Pobre Manolito

Pobre Manolito

by Elvira Lindo
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eBook

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Overview

En el 20º aniversario de la creación del personaje de Manolito Gafotas, la serie completa en Biblioteca Furtiva.

Para quien la vea desde fuera, la vida cotidiana en Carabanchel (Alto) puede parecer un día a día normal y corriente. Sin embargo, cuando te lo cuenta Manolito Gafotas, la idiosincrasia de sus habitantes aflora espontáneamente a la superficie, no siempre con buenos resultados para la reputación del barrio.
Así, una fiesta sorpresa termina con el homenajeado rojo como un tomate, la jornada extraescolar de arte reciclado concluye con la huida despavorida de los animadores infantiles e incluso cuando todos animan al Real Madrid y parece que no hay conflicto posible, uno puede meter la pata hasta el fondo. Pobre Manolito; menos mal que su abuelo, su superabuelo, siempre está en su equipo.


Product Details

ISBN-13: 9788432221484
Publisher: Planeta Publishing Corporation
Publication date: 02/11/2014
Series: Biblioteca furtiva
Sold by: Planeta
Format: eBook
Pages: 208
File size: 2 MB
Language: Spanish

About the Author

Elvira Lindo nació en Cádiz en 1962. Realizó estudios de periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y en 1981 empezó a trabajar en Radio Nacional de España, donde hizo labores de guionista, locutora, comentarista y presentadora, tareas que repitió en la Cadena SER y en la televisión. Es en los guiones radiofónicos donde surgió el personaje de Manolito Gafotas, que desde la publicación del primer libro de la serie, en 1994, goza de un éxito enorme. Su obra incluye las novelas El otro barrio (1998, 2019), Algo más inesperado que la muerte (2003), adaptada a los escenarios, Lo que me queda por vivir (2010), Lugares que no quiero compartir con nadie (2011), Noches sin dormir (2015), A corazón abierto (2020), En la boca del lobo (2023), la obra de teatro La ley de la selva (1996), sus crónicas de El País en Tinto de verano (2001), Otro verano contigo (2002), Don de gentes (2011), y 30 maneras de quitarse el sombrero (2018). En 1998 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, y en 2005 recibió el Premio Biblioteca Breve por la novela Una palabra tuya, llevada al cine con gran éxito por Ángeles González-Sinde. También ha escrito numerosos guiones cinematográficos, como La vida inesperada (2014) o La primera noche de mi vida (1998), que cosechó varios premios en festivales nacionales e internacionales. Ganadora del Premio Internacional de Periodismo 2015 y del Premio Atlántida del Gremio de Editores de Cataluña en 2009, colabora habitualmente en el diario El País.Su web es www.elviralindo.com

What People are Saying About This

Manolito Gafotas, niño sin inhibiciones
por Emilio Lorenzo (Académico de la Real Academia de la Lengua)

Manolito, aparte de nombre de camión comprado a plazos por su padre, es el héroe de Carabanchel (Alto), protagonista primero de episodios semanales domingueros y luego de libros de éxito difundidos por Europa. Su creadora me dedicó el último, pensando, con razón, que acaso me hiciera revivir mi lejana niñez. Y así ha sido. También la mía transcurrió en descampaos, cerca de una cárcel, la Modelo, "el Abanico", donde hoy se alza la mole escurialense del Ejército del Aire. Mucho en común tuve con esta chiquillería del parque del Ahorcado, incluso algún abuelo intercambiable propenso a "quedarse sopa", aunque esta expresión no existía. Mejor que el parque del Ahorcado era sin duda el del Oeste, con sus bocas de riego mal cerradas que permitían la fabricación de embalses llamados "pozas". Había también (alguno queda) unos arroyos artificiales de aguas mansas y puentes rústicos donde con hojas de magnolio fabricábamos veleros --una hoja el casco, otra la vela--. Y era otra gran emoción, acercarnos al paso de nivel para ver pasar, al anochecer, envueltos en humo y lanzando chispas, el tren de Asturias, el expreso de Irún, ya acelerados para perderse hacia el Puente de los Franceses. Y ya mayores, una estantería de azulejos --¿trescientos volúmenes?-- que en préstamo directo disfrutable bajo los árboles nos abría la imaginación a Julio Verne, al coronel Ignotus o a Emilio Salgari.

No teníamos, en cambio, televisión ni familia Addams ni bollicao ni supertíos en Oslo ni taxis al aeropuerto, ni Comidas de Reconciliación. Tampoco alcanzaban nuestros medios, ni siquiera con abuelos complacientes, para permitirnos supercucuruchos de helados; si acaso una perra chica para gastarla en garulla (migas de pastelería), adoquines, paloluz o torraos.

El desparpajo exhibido por Manolito no lo puedo imaginar en mi niñez ni en la de ningún contemporáneo de entonces. Y es que Manolito es, aunque a veces se queje, un niño privilegiado y realista, nada relamido --¡qué va!-- sumamente inteligente, sin pedantería, que parece el único español que ha sacado provecho de la "tele", de la que, por lo que cuenta, no se ha perdido nada, excepto cuando su madre --nunca mamá-- le mutiló una fuga de cárcel, que luego, por su cuenta y con su amigo el Orejones, "el cerdo traidor", va a interpretar junto a los muros de la auténtica de Carabanchel. Porque el mundo infantil en que se mueve tiene todos los ingredientes de una tragedia menor; el abuelo prostático, desdentado y pasodoblero; "la Luisa", vecina chismosa y abusona; la desconfiada señora Porfiria --"ni se fía, ni se regala, ni se rebaja, ni se nada"--; el déspota Yihad; lasita sadomasoquista; los plazos pendientes del camión familiar; la amenaza permanente del Imbécil, cariñoso apelativo con que designa a su hermano menor, el del chupete, "el nene", como se designa a sí mismo en tercera persona hasta descubrir el "yo" a los cuatro años. La creadora de Manolito no se ha inventado un lenguaje artificial para presentarnos a este niño, impregnado de todas las innovaciones idiomáticas de la "tele" y los que la frecuentan. El vocabulario a veces insólito que utiliza nuestro héroe es fácilmente identificable con el de estos "innovadores", y está salpicada de todos los latiguillos de la jerga mediática: "prisión de máxima seguridad", "cuadro de insolación en primer grado", "hecatombe nuclear", el "Atlántico Norte", "presos en régimen abierto", "gente de mi generación", "quemaduras de primer grado" (uno recuerda el "de pronóstico reservado" de los sainetes, que era mucho peor que "grave"), los "extraterrestres", los "fenómenos paranormales", "hormiga atómica", "pruebas fidedignas", "demostrado con cronómetro y acta notarial", los "científicos de todo el mundo", "aquel ser humano (el abuelo) bailaba inspirado por los dioses", "toda materia es reciclable", "roncaban al unísono", "código de barras", etc. Elvira Lindo ha sabido dosificar estos seudocultismos con el habla coloquial más o menos desgarrada de los niños del arroyo educados a la vez por la escuela y los padres: Tener mucho morro, molar, chachi, estoy cantidad de orgulloso, el boli, un rollo-repollo, litrona, macarras, quedarse sopa (dormido), etc. Pero Manolito, niño extrovertido --"no soy nada tímido", "hablo con todo el mundo", "soy un niño sin vida interior"--, habla antes de pensar: "En cuanto la sita hace una pregunta, ya estoy yo con la mano levantada me sepa o no la espuesta", eso produce a menudo frases de gran efecto cómico, donde se mezcla lo culto y lo popular; lo fino y lo escatológico: "el Imbécil y sus esfínteres", "en plena concentración intestinal", "el producto interior bruto" y otras más explícitas. Este carácter abierto y espontáneo propicia también la hipérbole más o menos lógica: "nos estábamos haciendo amigos de toda la vida", "a mi madre la quiero hasta la muerte mortal", "un día total de la muerte", "la tremenda inmensidad del agua", "soy el tío más importante que conozco", "lo mejor de mi vida planetaria", "el mundo mundial", etc. Rara vez se echa mano de lapsus explicables en un niño: "Hecha un obelisco" (basilisco), "culitis" (colitis), "bañadores de respuesto" (repuesto), "teléfono sinalámbrico" (inalámbrico), una tienda de comisos (decomisos). No es inmune Manolito a la influencia anglosajona: stress, electroshock, kleenex, playback, El Exorcista, El Travolta de Carabanchel, etc.

Manolito no plantea ningún problema social, ni viendo la cárcel desde su ventana, ni atendiendo a un niño rico, lector de sus aventuras, que le presenta un cuestionario; su mundo lo forman gentes buenas, sin etiqueta, abuelo de pensión tan exigua que la dedica íntegra a helados para los nietos y sus amigos, el padre camionero, el tío camarero de Oslo en trance de matrimonio con una noruega gigantesca; la mayor riqueza la exhiben los abuelos -dobles-- del Orejones, que le festejan por separado y provocan la envidia, primero podrida, luego sana, de Manolito; está también Mostaza, de padre en paradero desconocido y madre limpiadora --"de una vez todas las escaleras de la Torre Picaso que tiene 25 pisos"--.

Últimamente, con la llegada de su hermano al colegio, parece asomar, sin temerla (no es ningún Peter Pan), la adolescencia: ha trabado amistad con la seño del Imbécil, que "está bastante potente" y "le gusta más que cualquier bollo de la señora Porfiria...". Manolito es de fácil conformar: "Mi abuelo, yo y el Imbécil nos bajamos por la tarde al parque del Ahorcado, nos compramos un supercucurucho y allí nos repantigamos hasta que se hace de noche y mi abuelo dice": "Tu madre no quiere darse cuenta, pero hay momentos en que vivimos como millonarios". Se anuncian nuevas aventuras de Manolito. Esperemos que siga descubriendo el mundo y nos lo cuente con la brillante, despierta e ingenua sagacidad de quien sabe prescindir de las gafas para observarlo.

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