué rescate os he pedido?
Hablad, si tenéis qué, que con reposo
os prestaré atención: decidme agora
si os he pecado en algo o soy penoso.
¡Oh, cómo es poderosa y vencedora
en toda la verdad! ¡Oh, cómo en nada
me empece vuestra voz acusadora!
En vuestro imaginar está fundada
vuestra reprehensión; de solo el viento
moviste contra mí la voz airada.
El caso es que, en cayendo uno, al momento
todos son contra él. ¿A un herido,
a un amigo vuestro dais tormento?
Quered bien atender a mi gemido,
mirad mi razón toda atentamente,
veréis que con vosotros no he excedido.
O, si os place, tornemos blandamente
a razonar sobre ello, tornad luego;
veráse mi razón más claramente.
No torcerá jamás por mal, por ruego
mi lengua a la maldad; que si me duelo,
si lloro, soy de carne y ardo en fuego,
y siento como cuantos tiene el suelo.»


(Continues...)

Excerpted from Fragmentos de la Biblia. Libro de Job. Cantar de los Cantares by Fray Luis de León. Copyright © 2015 Red ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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