La suma de los días

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by Isabel Allende
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by Isabel Allende

eBook

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Overview

Una obra al tiempo emotiva y escrita en el tono irónico y apasionado que caracteriza a la autora, en la que nos entrega la suma de sus días como mujer y como escritora.

En La suma de los días, Isabel Allende narra con franqueza la historia de su vida y la de su peculiar familia en California, en una casa abierta, llena de gente y de personajes literarios, y protegida por un espíritu; hijas perdidas, nietos y libros que nacen, éxitos y dolores, un viaje al mundo de las adicciones y otros a lugares remotos del mundo en busca de inspiración, junto a divorcios, encuentros, amores, separaciones, crisis de pareja y reconciliaciones.

También es una historia de amor entre un hombre y una mujer maduros, que han salvado muchos escollos sin perder ni la pasión ni el humor, y de una familia moderna, desgarrada por conflictos y unida, a pesar de todo, por el cariño y la decisión de salir adelante.

Reseña:
«Con una vida familiar como la suya, es fácil entender por qué el último libro de Isabel Allende es autobiográfico: hay suficientes personajes fantásticos e intensidad dramática como para abastecer de trama a varias novelas.»
The Times


Product Details

ISBN-13: 9788401017827
Publisher: PLAZA & JANÉS
Publication date: 03/17/2016
Sold by: PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL
Format: eBook
Pages: 432
Sales rank: 740,042
File size: 820 KB
Language: Spanish

About the Author

About The Author

Isabel Allende nació en 1942, en Perú, pasó la primera infancia en Chile y vivió en varios lugares en su adolescencia y juventud. Después del golpe militar de 1973 en Chile se exilió en Venezuela y a partir de 1987 vive como inmigrante en California. Se define como «eterna extranjera».

Inició su carrera literaria en el periodismo, en Chile y en Venezuela. En 1982 su primera novela, La casa de los espíritus, se convirtió en uno de los títulos míticos de la literatura latinoamericana. A ella le siguieron otros muchos, todos los cuales han sido éxitos internacionales. Su obra ha sido traducida a cuarenta idiomas y ha vendido más de setenta millones de ejemplares, siendo la escritora más vendida en lengua española. Ha recibido más de sesenta premios internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010, el Premio Hans Christian Andersen en Dinamarca, en 2012, por su trilogía «Memorias del Águila y del Jaguar» y la Medalla de la Libertad en los Estados Unidos, la más alta distinción civil, en 2014. En 2018, Isabel Allende se convirtió en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en los Estados Unidos por su gran aporte al mundo de las letras.


Isabel Allende nació en 1942, en Perú, pasó la primera infancia en Chile y vivió en varios lugares en su adolescencia y juventud. Después del golpe militar de 1973 en Chile se exilió en Venezuela y a partir de 1987 vive como inmigrante en California. Se define como «eterna extranjera».

Inició su carrera literaria en el periodismo, en Chile y en Venezuela. En 1982 su primera novela, La casa de los espíritus, se convirtió en uno de los títulos míticos de la literatura latinoamericana. A ella le siguieron otros muchos, todos los cuales han sido éxitos internacionales. Su obra ha sido traducida a cuarenta idiomas y ha vendido más de setenta millones de ejemplares, siendo la escritora más vendida en lengua española. Ha recibido más de sesenta premios internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010, el Premio Hans Christian Andersen en Dinamarca, en 2012, por su trilogía «Memorias del Águila y del Jaguar» y la Medalla de la Libertad en los Estados Unidos, la más alta distinción civil, en 2014. En 2018, Isabel Allende se convirtió en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en los Estados Unidos por su gran aporte al mundo de las letras.

Hometown:

San Rafael, California

Date of Birth:

August 2, 1942

Place of Birth:

Lima, Peru

Read an Excerpt

La Suma de los Dias


By Isabel Allende

HarperCollins Publishers, Inc.

Copyright © 2007 Isabel Allende
All right reserved.

ISBN: 9780061551871

Capítulo Uno

Las aguas más oscuras

En la segunda semana de diciembre de 1992, apenas cesó la lluvia, fuimos en familia a esparcir tus cenizas, Paula, cumpliendo con las instrucciones que dejaste en una carta, escrita mucho antes de caer enferma. Apenas les avisamos de lo que había ocurrido, tu marido, Ernesto, se vino de Nueva Jersey y tu padre de Chile. Alcanzaron a despedirse de ti, que reposabas envuelta en una sábana blanca, antes de llevarte para ser cremada. Después nos reunimos en una iglesia para oír misa y llorar juntos. Tu padre debía regresar a Chile, pero esperó a que escampara, y dos días más tarde, cuando por fin asomó un tímido reflejo del sol, fuimos toda la familia, en tres coches, a un bosque. Tu padre iba delante, guiándonos. No conoce esta región, pero la había recorrido en los días previos buscando el sitio más adecuado, el que tú hubieras preferido. Hay muchos lugares para escoger, aquí la naturaleza es pródiga, pero por una de esas coincidencias, que ya son habituales en lo que se refiere a ti, hija, nos condujo directamente al bosque donde yo iba a menudo a caminar para mitigar la rabia y el dolor cuando estabas enferma, el mismodonde Willie me llevó de picnic cuando recién nos conocimos, el mismo donde tú y Ernesto solían pasear de la mano cuando venían a vernos a California. Tu padre entró al parque, recorrió una parte del camino, estacionó el coche y nos hizo señas de que lo siguiéramos. Nos llevó al sitio exacto que yo habría elegido, porque había ido allí muchas veces a rogar por ti: un arroyo rodeado de altas secuoyas, cuyas copas forman la cúpula de una catedral verde. Había una ligera niebla que difuminaba los contornos de la realidad; la luz pasaba apenas entre los árboles, pero las hojas brillaban, mojadas por el invierno. De la tierra se desprendía un aroma intenso de humus y eneldo. Nos detuvimos en torno a una minúscula laguna, hecha con rocas y troncos caídos. Ernesto, serio, demacrado, pero ya sin lágrimas, porque las había vertido todas, sostenía la urna de cerámica con tus cenizas. Yo había guardado unas pocas en una cajita de porcelana para tenerlas siempre en mi altar. Tu hermano, Nico, tenía a Alejandro en brazos, y tu cuñada, Celia, iba con Andrea, que todavía era un bebé, tapada con chales y prendida del pezón. Yo llevaba un ramo de rosas, que lancé, una a una, al agua. Después, todos nosotros, incluso Alejandro, de tres años, sacamos un puñado de cenizas de la urna y las dejamos caer sobre el agua. Algunas flotaron brevemente entre las rosas, pero la mayoría se fue al fondo, como arenilla blanca.

—¿Qué es esto?—preguntó Alejandro.

—Tu tía Paula—le dijo mi madre, sollozando.

—No parece—comentó, confundido.

Empezaré a contarte lo que nos ha pasado desde 1993, cuando te fuiste, y me limitaré a la familia, que es lo que te interesa. Tendré que omitir a dos hijos de Willie: Lindsay, a quien casi no conozco, sólo lo he visto una docena de veces y nunca hemos pasado de los saludos esenciales de cortesía, y Scott, porque él no quiere aparecer en estas páginas. Tú le tenías mucho cariño a ese mocoso solitario y flaco, con anteojos gruesos y pelos desgreñados. Ahora es un hombre de veintiocho años, parecido a Willie, que se llama Harleigh; él se puso Scott a los cinco años, porque le gustaba ese nombre, y lo usó por mucho tiempo, pero en la adolescencia recuperó el suyo.

La primera persona que me viene a la mente y al corazón es Jennifer, la única hija de Willie, quien a comienzos de ese año acababa de fugarse por tercera vez de un hospital, donde habían ido a parar sus huesos por una infección más, entre las muchas que había soportado en su corta vida. La policía no hizo el amago de buscarla, había demasiados casos como ése, y esa vez los contactos de Willie con la ley no sirvieron de nada. El médico, un filipino alto y discreto que la había salvado a golpe de perseverancia cuando llegó al hospital volada de fiebre, y que ya la conocía porque le había tocado atenderla en un par de ocasiones anteriores, le explicó a Willie que debía encontrar a su hija pronto o se moriría. Con dosis masivas de antibióticos durante varias semanas podría salvarse, dijo, pero había que evitar una recaída, que sería mortal. Estábamos en una sala de paredes amarillas, con sillas de plástico, afiches de mamografías y exámenes de sida, llena de pacientes esperando su turno para ser atendidos de urgencia. El médico se quitó los lentes redondos de marco metálico, los limpió con un pañuelo de papel y respondió a nuestras preguntas con prudencia. No sentía simpatía por Willie ni por mí, a quien tal vez confundía con la madre de Jennifer. A sus ojos éramos culpables, la habíamos descuidado, y ahora, demasiado tarde, acudíamos a él compungidos. Evitó darnos detalles, porque era información confidencial, pero Willie pudo averiguar que además de los huesos convertidos en astillas y de múltiples infecciones, su hija tenía el corazón a punto de reventar. Hacía nueve años que Jennifer se empeñaba en torear a la muerte.

La habíamos visto en el hospital durante las semanas anteriores, atada de las muñecas para que no se arrancara las sondas en los delirios de la fiebre. Era adicta a casi todas las drogas conocidas, desde el tabaco hasta la heroína; no sé cómo su cuerpo resistía tanto abuso. Como no lograron encontrar una vena sana para inyectar los medicamentos, optaron por colocarle una sonda en una arteria del pecho. A la semana sacaron a Jennifer de la unidad de cuidados intensivos y la llevaron a una sala de tres camas, que compartía con otras pacientes, donde ya no estaba amarrada y no la vigilaban como antes. Comencé a visitarla a diario y le llevaba lo . . .



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Excerpted from La Suma de los Dias by Isabel Allende Copyright © 2007 by Isabel Allende. Excerpted by permission.
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